"Los científicos comenzamos a asumirnos como trabajadores"

La investigadora de CONICET y docente de la UNLaM, Dra. Carolina Rosas, analizó el impacto del recorte al interior de las investigaciones y puso en debate las medidas acordadas para superar el conflicto. Advirtió, a su vez, que se modificará la conciencia de los científicos como actores sociales.

(Agencia CTyS-UNLaM) Luego de varios días de movilizaciones, actividades, asambleas y reuniones, el conflicto de los científicos por la incorporación de los ingresantes recomendados a la Carrera de Investigador está lejos de culminar.

Por parte de la cartera de Ciencia y Tecnología, una posible solución radica en ubicar, a partir de abril, a 343 de los 489 postulantes a Investigadores en universidades e institutos descentralizados. Para los investigadores afectados, la medida no resuelve el problema de recursos que afecta a la institución y no ofrece garantías.

“La propuesta de Lino Barañao es una promesa que, en este momento, parece insalvable, porque las instituciones a las que se derivarían los profesionales presentan dificultades presupuestarias enormes y, por otro lado, porque el MINCYT no tiene injerencia sobre las universidades”, cuestiona la Dra. Carolina Rosas, investigadora de CONICET y del Instituto Gino Germani (UBA), y docente e investigadora de la UNLaM.

En ese sentido, la experta plantea que la problemática en torno a los recursos disponibles se extenderá a los becarios. La reducción de estas facilidades del organismo perjudica a los investigadores con carrera en el CONICET, que ven limitadas sus capacidades de formar futuros recursos humanos.

“Cuando se traban los ingresos de investigadores jóvenes y se compromete la formación de nuevos becarios, lo que sucede con nosotros, que somos investigadores de más años, es que se nos dificulta formar grupos de trabajo y capacitar investigadores especializados en los temas que abordamos. Por lo tanto, se obstaculiza el progreso de una investigación de calidad”, precisa Rosas.

A su vez, la investigadora aclara que estas limitaciones en presupuesto y personal también afectan los compromisos con investigadores e institutos de distintas provincias y del extranjero. “La gran duda —expresa— es si vamos a poder mantener estas redes con un achicamiento de los recursos, y esas redes son necesarias porque la investigación no avanza en soledad: necesitamos discutir, comparar nuestros resultados y construir juntos el conocimiento”.

La recodificación del científico
Desde fines de 2015, un nuevo actor social se ha posicionado en las calles al grito de una lucha colectiva. Los científicos comenzaron a organizarse en agrupaciones de distinto color político y han implementado la toma del espacio público como una estrategia para expresar sus ideas y defender la ciencia argentina.

Para muchos, este fenómeno resulta novedoso y podría ser la clave para un cambio en la organización de la comunidad científica. Un giro en el que no solo se piense desde su tarea de investigar sino desde su lugar como trabajadores y como agentes pasibles de percibir y responder colectivamente a la coyuntura social, política y económica de su época.

El puntapié lo dieron organismos como Jóvenes Científicos Precarizados, que instalaron el debate acerca de la investigación como trabajo aún en la instancia académica. La agrupación, anterior a los primeros indicios de recorte en Ciencia y Tecnología, abrió un camino que permitió correr a los científicos de lo aséptico y situarlos como sujetos activos, participantes de la coyuntura política. 

Para Rosas, este cambio es la máxima certeza frente a las incertidumbres del sector. “En estos últimos tiempos, los científicos comenzamos a asumirnos como trabajadores, como empleados del Estado, cuestión que antes no era frecuente”, dice la experta, en conversaciones con Agencia CTyS-UNLaM.

Y, fiel a su vocación de investigadora, avizora en este escenario dos posibles objetos de estudio: la congregación masiva por medio de redes sociales y el proceso paulatino de sindicalización de las comunidades científicas.

“En buena parte de la comunidad científica ha primado hasta ahora la idea de que la ciencia debe mantener una neutralidad aparente respecto de la coyuntura política cuando, en realidad, estamos cruzados permanentemente por la política. Sin embargo, no tengo dudas de que este episodio está modificando la forma en que se asumen los científicos” concluye. Una hipótesis prácticamente confirmada.