El sol, la lluvia y la descomposición de las hojas

Miles de cuentos literarios hablan de la peligrosidad de un mundo subterráneo. Sin embargo, para las hojas que caen de las plantas, no sólo el infierno está bajo tierra, sino también por encima de la misma.

Agencia CTyS (Gaspar Grieco)- Científicos del Instituto de Investigaciones Fisiológicas y Ecológicas Vinculadas a la Agricultura (IFEVA), pertenecientes a la UBA y al CONICET, descubrieron que el sol es el principal encargado de descomponer las hojas que caen de las plantas sobre el suelo de la estepa patagónica, mientras que en el mundo subterráneo son los microorganismos los que controlan este proceso.

El grupo de investigación de IFEVA en la Facultad de Agronomía de la UBA, que analiza desde las estepas áridas hasta los bosques húmedos, estudia la manera en la que se degrada la hojarasca y cuáles son las consecuencias que se derivan a partir del impacto humano en ambientes naturales.

“La descomposición de la hojarasca es una fuente de nutrientes porque cuando los organismos la mineralizan se desprende carbono y nitrógeno. Eso es lo que las plantas y los microorganismos necesitan para crecer”, explica Amy Austin, doctora en Ciencias Biológicas e investigadora del CONICET. 

El sol: ese depredador voraz

Cuando los investigadores de IFEVA comenzaron a investigar cómo los microorganismos del suelo y la lluvia descomponen a la hojarasca, nunca imaginaron que en realidad era el sol el principal encargado de realizar el proceso en zonas áridas.

“Lo más lógico es: a más lluvia, más descomposición, porque habría más degradación de material debido a una mayor actividad biológica; sin embargo observamos que justamente en los sitios más secos hay más descomposición”, detalla la científica.

Austin explica que los rayos ultravioletas (UVB) tienen una gran influencia en la degradación de las hojas sobre el suelo y que lo que sucede es el resultado de un proceso fotoquímico. “El sol rompe la estructura de carbono en la hojarasca y una de las cosas que salen es dióxido de carbono. Es más importante que la actividad biológica en la estepa”, puntualiza.

Los investigadores realizaron un experimento en el que colocaron hojas al sol y luego de rociar el área con un biocida para eliminar a todos los microorganismos, observaron la descomposición. 

Por un lado, se colocó la hojarasca bajo una especie de filtros de plástico específicos que permiten la entrada de sol sin los UVB y, por el otro, se taparon las hojas de manera que recibieran una sombra total. Los resultados sorprendieron a los investigadores.

“Sacar el UVB redujo la descomposición en un 30 por ciento, y si se saca toda la radiación solar, se reduce casi un 70 por ciento. Y la conclusión fue que era el sol el responsable en la descomposición y no los microorganismos, ya que agregar el biocida no produjo ningún efecto”, destacó la científica.

Por debajo… agua y bichos

A contramano de lo que sucede en la superficie, las hojas que se encuentran en el mundo subterráneo son altamente afectadas por las lluvias intensas. A tal punto que en lugares con grandes precipitaciones pero en forma aisladas, la descomposición es más rápida que en zonas húmedas con frecuentes lluvias pero de menos intensidad.

La lluvia mayor  permite la reproducción de un mayor número de microorganismos vivos bajo el suelo que son los encargados de descomponer las hojas. Mientras algunos las comen, otros se dedican a extraerles el carbono y los nutrientes.

“Lo que eso sugiere es que hay dos mundos distintos: uno que controla la descomposición aérea y otro que controla la descomposición subterránea. Hay como una desconexión total entre lo que está determinando la tasa de reciclaje de carbono arriba y lo que sucede abajo. Esta es la conclusión de nuestro trabajo”, subraya Austin.

La meta de plantar un pino

Otra línea de investigación que se desarrollan en el grupo de Austin en  IFEVA es la que estudia qué sucede con los cambios debido a las plantaciones de la especie pino ponderosa, introducida en el sur del país en los años 70, y las consecuencias que provoca en el ecosistema.

“Si se pone una plantación forestal todo eso va a cambiar. Lo más llamativo que se observa cuando se foresta es la cobertura, la cantidad de áreas que están abiertas al sol. Y lo que hemos visto es que disminuye notablemente la descomposición en las plantaciones forestales en lugares áridos”, explica la especialista.

La hojarasca de pino tiene una variedad de compuestos que no favorece el crecimiento de los microorganismos, simplemente porque sus propiedades no excitan el paladar exigente de los diminutos comensales. Esto provoca que bajo el suelo no se produzca la misma descomposición y, por lo tanto, no se obtenga el mismo número de nutrientes necesarios para el crecimiento de las plantas.

“Nuestra hipótesis en cuanto a la forestación es que el impacto es distinto según la región (húmeda o seca) en la que se encuentra”, detalla la experta.

Las plantaciones parecen tener efectos sobre todos los aspectos del ecosistema, desde la fauna del suelo hasta el nitrógeno disponible para las plantas.

“Es claro que los efectos de las plantaciones son dramáticos e importantes, y lo que no queda nada claro es que va a pasar con estos ecosistemas cuando se cosechan los pinos.  Parece poco probable que puedan volver a su estadio original en el corto plazo debido a la naturaleza de los cambios”, concluye Austin.