Restos arqueológicos revelaron la presencia de los primeros “tucumanos”

Hasta este hallazgo, sólo se tenían datos de grupos sedentarios que habitaron la actual provincia de Tucumán hace unos dos mil años atrás. Pero investigadores del ISES encontraron evidencias de ocupaciones más tempranas, correspondientes a grupos cazadores-recolectores.

Nadia Luna (Agencia CTyS) - Seis mil años de historia contados en un solo metro. Tres capas de sedimentos que evidencian la persistencia de la ocupación del hombre en la actual provincia de Tucumán. Así, a través de restos óseos de animales, puntas de proyectil y fragmentos de cerámica, un pedacito más de nuestro pasado se revela.

Investigadores del Instituto Superior de Estudios Sociales (ISES), perteneciente al CONICET y a la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), hallaron restos arqueológicos que demuestran, por primera vez, la presencia de grupos cazadores – recolectores en el noroeste tucumano, cuyo fechado más antiguo corresponde al 5.470 a.C., es decir, hace casi de 7.500 años.

“Este hallazgo es importante porque, hasta ahora, las dataciones más tempranas de restos humanos en el Noroeste argentino (NOA) provenían sólo de la Puna, especialmente de Catamarca y Jujuy, y están fechadas hace unos 10.000, 11.000 años. Pero en esta zona, el fechado más antiguo era de alrededor de 3.000-3.500 años”, explica a la Agencia CTyS la doctora en Arqueología Nurit Oliszewski, a cargo de la investigación.

Las excavaciones se realizaron en El Infiernillo, un paso montañoso que se extiende sobre la ruta provincial 307 que une Tafí del Valle con los Valles Calchaquíes, y está situado a unos 3.000 metros sobre el nivel del mar. Allí, en el sector arqueológico denominado Taller Puesto Viejo 1, los investigadores distinguieron tres capas de sedimentos correspondientes a diferentes épocas, en las que encontraron distintas evidencias arqueológicas.

“La capa más antigua fue datada en 5.470 a.C. a partir de un fragmento de hueso que suponemos es de algún camélido, probablemente una vicuña o un guanaco. También se encontraron artefactos líticos, es decir, instrumentos hechos en piedra, como cuchillitos que servían para sacarle el cuero a los animales y puntas de proyectil que eran parte de los sistemas de arma de caza para matarlos”, precisa Oliszewski.

En tanto, en la capa intermedia, fechada en 1380 a.C., aparte de esos utensilios de piedra, se encontraron artefactos de molienda, que los arqueólogos deducen que usaban para moler frutos como algarrobo y chañar. Por último, en la capa más reciente, datada en 200 años a.C., se hallaron, además de lo anterior, fragmentos de cerámica y semillas de chañar y de algarrobo quemadas.

Armando el rompecabezas de la historia

Hasta este hallazgo, en la región, sólo se conocía la presencia de grupos sociales sedentarios, agrícolas y pastoriles mediante exploraciones e imágenes satelitales, que detectaron numerosas estructuras a cielo abierto conformadas por muros de piedra.

En tanto, los restos arqueológicos descubiertos por los investigadores del ISES, que representan unos seis mil años de historia, fueron encontrados dentro de un perímetro de apenas tres metros cuadrados y un metro de profundidad.

“Esto nos plantea la persistencia del uso del espacio. Porque el mismo espacio que se utilizó hace 7.000 años como campamento base de cazadores-recolectores, se siguió usando en distintos momentos. Por ejemplo, como un espacio abierto entre las viviendas de piedra de los grupos sedentarios”, señala la investigadora.

Actualmente, El Infiernillo está asociado a la comunidad indígena de Amaicha del Valle. Sin embargo, los arqueólogos no pueden asegurar que exista una continuidad entre esta comunidad o la de Tafí del Valle, que se encuentra cerca, con los cazadores-recolectores de hace varios milenios atrás.

Mientras en el laboratorio se analizan los materiales que ya se encontraron, los trabajos de campo continúan, y el equipo ya comienza a prepararse para la próxima campaña arqueológica, que se realizará en los meses que cuentan con las condiciones climáticas más favorables, es decir, septiembre y octubre.

“Este sitio aún tiene muchísimo para dar en información arqueológica. En las próximas excavaciones, queremos avanzar sobre la extensión del campamento base y averiguar, por ejemplo, si durmieron allí o si sólo hicieron algunas actividades, como confección de artefactos de piedra. Y también queremos entender la conexión con las viviendas de piedra”, concluye la arqueóloga, mientras se plantea distintas hipótesis posibles que le permitirán abrir las puertas a nuevos interrogantes.