Los "espíritus" selknam siguen vivos gracias a la arqueología

Este pueblo, popularmente conocido como ona, celebraba una ceremonia de iniciación llamada Hain, en la que los hombres se disfrazaban de espíritus en secreto para asustar a las mujeres y perpetuar el patriarcado. Una investigación del CADIC-CONICET logró conocer nuevos aspectos de esta comunidad aborigen de Tierra del Fuego.

Nadia Luna (Agencia CTyS) - Cuenta el mito selknam que, en tiempos muy, muy lejanos, las mujeres dominaban a los hombres, obligándolos a realizar todas las tareas, incluso las domésticas. Cada tanto, ellas se reunían con Krah, la luna, y participaban de una ceremonia de iniciación llamada Hain, a la que los varones tenían la entrada prohibida. Durante el ritual, las jovencitas se pintaban el cuerpo con arcilla y se cubrían de plumas para asustar a los hombres haciéndoles creer que eran espíritus y, de esta manera, perpetuar la dominación sobre ellos.

Hasta que un día, tres jóvenes curiosos decidieron espiar la ceremonia. Con gran asombro, descubrieron la verdad. De inmediato, alertaron a los demás, incluyendo a Krren, el sol. Indignados, acabaron con todas excepto con las pequeñas que aún no se habían iniciado, y decidieron que a partir de ese momento los que celebrarían el Hain en secreto serían ellos. Así, las mujeres fueron sometidas para siempre.

Sin embargo, Krah logró escapar. Humillada, subió al cielo, con la cara llena de quemaduras y moretones. Krren nunca logró alcanzarla. Cada mes, ella asoma su rostro poco a poco, hasta mostrarse orgullosamente redondeada. Pero al ver que el sol continúa persiguiéndola, vuelve a esconderse hasta desaparecer por completo. A veces, incluso, se pone oscura por un rato, como mostrando su rabia contra el pueblo que la desterró.

Este es el mito fundante de una cultura de la que poco se sabe. Por eso, especialistas del Centro Austral de Investigaciones Científicas (CADIC-CONICET), junto a investigadores de la Universidad Autónoma de Barcelona, analizaron un sitio arqueológico correspondiente a una celebración de la ceremonia del Hain y compararon la información obtenida con la documentación etnográfica existente. Así, encontraron varias diferencias que enriquecieron el conocimiento sobre el universo selknam.

El Hain constituía un pilar fundamental en esta sociedad de cazadores-recolectores. Los jóvenes varones debían superar varias pruebas para ser iniciados como adultos, al tiempo que se reafirmaba el patriarcado. “La ceremonia podía durar meses. Las familias venían de distintos territorios y se reunían después de uno o dos años sin verse por lo que, aparte del tiempo dedicado a la ceremonia, aprovechaban para charlar, realizar alianzas y concertar matrimonios”, cuenta a la Agencia CTyS la antropóloga especialista en arqueología María Estela Mansur, titular de la investigación.

Confrontando voces del pasado

Los selknam habitaron en la Isla Grande de Tierra del Fuego, territorio que permaneció prácticamente inexplorado hasta fines del siglo XIX, cuando llegaron europeos buscadores de oro y estancieros. Fue sólo cuestión de décadas para que la sociedad selknam comenzara a desmoronarse. La persecución, la evangelización, la escasez de alimento y territorio (que ahora se encontraba cercado), y el contagio de enfermedades para las que no tenían defensas, terminaron por causar su pronta desaparición.

Las primeras excavaciones arqueológicas comenzaron en 1920, pero recién en los ´70 cobraron una real continuidad. En cuanto a la documentación etnográfica, está basada principalmente en las obras del etnólogo y sacerdote alemán Martín Gusinde (que estuvo en Tierra del Fuego entre 1919 y 1924) y la antropóloga franco-americana Anne Chapman (1964), discípula de Lévi-Strauss, fallecida en 2009. En sus últimos años, Chapman trabajó en conjunto con Mansur.

El Hain descripto por Gusinde se celebró en 1923 y fue registrado según la tradición etnográfica de la época, es decir, como si fuese una situación pura, sin influencia colonial. Sin embargo, en las fotografías que él mismo tomó, se evidencia que ya vivían y se vestían como peones de estancia.

“Pero lo bueno es que algunos de ellos, por ejemplo, el director del Hain, habían sido iniciados cuando aún vivían libres. Por lo tanto, conocían bien la realización de la ceremonia y la tienen que haber repetido como tal”, señala la investigadora. “Y es fantástico porque, sin ese testimonio, el ritual se hubiese perdido. Sin embargo, hay diferencias entre lo que él relató y cómo era la ceremonia tradicional”, precisa.

Redescubriendo al Hain

Para celebrar el Hain, se construía una choza más grande que las domésticas, alejada de éstas. Allí se reunían los hombres iniciados y los kloketen (jóvenes a iniciar). Entonces, los adultos se disfrazaban de espíritus y los asustaban para que demuestren fortaleza y superen las pruebas, que incluían cacerías solitarias, alimentación escasa y pocas horas de sueño. Y, por supuesto, se les revelaba el secreto del “poder” masculino.

El sitio arqueológico analizado está ubicado en el valle del río Ewan y comprende dos sectores separados por unos 200 metros. El primero, Ewan I, corresponde a la choza del Hain. Por su parte, en Ewan II se situaban las chozas domésticas. En el interior de todas ellas se evidenció la existencia de una gran área de combustión que contenía distintos tipos de restos arqueológicos.

La datación de la choza ceremonial se hizo por dendrocronología (esto es, según los anillos de crecimiento de los troncos) y situó su fecha de construcción en la primavera de 1905. “No podemos saber exactamente cuánto duró la ceremonia, pero con seguridad fueron unos cuantos meses, ya que se armó la choza en primavera, pero en el fogón se encontraron semillas carbonizadas de plantas que fructifican hacia fines del verano”, relata la antropóloga.

Ambos tipos de choza guardan diferencias en cuanto a los restos de fauna hallados. “En la choza ceremonial aparece exclusivamente el guanaco. En tanto, en las domésticas hay guanaco y oveja en iguales proporciones. Esto evidencia que, a pesar de estar en un momento en que la gente podía procurarse ovejas en las estancias, en la choza ceremonial se consumía guanaco para celebrar el ritual al estilo tradicional, ya que los muchachos que estaban siendo iniciados pasaban a ser adultos cazadores de guanaco”, apunta la científica.

Por otro lado, la tecnología usada en cada choza también difería. “En la choza ceremonial había microlascas de vidrio de al menos seis colores diferentes. En cambio, en la doméstica sólo aparecían dos colores, el transparente y el verde. Es probable que esto sea así porque en la segunda choza sólo vivía un grupo familiar, pero en la ceremonial convivía gente que traía material de otros lugares”, deduce Mansur.

“Además, hay diferencias en cuanto a la gestión de los residuos. En la choza ceremonial, prácticamente no hay desechos fuera del fogón, el cual funcionaría como un sistema de incineración para ocultar la evidencia y mantener el `secreto´. Sin embargo, en la choza doméstica hay algunos residuos quemados por una cuestión de limpieza, pero también hay otros tantos fuera del área del fogón”, agrega la investigadora.

Por lo tanto, Mansur resume: “Estas diferencias muestran que en la choza ceremonial pasaban muchas cosas que en el relato de Gusinde no aparecen, probablemente porque él no pudo verlas debido a que los selknam ya estaban viviendo en estancias, pero que sí las encontramos en el dato arqueológico”.

Esta investigación comenzó en 2003, pero los trabajos de campo terminaron hace dos años. Luego, los científicos realizaron los análisis de materiales en el laboratorio y las comparaciones con la documentación etnográfica. “A fines del año pasado, terminamos de escribir un libro con todos los resultados y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de España lo publicará este año”, concluye Mansur.