Feminicidios: por ser mujeres

Todos los días, en algún rincón del mundo, una mujer es asesinada por el sólo hecho de ser mujer. A falta de datos oficiales, las investigadoras de género analizan la problemática desde diferentes enfoques, partiendo de las estadísticas que aportan las ONG´s que indican que cada 31 horas una mujer es asesinada.

María Florencia Alcaraz (Agencia CTyS)  Quemadas, ferozmente golpeadas, gatilladas a sangre fría o violadas. Son asesinadas y sus muertes silenciadas por el simple hecho de ser mujeres. Víctimas de una trama social tejida por el sistema de patriarcado, no solo constituyen un número estadístico, sino una problemática social.

En el Día internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer , la Agencia CTyS  indaga sobre cómo el ámbito científico y académico enfoca la mirada sobre el feminicidio, la forma más grave de violencia contra la mujer .

Se trata del homicidio motivado por su condición de género. La antropóloga feminista Marcela Lagarde habla de un “genocidio contra mujeres”, y todas las investigadoras de la temática coinciden en que son “crímenes de odio contra las mujeres.”

“Para un estereotipo machista es insoportable que las mujeres tengan autonomía económica o reconocimiento social, entonces, ahí se ejerce la violencia”, sostiene Graciela Di Marco, socióloga y doctora en Ciencias Sociales. “El patriarcado mata y  hasta que no se entienda eso, va a resultar difícil salir de la pena que dan las estadísticas”, advierte.

Perpetrado mayoritariamente por la pareja o ex pareja, el feminicidio es un acto cuyas víctimas no pueden agruparse según su edad o condición socioeconómica. “La violencia contra las mujeres no reconoce clases sociales”, asegura, por su parte, Cecilia Canevari, investigadora del Instituto de Estudios para el Desarrollo Social (INDES) de la Universidad Nacional de Santiago del Estero (UNSE).

Al respecto, Aluminé Moreno, politóloga e investigadora del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género (UBA), en diálogo con la Agencia CTyS, plantea que “la idea de feminicidio politiza estos delitos porque postula que el género es un principio que produce desigualdad”.

“El feminicidio, en tanto fenómeno social, se constituye como un obstáculo para la participación política y social de las mujeres porque aún las que no sufren directamente violencia conviven con la amenaza de que podrían ser víctimas”, explica Moreno.

Existe, además, el denominado “feminicidio vinculado”, que incluye a las personas que intentan impedir el crimen de la mujer víctima y también son asesinadas por el femicida, o aquellas que tienen un vínculo familiar o afectivo con la mujer y son asesinadas con el fin de castigarla con ese crimen. Suelen ser madres, hijos o hermanos de la mujer víctima.

Un ejemplo es el reciente asesinato de Tomás, el nene que apareció muerto en Lincoln, presuntamente en manos de la ex pareja de su madre. “El horrendo caso de Tomás es un feminicidio vinculado porque el homicida intentaba pegarle a ella”, analiza Canevari. 

Víctimas de un sistema desigual

En el período que va desde enero a octubre de 2011 el Instituto de Estudios Jurídicos Sociales de la Mujer relevó un total de 233 feminicidios en todo el país. Esta estadística incluye a las mujeres que murieron por causa de abortos inseguros. De esta manera, en Argentina, una mujer es asesinada cada dos días.

Sin embargo, estas cifras no son absolutas, ya que ante la ausencia de datos oficiales que discriminen los crímenes según sexo, las organizaciones de la Sociedad Civil y las científicas del área incorporan para sus investigaciones  la información que aportan los medios de comunicación cuando difunden un caso de feminicidio.

Desde 2009, en Argentina existe la Ley de Protección Integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres, Nº 26485, que tipifica las formas de violencia contra la mujer y crea dispositivos de control y prevención.

En relación a la ley, Aluminé Moreno, que a su vez es Directora de la Comisión de Mujer, Infancia, Adolescencia y Juventud de la Legislatura porteña, plantea que tiene “enfoques interesantes”, pero cuestiona la existencia de “una brecha entre lo que propone la ley y las prácticas concretas de los operadores/as judiciales, que siguen teniendo una mirada misógina y negadora de la violencia contra las mujeres”.

Por su parte, a modo de propuesta, Di Marco, directora del Centro de Estudios sobre Democratización y Derechos Humanos (CEDEHU) de la UNSaM, apunta a la prevención para poder superar lo que ella denomina una “fabrica de violencia” a través de la formación en  la resolución de conflictos en los que, la mayor parte de las veces, son las mujeres las que ponen sus cuerpos.

“Es importante que, desde una política pública, se promueva la reflexión acerca del patriarcado. Para ello, son fundamentales los talleres de educación popular, donde se aprende a partir de la experiencia”, remarca.

El campo como territorio de violencia

Un área de estudio poco explorado por la academia es la violencia contra las mujeres en el campo. “Decir que en los ámbitos rurales hay menos violencia que en las ciudades es parte de un imaginario colectivo que indica que en la ciudad se viven relaciones más tensas y violentas, mientras que en el campo todo es tranquilidad”, expresa Canevari.

La investigadora, tomando como punto de partida las cifras aportadas por las organizaciones sociales, indagó sobre esta situación en Santiago del Estero, una provincia donde más de la mitad de las personas viven en poblaciones de menos de 2 mil habitantes.

“A partir del informe demostramos que en las áreas rurales la violencia contra las mujeres existe”, afirmó Canevari. Según la investigación, en el período de 2008- 2010, en Santiago del Estero fueron asesinadas 34 mujeres, un número tres veces superior a la media de otras provincias.

La investigadora llegó a la conclusión de que, a pesar de las iniciativas que surgen de la sociedad civil, “es el Estado el responsable de relevar y dar respuesta frente a esta problemática”. Y,en este sentido, advierte: “esto es la punta de un iceberg, porque la muerte pone en evidencia todo aquello que está silenciado y oculto dentro de los hogares”.