La imaginación como semillero de nuevos científicos

A lo largo y ancho de todo el país, existen talleres donde adolescentes realizan investigaciones y productos tecnológicos guiados por adultos voluntarios. Estos espacios completamente gratuitos reciben el nombre de Clubes de Ciencia y están aglutinados en una red nacional supervisada por el Ministerio de Ciencia y Tecnología.

Gaspar Grieco (Agencia CTyS) - Entrar al garage de la casa de Marcela es siempre un desafío. Quien ingresa allí debe avanzar acomodando su cuerpo cual pieza de tetris para esquivar aparatos mecánicos y no pisar algún equipo sofisticado. Claro, en realidad, el garage de Marcela funciona como el Club de Ciencias “Albert Einstein” de Gran Bourg. En ese lugar, decenas de chicos y adolescentes se reúnen todos los sábados para construir  artefactos tecnológicos osados y realizar investigaciones científicas.

Los Clubes de Ciencia son organizaciones sociales que surgen de forma espontánea y se encuentran distribuidos por todo el país. Allí, los chicos se reúnen periódicamente a partir de los 15 años para realizar investigaciones y experimentos científicos con la guía de un adulto comprometido que trabaja en forma voluntaria. Además, en estos espacios los proyectos son elegidos en forma conjunta y se organizan de manera horizontal.

El “Albert Einstein”, guiado por la profesora de matemáticas Marcela Pellegrino y el ingeniero electrónico Patricio Rogada, se dedica a la fabricación de artefactos impulsados por energías alternativas. Gracias a su ingenio e imaginación, los participantes han creado una pequeña embarcación impulsada por energía solar, un generador de biogás y hasta una estación meteorológica, entre otros aparatos.

“Es un espacio que se genera como si fuera el club del barrio, pero se trabaja en ciencia. Es muy lindo porque cada club de cada provincia tiene una realidad y una problemática diferente. Aunque utilicen productos tecnológicos iguales, responden a las necesidades de la comunidad”, destaca Marcela Pellegrino en diálogo con la Agencia CTyS.

Por su parte, Patricio Rogada remarca el entusiasmo con el que los chicos trabajan y la importancia social que conlleva: “Es un semillero de nuevos científicos. Además, yo creo que es una de las armas más sólidas contra las drogas, porque los chicos ven que sus creaciones son llevadas a la realidad y un chico que está orientado, estimulado y participa de reuniones institucionales crea una barrera que impide que los mercaderes de la  muerte se metan”.

El aporte del Estado

El trabajo realizado por los Clubes de Ciencia tiene tanto impacto en la sociedad que el Ministerio de Ciencia y Tecnología, a través del Programa de Popularización de la Ciencia, incorporó a todos a una red virtual donde pueden intercambiar información  y organiza y financia encuentros nacionales y regionales. Además, la cartera de Ciencia dispone de un directorio de clubes de acceso público. Todos los que deseen conocer su locación y sus actividades pueden ingresar al siguiente link .

Al respecto, la coordinadora del Programa Nacional de Popularización de la Ciencia y la Innovación, Vera Brudny, cuenta a la Agencia CTyS que “todos los docentes y chicos que participan lo hacen con muchísimo gusto, con muchísimo amor y con un compromiso con la comunidad. Dado que uno de nuestros objetivos es generar vocación en ciencia y tecnología, esto es un campo extremadamente fértil”.

La cartera de Ciencia y Tecnología ha organizado 2 encuentros nacionales el año pasado y para el 2014 tiene previstos realizar 5  encuentros regionales. No se llama a una convocatoria abierta, sino que cada provincia cuenta con un referente provincial que los aglutina, es decir, los cita de acuerdo a criterios amplios. Así, se eligen a 4 clubes por región. En todos los casos, el costo de los viajes, la estadía y las actividades son financiadas por el ente público.

“Hemos organizado cursos de capacitación para los guías de los clubes y para los chicos y este año estamos lanzando un proyecto que se conoce como Ciencia Ciudadana, en el que se estudia cómo son los mecanismos de aprendizaje y para esto utiliza como modelo el pajarito chingolo. La idea es que todos los clubes de ciencia participen de la iniciativa”, adelanta la funcionaria.

Por su parte, Marcela Pellegrino explica la forma en la que los profesores son capacitados, tanto desde el Ministerio como por iniciativa de otros líderes de clubes: “nosotros estuvimos reunidos haciendo trabajos de resolución de problemas científicos. Cómo vos te plantás frente a un problema científico y cómo lo divulgás y resolvés, uno trata de trabajar con los profes para que no encasillen a los adolescentes y que puedan tener una visión más amplia”.

La imaginación de Einstein

Sergio, de 19 años, es uno de los partícipes que le da vida al Club de Ciencia “Albert Einstein”. Él, que concurre a los encuentros desde los 15 años, realiza todos los bocetos de los artefactos que se fabrican y cuenta su experiencia: “el club forma parte de mi rutina de todas las semanas. Siento que ya es parte de mí. Es algo que realmente me gusta y no lo siento como una obligación. Siempre que estamos ahí es pura risa, no hay presiones y estamos muy cómodos”.

Lejos de jugar a ser científicos, en el taller de Grand Bourg se producen artefactos tecnológicos pensados para solucionar los problemas relacionados con la contaminación del medioambiente y el derroche de energía convencional. A partir de su ingenio y astucia, los chicos han desarrollado la embarcación ES10, que es impulsada por la energía solar que almacenan sus paneles.

“Este prototipo está diseñado para uso popular, para pescadores, porque el desafío fue llevar las energías renovables al público general. La luz de proa es solar, la luz de fondeo y de registro de izquierda a derecha también es solar, y todos los aportes provienen de la carga de batería que es alimentada por 3 paneles solares. De esta manera, se reduce el impacto ambiental por contaminación por combustión y acústica”, explica Patricio Rogado.

A su vez, del taller de Marcela también salió un prototipo de estación meteorológica, donde con un luxómetro se mide el nivel de incidencia de la energía solar y lo transmite por WiFi a una pantalla que registra la cantidad de watts por m2 que produce el sol. La idea es utilizarla para calibrar los paneles solares que forman parte de los demás proyectos.

A pesar de la imaginación y las ganas con las que trabajan, los clubes de ciencia tienen un problema común: el dinero. El “Albert Einstein”, particularmente, recibe donaciones de equipos y reparación de los mismos por parte de algunas empresas que se comprometen con su trabajo, debido a que la ayuda por parte del Estado aún no llegó a financiar los proyectos.

Sea cuidando el medioambiente, generando teoría social, plantando árboles o resolviendo ecuaciones, la calidad de las producciones que generan los Clubes de Ciencia es fácilmente observable y la experiencia de pertenecer a uno de ellos merece ser relatada por uno de sus protagonistas: “Yo cuando empecé no tenía ni idea de lo que era un circuito eléctrico, pero de apoco me fui metiendo y aprendiendo. Cuando vemos el dispositivo terminado sentimos realmente un orgullo”, concluye Sergio sonriendo.