Hacia un derecho y una ciencia más que humanos

Tres investigadoras de CONICET reflexionan sobre el llamado “giro ecocéntrico” y valoran las posibilidades que ofrece en un contexto de crisis social y ambiental.

Carolina Vespasiano (Agencia CTyS-UNLaM) - En pleno contexto de crisis ambiental global, distintas corrientes del pensamiento fueron emprendiendo la tarea de religar lo humano con todo lo que lo excede y lo constituye: montañas, ríos, minerales, plantas y animales, seres de todas las formas que abandonaron su lugar de “objeto” para actuar como sujetos de derecho y hacerse oír.

La abogada Valeria Berros (UNL), la antropóloga María Carman (UBA) y la bióloga y antropóloga Celeste Medrano (UBA) sintetizaron, en un artículo para la revista QUID 16 del Instituto de Investigaciones Gino Germani, diversas experiencias argentinas de este “giro ecocéntrico” y su impacto tanto en el hacer científico como en el campo del derecho.

“Romper con la cuestión cartesiana de humanos - no humanos exige un esfuerzo ontológico, es decir, que pide ralentizar, parar, romper, volver a pensar y armar con otros… Ahí creo que nos ubicamos y ese es el espíritu de nuestros derroteros”, expresó Medrano, en diálogo con la Agencia CTyS-UNLaM.

Herencias modernas
El giro ecocéntrico es una corriente de pensamiento y formas de vida que responde, de diversas maneras, a la razón moderna. Si la subordinación histórica de la naturaleza en función de los intereses humanos guió las transformaciones sociales hasta nuestros días, el nuevo giro propone poner a humanos y no humanos en pie de igualdad; entenderlos como partea de un todo sin jerarquías.

En la práctica, según el giro ecocéntrico, los seres animales, vegetales y minerales, los paisajes y los individuos dejan de ser “objetos” a explotar para comenzar a cobrar valor por sí mismos como sujetos de derecho. En el escenario de la lucha ambiental argentina, ecos de estas maneras de pensar se ven en las formas de confrontar el extractivismo, por ejemplo, en Rosario, cuando el pueblo clama “somos el humedal”.

“Estamos tratando de interrogarnos sobre cómo lograr un empalme entre derechos humanos, derechos de los animales y derechos de la naturaleza desde una mirada cosmopolítica, más abierta a la diferencia, más emancipadora”, explicó Berros y, junto a sus colegas, invita a pensar cómo estos nuevos paradigmas, visibles en el ambientalismo y en las cosmovisiones indígenas, se pueden traducir en las prácticas científicas y jurídicas concretas.

De la letra fría a un Derecho que escucha
Berros sostiene que, en lo que respecta al campo del Derecho, tiende a predominar un enfoque positivista, más apegado a lo que dice la norma y a las sentencias previas. No obstante, existe otra forma, la mirada sociojurídica, que incorpora los aconteceres del contexto y se acerca, de esa manera, a estas nuevas concepciones de lo natural.

“El giro ecocéntrico en sí mismo es un gran aliciente para el desarrollo de esta mirada, porque permite ver de manera bastante clara o directa que las normas tienen un contexto, una temporalidad y unos significados relacionados con ciertas discusiones sociales que se dan en un tiempo y en un espacio”, explicó la investigadora.

Si bien Argentina cuenta con un cuerpo bastante robusto y pionero de leyes tendientes a proteger el ambiente, hay áreas, como el derecho penal, con nichos vacantes para responder a eventos de graves consecuencias socioambientales, como las quemas o la tala ilegal.

“El derecho penal ambiental argentino –ejemplifica Berros– tiene una muy escasa tipificación de delitos que puedan ser considerados ambientales. Al no tener normas específicas para muchos delitos graves, se deben usar otras herramientas que no dan cuenta exactamente de la gravedad de hechos como los incendios, por lo que las penas terminan siendo muy bajas y no generan la función que se espera socialmente de los delitos”.

Derecho al equívoco
Las tres autoras de la publicación La irrupción política, ontológica y jurídica de no-humanos en los mundos antropocénicos coincidieron en que, para romper con los dualismos cartesianos en las ciencias, es clave poder contemplar otros modos de habitar el mundo, en los que, tal como expresa Medrano, “la polaridad humanos-no humanos está desdibujada”.

Por ejemplo, a lo largo de su artículo, las investigadoras apelan a estudios sobre el rol que ocupa el fuego en las prácticas de los pueblos mapuches, y cómo esta entidad natural revela no solo una identidad ancestral, sino una forma de participar en diversas discusiones políticas y sociales actuales.

Para el equipo, lo esencial es comenzar a mirar esas otras formas de vincularse o de gestionar conflictos, que muchas veces se alejan de las posturas conservacionistas más instaladas o de aquellas que nacieron en el seno de las ciencias exactas. En otras palabras, las investigadoras consideran que, para hacer realmente ese “giro”, el diálogo con otros discursos debe ser en plano de igualdad, aún cuando ese ida y vuelta haga lugar, también, para el desencuentro y el error.

Algo así experimentó la antropóloga María Carman cuando comenzó a estudiar, junto a la investigadora Victoria González Carman, el vínculo entre biólogos conservacionistas y pescadores artesanales en la costa patagónica. En particular, indagó sobre las tensiones entre unos y otros por la captura incidental que los pobladores realizaban sobre una especie de delfín en peligro de extinción.

“Analizamos cómo son esos programas de conservación que llevan adelante los biólogos junto a los pescadores artesanales, y cómo opera ahí una clausura ontológica del mundo del trabajo y el mundo de la vida de los pescadores, que muchas veces no es tenido en cuenta desde el punto de vista del saber experto”, explicó Carman.

En rigor, la investigadora sostuvo que un diálogo entre el saber científico y el saber local puede llevar a que, en materia de conservación, los pobladores incorporen o multipliquen sus prácticas con perspectiva ambiental, pero ese proceso puede darse manteniendo otras prácticas que tienen sentido para dichas comunidades, como lo es la pesca artesanal.

“Todo el tiempo pareciera que los cientistas sociales les estamos reclamando coherencia, pureza a esos sectores populares con los que trabajamos, cuando nosotros mismos tenemos equívocos. El desafío es poder brindar herramientas para trabajar de otra forma y que haya un proyecto de simetrización entre esas otras voces y maneras de vivir el mundo”, completó.

En suma, ese oleaje de nuevos discursos lentamente va interpelando a los esquemas modernos, sus dualidades y jerarquías, pero la forma en que aparecen estos cuestionamientos es y será muy propia de cada territorio y su trayecto histórico.

“Investigar es romperse para rearmarse con otros, y creemos que esto no solo le suma discurso a las resistencias locales que luchan por el buen vivir: es la única posibilidad de reinventar la existencia misma”, concluyó Medrano.