UNITEC, un laboratorio de ciencia solidaria

Un puñado de profesionales y futuros ingenieros de la Universidad Nacional de La Plata se pusieron al hombro la noble tarea de achicar la brecha hacia una sociedad más inclusiva y equitativa. Para lograrlo, desarrollaron un espacio que brinda soluciones a bajo costo y de forma personalizada.

Carolina Vespasiano (Agencia CTyS-UNLaM) – Un juguete de Winnie Pooh, un comunicador pictográfico, un localizador sonoro de aros de básquet y un laboratorio de marcha son, a simple vista, objetos que no parecen tener demasiadas semejanzas. Pero, si se los observa de cerca, hay un factor que los vuelve similares: en los cuatro casos, se trata de objetos inclusivos.

Creados por un grupo de personas alertadas por las necesidades de quienes padecen discapacidades mentales y motrices, estos prototipos vienen a brindar soluciones efectivas desafiando las agujas del reloj. Con esta impronta se estableció UNITEC, una unidad de extensión de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de La Plata diseñada para ayudar y capacitar.

En diálogo con Agencia CTyS-UNLaM, la Ingeniera y directora del proyecto, María Cristina Cordero, cuenta la trayectoria de esta plataforma que partió de la asistencia tecnológica para luego transformarse en un ambicioso proyecto creativo, pedagógico y solidario que apuesta a la integralidad científica.

El proyecto nació en 2008, cuando las maestras de la Escuela Especial nº 535 de La Plata pidieron a la universidad que reparen unas computadoras que, hasta entonces, no habían podido utilizar. Luego de arreglarlas, el equipo se dio cuenta de que había logrado algo más que un simple service: habían permitido que una alumna escribiera su nombre, por primera vez.

Desde aquella experiencia, este grupo de alumnos y docentes de Ingeniería se fue transformando en una usina de proyectos que buscan resolver problemáticas específicas de las distintas manifestaciones de la discapacidad, a corto plazo y a un costo bajo. La consigna es la creatividad y la receta, el trabajo en equipo.

Así se forjaron los primeros lazos entre la unidad y la Escuela Técnica Albert Thomas de La Plata, con la que se realizó un convenio de prácticas profesionalizantes para sus alumnos que, mientras aprendían a reparar y armar PCs, tenían un primer contacto con el ámbito universitario y profesional, dando apertura al Laboratorio de Asistencia Técnica a Escuelas de Educación Especial (LATE).

Pero el arreglo de computadoras fue tan solo el puntapié inicial. Una vez que las maestras observaron los resultados y se capacitaron para utilizarlas, comenzaron a demandar hardware y software más específico para acercar la tecnología a los alumnos que padecían diversas dificultades. Algunos de estos pedidos eran de fácil acceso y, otros, ni siquiera se encontraban en el mercado.

De ahí que, por ejemplo, se desarrollaron diversas variantes de mouse de computadora para que personas con escasa movilidad lo pudieran manipular, o juguetes adaptados para enseñar la noción de “acción/reacción”, entre otros elementos que debían cumplir con requisitos como la autoportabilidad, el bajo costo, la eficacia y, sobretodo, la urgencia.

En esa línea, la Magíster en Ingeniería Biomédica explicó que la producción de hardware y software especializado para inclusión es, en cierta medida, incompatible con la manufactura en serie. “Ante la misma discapacidad –sostiene-, las personas se manejan de forma diferente. Las discapacidades son infinitas, y las necesidades, muy personalizadas”.

Hacer de la Ingeniería una ciencia social
Como cada caso tiene su grado de singularidad, el desarrollo de los artefactos se vuelve casi un trabajo artesanal. Sin embargo, el cambio más significativo para los profesionales se da en la lógica de trabajo, que los invitó a tener un contacto cercano y permanente con los usuarios y su problemática.

“Se trata de una necesidad que no estaba alimentada de ninguna manera y a la que no había respuesta”, dirá la directora de este proyecto en referencia a uno de los casos más significativos en los que participó UNITEC: el caso de Juan Cobeñas.

Cobeñas es un estudiante –a punto de recibirse- de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de La Plata. Padece una parálisis cerebral que no le permite realizar movimientos ni expresarse oralmente. Se comunicaba por medio de un sistema de hojas que tenían escritas las letras del alfabeto, pero que resultaba engorrosa a la hora de expresarse.

El problema llegó a oídos del equipo y ellos pusieron manos a la obra. De allí resultó el comunicador digital “Intercom 1.3”, un software para PCs, celulares y tablets que reproduce oralmente lo escrito con una interfaz similar al sistema analógico que utilizaba Juan. Actualmente, este programa fue universalizado por medio de versiones de software libre en JAVA y Android.

Al respecto, Cordero señala que no se trata siempre de innovaciones de tipo tecnológicas sino económicas, en referencia a que lo que se prioriza en estos elementos es la practicidad y el alcance de resultados óptimos al menor costo y con la mejor calidad.

Epicentro creativo
Otra de las grandes obras de UNITEC es la creación de un Laboratorio de Marcha para la Asociación Pro Rehabilitación Infantil La Plata (APRILP). El equipamiento - que está en pleno desarrollo y se estima que para finales de este año esté disponible- permite la detección de patologías motrices que generalmente se derivan de afecciones neuronales.

Hasta el momento, el único dispositivo de estas características se encontraba en el Instituto Fleni, pero, a diferencia de ese laboratorio, el prototipo desarrollado por UNITEC se adaptará para determinar intervenciones quirúrgicas relacionadas con la cuestión ortopédica, uso de órtesis, prótesis, medicación y distintos tipos de rehabilitación.

Es aquí donde se evidencia el carácter interdisciplinario con el que se encaran los proyectos, puesto que el diálogo de la ingeniería con la medicina y la arquitectura para este desafío se completa con la experiencia de los pacientes.

Del laboratorio al aula, y del aula a la sociedad
Además de la ya aceitada producción de elementos adaptados y software para personas con discapacidad, la unidad de extensión dio un paso más allá y se ocupó de brindar competencias en el área de la reparación de computadoras a personas con necesidades especiales para facilitar su salida laboral.

“Los cambios globales siempre empiezan por un grupito de personas”, reflexiona la investigadora, y acerca una imagen que sintetiza la búsqueda fundamental de este espacio: una foto de Fausto, un joven que participó de ese curso de capacitación y que había sigo diagnosticado con el Trastorno del Espectro Autista, entregando computadoras reparadas a una escuela de educación especial.

Y en ese cercano recuerdo se forjó la vocación de Fausto por la Ingeniería, convirtiéndose en la primera persona autista que ingresó a una universidad pública.

Crear un ambiente inclusivo
Actualmente, la unidad sigue implementando los servicios propuestos, cuyos resultados se conocieron a lo largo y a lo ancho del territorio, y planea elevar a un siguiente nivel las soluciones para personas con discapacidad mental o motriz por medio de la domótica y la robótica.

“Estamos trabajando en domótica para instalar en una casa lo que se conoce como vivienda adaptada para personas con discapacidad en la que, desde un control remoto, un celular o una PC, puedan comandar acciones como el abrir la ventana, encender el aire acondicionado o una computadora”, adelanta Cordero.

Mientras tanto, el proyecto general de UNITEC sigue con su norte fijado en la transmisión de conocimiento, en la formación de profesionales conscientes de las problemáticas de su entorno social y en el traspaso de todo el aprendizaje adquirido a una investigación científica multidisciplinaria.

“La integralidad –concluye-, es incluir la docencia con la extensión, la transferencia y la investigación. Integrar todos los aspectos en los que se puede cubrir el conocimiento de la universidad y, en nuestro caso, se da naturalmente una cosa con otra”.