"La energía nuclear es una de las pocas que garantiza cero emisiones de dióxido de carbono"

Adriana Serquis, presidenta de la Comisión Nacional de Energía Atómica repasa los desafíos y proyectos de la institución, en línea con los compromisos asumidos por el país hacia una transición energética para lograr la meta de carbono neutral hacia 2050. También destaca la importancia de contar con una soberanía energética y pondera las iniciativas para lograr una equidad de género en el sector.

Fundada el 31 de mayo de 1950, la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) es una de las instituciones más emblemáticas e históricas del Sistema de Nacional de Ciencia y Tecnología de Argentina. A lo largo de estas décadas, consolidó su reputación tanto a nivel nacional como internacional y se volvió clave a la hora de diseñar e implementar políticas en materia de energía nuclear.

“Uno de los objetivos principales que tenemos en la CNEA, desde que inició esta gestión, es la reorganización de la institución y el establecimiento de objetivos prioritarios, como revalorizar todas las actividades de aportes tecnológicos y proyectos estratégicos para poder ponerlos a andar de nuevo. Es el caso, por ejemplo, de los reactores CAREM y RA-10, y el proyecto ATUCHA III”, remarca, en diálogo con la Agencia CTyS-UNLaM, su actual presidenta, Adriana Serquis.

Doctora en Física e investigadora principal del CONICET, Serquis destaca en esta entrevista los aportes del organismo para el desarrollo de un sector energético sustentable, el vínculo de la CNEA con actores científicos y tecnológicos y los aportes de proyectos claves como ATUCHA III y el CAREM.

¿Qué potencial tiene la energía nuclear en Argentina?

Como país, estamos comprometidos con la transición energética, para poder bajar la emisión de gases de efecto invernadero hacia el 2035 y poder llegar a una emisión cero para el 2050. En ese contexto, la energía nuclear no se puede dejar de lado, porque es una de las pocas que garantiza cero emisiones de dióxido de carbono. Más allá de que las energías renovables, como la eólica y la solar, son necesarias, tienen un problema que es la intermitencia. Todo lo que significa almacenamiento de energía para esa intermitencia hace que necesites, por otro lado, garantizar una energía de base continua. Ahí es donde entra en juego la energía nuclear. Ese pequeño porcentaje de la energía nuclear que necesitas tener en tu matriz no puede disminuir; al contrario, debería ir aumentando, para poder garantizar la sustentabilidad de esa energía. Tenemos la capacidad tecnológica de desarrollar el ciclo completo, aunque todavía nos falten algunas herramientas, para poder llegar a tener una verdadera soberanía tecnológica que nos garantice soberanía energética.

¿Siente que fue cambiando la perspectiva de la sociedad en torno a la energía nuclear y sus objetivos y características?

La CNEA y todo el sector nuclear siempre fueron muy reconocidos en nuestro país. Con el paso del tiempo, quizás el sector fue teniendo mala prensa con algunos de los eventos a nivel mundial, como Chernóbil o Fukushima. Más allá de esas cuestiones, a nivel internacional la CNEA es muy reconocida. Por otro lado, nunca se ha dejado de valorizar el conocimiento tecnológico que tenemos al respecto. Uno de los aspectos más aceptados de la sociedad es que el desarrollo de la tecnología nuclear nos permite tener otro tipo de tecnologías, como el área de medicina nuclear, la radioterapia, y también otros más desconocidos que nos falta poder divulgar más, como la irradiación de alimentos, el tratamiento de plagas, entre otros. Además, toda el área nuclear creció mucho gracias al desarrollo de materiales, y ese desarrollo de conocimiento permitió ir metiendo tecnologías en otros ámbitos.

¿Considera que todavía se mantienen algunos mitos o estereotipos en torno a la energía nuclear?

Sí, por eso nos parece tan importante ir contando las cosas que se pueden hacer. Contar, por ejemplo, que muchos tipos de radiaciones están presentes en la vida cotidiana y que el nivel de supervisión que tienen los organismos del área nuclear son muy grandes y fuertes. Tenemos la autoridad regulatoria nacional que está separada de la CNEA, es decir, como una institución aparte. Esto se debe a una normativa internacional que tiende a que las entidades regulatorias sean fuertes e independientes. El manejo de todo este material en particular es más seguro de lo que la gente cree. La cantidad de accidentes que hubo en la humanidad relacionado con la energía nuclear -que existen, no los negamos-, son, en proporción, muchísimo menor que los que producen otro tipo de energías comunes, como el carbón, el petróleo, el combustible fósil, que producen muchísimo más daño en el medio ambiente.

Respecto a los proyectos de ATUCHA III y CAREM. ¿Qué impacto y qué importancia tienen ambas iniciativas?

El proyecto ATUCHA III tiene que ver con un compromiso país-país de hace muchísimos años, y que, en principio, busca tener grandes centrales nucleares en un plazo medio, volver a tener en la red 1200 mega watts en la red eléctrica, lo que ayuda a la baja de gases de efecto invernadero. Respecto del CAREM, es una posibilidad inmensa que tenemos, ya que se trata del primer desarrollo completamente argentino de un reactor de potencia que produce energía eléctrica. Se diferencia respecto a los anteriores que se hicieron en el país, que fueron para investigación. Además, tiene un 70 por ciento de fabricación nacional, que implica el desarrollo de pequeñas y medianas industrias a su alrededor. Además, nos puede dar la oportunidad de tener un producto exportable, de tecnología puramente nacional, y con fabricación en gran parte propia. Hay muy pocos en el mundo en estado tan avanzado como el de Argentina.

Pensando en los objetivos y desafíos, ¿qué aspectos destaca de este primer año de gestión al frente de la CNEA?

Estamos muy interesados en mejorar las relaciones con las instituciones vinculadas al CNEA, como la NA.SA (empresa estatal Nucleoeléctrica Argentina S.A), INVAP, y organismos afines de estos ámbitos. A su vez, como la primera y más antigua institución formal en el Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología de Argentina, queremos revalorizar los recursos humanos, tanto los altamente formados como los doctores que se incorporaron al área a partir de la iniciativa del MINCyT. Otra cuestión en la que hubo avances, y es parte de los ejes de esta gestión, es todo el trabajo de mejora en cuanto a las oportunidades y derechos para mujeres y diversidades. Avanzamos en articular con los colectivos de mujeres que ya existían, como WOMEN in NUCLEAR (WiN), y con la parte de asistencia social y psicología, tratando de crear ambientes libres de violencia. Es un ámbito que importaba, y mucho, ponerse a trabajar.

En esta línea, ¿siente que hubo una evolución en esta perspectiva en los últimos años, respecto a la igualdad de género?

El movimiento y el colectivo feminista es una fuerza impulsora en todas las áreas de la sociedad. El sistema CyT no es una excepción. Creo que también está la evolución de poder empezar a cuestionar, dentro del sector científico-tecnológico, cómo se hace para revalorizar las carreras de las mujeres y empezar a incentivarlas. Derribar mitos como que “las mujeres a las que les va bien es porque se esforzaron lo suficiente”. Hay que brindar institucionalmente las oportunidades para que esas condiciones se den. Todavía nos queda mucho trabajo por hacer. Por ejemplo, ahora se está terminando de discutir el protocolo de violencia de género institucional, más allá de que ya contamos con uno de la Administración Pública Nacional.