Un gigante inofensivo

El geólogo e investigador superior de CONICET, Jorge Rabassa, explicó que el desprendimiento de la barrera de hielo Larsen C de la Antártida es un fenómeno que, más allá de su espectacularidad, responde a procesos naturales que no guardan relación con el cambio climático.

Carolina Vespasiano (Agencia CTyS-UNLaM) - Las comparaciones inquietan. La barrera de hielo Larsen C, una plataforma que multiplica el tamaño de ciudades enteras, se dispuso a navegar por los mares del sur global. Sus dimensiones duplican la superficie de Luxemburgo y es 25 veces mayor a la de la Capital Federal.

El témpano, de un billón de toneladas de peso y una superficie de 5.800 kilómetros cuadrados, se dirige hacia al Norte desde el Mar de Weddell, y se especula que sus fragmentos surquen las aguas del Pasaje de Drake, para luego dejarse llevar por la corriente circumpolar antártica y dirigirse hacia el Este, donde se encuentran las Islas Sandwich del Sur.

La imagen resulta difícil de representar, y parece más factible en una película de ciencia ficción. Sin embargo, el gigante no asusta. Su llegada era esperada por la comunidad de geólogos que periódicamente visitan la base Marambio, situada en cercanías del extremo norte de la península antártica.

Uno de ellos es el investigador de CONICET Jorge Rabassa, que, consultado por Radio Universidad, mitiga rápidamente las alarmas sobre el desprendimiento. “Más allá de lo espectacular –asegura- se trata de un fenómeno natural y frecuente en todas las barreras de hielo que se encuentran en el continente antártico”.

El experto explica que las barreras de hielo son prolongaciones de glaciares continentales que, unidos entre sí, forman una especie de plataforma en contacto con el mar, en parte afincada sobre el fondo oceánico y en parte flotante.

Cuando los glaciares avanzan y empujan ese hielo flotante durante un determinado tiempo, ocurre el desprendimiento como en esta ocasión, que fue prevista por los científicos con meses de anticipación. “El hielo es un sólido frágil y, por lo tanto, el movimiento que llega por las mareas y el oleaje contribuye a que se generen estas grietas y su consiguiente ruptura”, completa Rabassa.

Calentamiento global, ¿culpable o inocente?
La noticia sobre la separación del bloque Larsen C ha llevado a cuestionar si es el cambio climático el gran responsable de su ruptura y del crecimiento de los niveles del mar. En este caso, aunque se trate de dimensiones colosales, la incidencia es nula.

Rabassa lo explica así: “El hielo que se quiebra es hielo que ya flotaba y que ahora desplaza una masa de agua que es equivalente a su propio volumen sumergido. Aunque se derrita, su aporte al ascenso del nivel del mar es insignificante. No obstante, este ascenso sucede cuando lo que se derrite son los glaciares que no están en contacto con el mar”.

En este último punto, el calentamiento global no está totalmente desestimado. Rabassa apunta que esta variable puede ser “importante” en el continente antártico ya que “hay especialistas que sugieren que algunos grandes glaciares entrarían en una fase de colapso por estar muy cerca de alcanzar su temperatura de fusión”.

Si bien los efectos de la actividad humana ya han dejado huellas ineludibles sobre el medio ambiente (tanto que ya se ha denominado a este periodo como “Era del Antropoceno”), el deshielo de glaciares continentales también puede tener asidero en la variabilidad de la actividad solar, que repercute en la intensidad de la radiación solar que llega al planeta.

En efecto, Rabassa sostiene que se han detectado variaciones extremas del clima en el último milenio. Entre los siglos X y XIV se produjo el periodo conocido como “óptimo climático medieval”, en el que hubo un aumento notable de la temperatura que provocó el derretimiento de la película de hielo del Atlántico Norte. Poco después, se registraron pequeñas glaciaciones entre los siglos XV y XIX, etapa en la que los glaciares de todo el mundo avanzaron y dejaron muestras de ese avance en el paisaje.

Por lo pronto, Larsen C se prepara para surcar los océanos. Dejará su aspecto de muralla y visitará costas desmembrado hasta que el verano lo haya disuelto todo. Al parecer, no hay nada que temer, pero sí mucho por investigar.