La experimentación científica con especies y la falta de legislación

Ratas, ratones, cerdos y conejos son los más utilizados en la ciencia argentina. Sin embargo, no hay ninguna reglamentación nacional que controle su utilización experimental, un antiguo reclamo de los científicos.

Gaspar Grieco (Agencia CTyS). El uso de animales de laboratorio es esencial para la práctica de la experimentación biológica. A tal punto, que pueden utilizarse distintas especies o “modelos” según lo que se esté investigando. Sin embargo, hay un vacío legal en torno a la regulación de las prácticas científicas con animales y el cuidado de los ejemplares, pese a que en 2006 se envió al Congreso un proyecto de ley, hasta ahora no tratado.

La Asociación Argentina de Ciencia y Tecnología de Animales de Laboratorio (ACCYTAL), que tiene convenios con el MinCyT y la SeCyT, fue el ente encargado de elaborar la iniciativa. Uno de los fundamentos del proyecto destaca que “debe respetarse la vida de los mismos tratándose de seres sensibles, considerando imperativo cuidarlos y utilizarlos debidamente, evitando o minimizando su incomodidad, sufrimiento físico o dolor”.

“El proyecto fue enviado en el año 2006 pero está estancado, no tiene horizonte de que esté por salir”, se lamenta el Jefe del Bioterio de experimentación del Hospital Profesor Juan P. Garrahan y miembro de ACCYTAL, Marcelo Asprea.

Lejos de ver a las reglamentaciones como un freno a la experimentación, la mayoría de los científicos esperan poder guiarse por estrictas normas nacionales, porque significaría una mejora en el resultado de sus trabajos.

Es importante aclarar que los laboratorios que fabrican medicamentos para uso humano están regulados por la Asociación Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnologías (ANMAT), mientras que los dedicados a la producción de medicina veterinaria están bajo la órbita del Servicio Nacional de Sanidad (SENASA). Sin embargo, la falta de legislación hace que la situación continúe siendo gris.

“Que se oficialice una reglamentación sería de gran ayuda, porque los resultados negativos de la experimentación con animales entrarían a una base de datos para que no se vuelvan a repetir los mismos errores”, cuenta a la Agencia CTyS Maximiliano Wilda, doctor en Biología Molecular e Investigador del Instituto de Ciencia y Tecnología Dr. Cesar Milstein (CONICET).

Hay que aclarar que, antes de utilizar al animal, el científico debe estar completamente seguro del experimento que llevará a cabo, por lo que realiza previamente una serie de pruebas in Vitro.

“El salto a probar en el animal es importante, porque uno ya está tratando con un individuo que hace muchas cosas, a diferencia de lo se puede observar en la mesada”, detalla el especialista.

En el país, los animales más utilizados para los ensayos biológicos de medicamentos son los ratones, además de las ratas wistar y spray boli. En cambio, para realizar intervenciones quirúrgicas extrapolables a la salud humana, el cerdo y el conejo son los “modelos” que los científicos eligen para realizan sus investigaciones.

Las reglamentaciones alternativas

Ante la falta de una regulación nacional, los investigadores se rigen por  leyes internacionales o por las guías de uso ético de los organismos locales, como los comités de seguridad que exige el CONICET o las “3 R” que propone el INTA.

El CONICET comenzó a exigir hace dos años la creación de comités de bioseguridad destinados a proteger la salud de los investigadores, ante el peligro potencial de trabajar con agentes patógenos en animales y la evaluación del uso de los mismos dentro del laboratorio.

Por su parte, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) elaboró una guía ética basada en las denominadas “3 R” que se refieren a: Reemplazo, como la utilización de simuladores, programas computarizados, cultivos y tejidos en determinadas prácticas que pueden infligirle algún malestar al animal; Refinamiento, que tiene que ver con la calidad del ambiente donde son criados, antes y durante la experimentación; y  Reducción del número de modelos o ejemplares para el uso experimental.

Una de las reglamentaciones internacionales que los científicos argentinos utilizan como orientación se conoce como  “Principios para la utilización y el cuidado de los animales vertebrados usados en pruebas, investigación y entrenamiento”, publicado el 20 de mayo de 1985 en el Registro Federal, por la Office of Science and Technology Policy del Gobierno de los Estados Unidos.

En uno de los capítulos de esa normativa figura la “Guía para el cuidado y uso de animales de laboratorio”  en la que se prescribe que  se debe tratar de “evitar o reducir al mínimo la incomodidad, el diestrés y el dolor” de los animales de laboratorio.

Todas las reglamentaciones legales y éticas aluden a cuatro cuestiones básicas: a) utilizar el menor número de animales, b) proporcionarles el menor dolor posible, c) justificar la especie para experimentación científica, d) disponer medidas adecuadas de anestesia y analgesia o  métodos adecuado de eutanasia en los ejemplares utilizados.

Incluso, las principales revistas científicas, como Science o Nature, exigen a los investigadores que especifiquen los métodos utilizados para la investigación y, en caso de recurrir a animales, que detallen qué fue lo que se hizo con ellos, como uno de los requisitos para publicar el paper.

“Generalmente, uno  tiene que procurar  que el animal esté en un lugar que no le represente estrés. Que esté bien alimentado, a condiciones adecuadas de temperatura, con adecuados ciclos de luz-oscuridad y cuidar que no se enferme”,  menciona Wilda, quien además explica que si el animal reúne estas condiciones es más factible que el investigador pueda llegar a los resultados esperados.

Hay que aclarar que todos los animales que se utilizan para experimentación deben ser sacrificados. “Si yo estoy trabajando con un patógeno de seres humanos en un modelo de ratón, mantener ese ratón vivo es una fuente posible de infecciones. Lo que se discute es la mejor manera de sacrificarlos”, explica el doctor Wilda, quien opta por la desmedulación (separación del tronco encefálico y la médula espinal) luego de la anestesia.

Por su parte, Asprea elige la sobredosis de anestesia como método para sacrificar al animal. “Es la que menos dolor inflige –insiste-  ideal para cualquier especie”.

Asprea es miembro del Comité Institucional del Uso de Animales de Laboratorio (CICUAL) de la UBA ,que se encarga de regular las prácticas de los investigadores de esa universidad dedicados a experimentar con animales.

Cuando el investigador presenta su proyecto debe llenar un protocolo en donde detalla qué es lo que va a hacer con los animales, con qué fin, y cómo serán las condiciones de encierro de los mismos. Una vez  evaluados por el CICUAL, los científicos deben presentar el informe aprobado en el bioterio de la Universidad, si necesitan  retirar animales de allí para iniciar la investigación.

Bioterios: las guarderías de animales de laboratorio

Los científicos que requieren animales para experimentación los adquieren en un bioterio de producción donde  los técnicos trabajan en su crianza y cuidado. El precio de un ratón en las mejores condiciones puede oscilar entre los 15 y 80 pesos, según pudo averiguar CTyS en la visita realizada a un bioterio.

“Los animales no pueden estar hacinados porque esto provoca cambios de comportamiento y  en la fisonomía. Si esto ocurre, ya no sirven como un reactivo biológico. El bioterista hace hincapié en el bienestar animal”, explica la Técnica encargada del bioterio de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA, Paola Galassi.

Los bioterios sí cuentan con una detallada reglamentación dispuesta por la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología (ANMAT) que regula el cuidado y las condiciones de salud de los animales destinados a experimentación.

“Nos basamos en las reglamentaciones del ANMAT que establecen que los animales deben estar bien alimentados, en adecuadas condiciones de temperatura y humedad, no sufrir sed, ni estar sometidos a situaciones que le causen sufrimiento”, detalla Galassi.

Como dato curioso, la carrera de Técnico para Bioterios sólo se dicta en la UBA y,  al igual que un médico y un veterinario, cada egresado debe hacer un juramento hipocrático.