Arzt: "En Argentina, la ciencia es de muy buena calidad"

El director del IBioBA CONICET-Max Planck, único instituto asociado de la sociedad alemana en Latinoamérica, destaca la importancia del Ministerio de Ciencia y del Polo Científico para consolidar la ciencia a nivel nacional y subraya cuánto creció el perfil social de los investigadores.

Nicolás Camargo Lescano (Agencia CTyS-UNLaM)- Toda historia tiene su punto de inflexión. Los trabajos científicos que explicaban cómo una supuesta locura del rey Jorge III de Inglaterra se trataba en realidad de una particular enfermedad genética hereditaria se convirtieron en un antes y un después para un joven estudiante de Farmacia y Bioquímica. “Ya por ese entonces me sentía atraído por el trabajo en el laboratorio, pero al conocer esa historia confirmé que quería hacer algo así”, relata Eduardo Arzt, hoy consolidado como uno de los investigadores más destacados en el área de la biomedicina.

Más allá de la pequeña anécdota de la realeza británica, la historia científica de Arzt –biólogo molecular, profesor titular de la UBA e investigador Superior del Conicet– tiene en realidad un inconfundible acento alemán, a raíz de una fuerte y fecunda vinculación con la Sociedad Max Planck. Primero, por su posdoctorado en uno de los institutos de la prestigiosa organización germana y por ser aceptado como miembro científico externo, uno de los pocos científicos latinoamericanos que obtuvieron esa categoría. Pero, principalmente por ser, desde su fundación, el director del Instituto en Biomedicina de Buenos Aires Conicet-Partner de la Sociedad Max Planck, que en estos pocos años que lleva de vida se posicionó como lugar de referencia a nivel regional.

La histórica y exitosa colaboración científica de muchos investigadores argentinos como Tom Jovin y Francisco Barrantes con la Sociedad Max Planck y la estrecha relación académica entre Arzt y la misma fue clave para que esta última desembarcara en Buenos Aires para instalar su primer instituto en Latinoamérica, en tiempos en que el Polo Científico daba sus primeros pasos. “Los investigadores jóvenes que forman parte del IBioBA tienen un potencial enorme y van a dar resultados muy importantes –asegura Arzt–. Con el apoyo de la sociedad Max Planck y por supuesto del Conicet vamos a lograr el objetivo de posicionar al IBioBA como un lugar de referencia en el campo”.

Ahora que ya pasaron algunos años y se puede hacer un análisis sobre lo realizado, ¿qué impacto cree que tuvo la creación del Ministerio de Ciencia y Tecnología y del Polo Científico Tecnológico?

La creación y existencia del Ministerio de Ciencia es fundamental para darle el lugar jerárquico que le corresponde a la ciencia. El hecho de que tenga su lugar propio, en este caso con el Polo, la visibiliza frente a la sociedad de una manera muy importante y muy reconocida. Para mantener el impacto positivo en la sociedad es imprescindible que se incrementen sostenidamente los niveles de financiamiento. En relación particular con el IBioBA, tanto el Ministerio como la creación del Polo tuvieron un rol decisivo, ya que fue un aval importante para que la Sociedad Max Planck decidiera que  su proyecto de un instituto asociado en Sudamérica fuera en Argentina. En realidad, en ese momento no se tenía pensado que hubiera institutos en el Polo, pero en conversaciones que tuve con las autoridades de ciencia surgió la posibilidad de tener un componente de institutos vinculados con otros internacionales. El hecho de que finalmente la Sociedad Max Planck decidiese instalar su instituto aquí potenciaba al Polo, al tiempo que este último potenciaba las virtudes de Max Planck para instalarse en Argentina. Ambas cosas se retroalimentaron.

¿Y en relación a los primeros años del IBioBA?

La evaluación que hago es muy positiva. A nivel científico, es un instituto que en cuatro años logró una presencia fuerte: tiene muchas colaboraciones con universidades y otros institutos del Conicet, prestamos servicios a muchas instituciones a través de diversas tecnologías y tenemos muchas colaboraciones con hospitales, con los cuales desarrollamos protocolos clínicos en conjunto. Además, las herramientas académicas que nos provee la Sociedad Max Planck, como las evaluaciones externas, nos están llevando a que el desarrollo del instituto sea muy bueno. Por otro lado, a nivel regional, el IBioBA forma parte de la Red de Biomedicina del Mercosur, junto a la Fundación Oswaldo Cruz, de Brasil; el Laboratorio Central de Salud Pública del Ministerio de Salud (LCSP), de Paraguay, y el Institut Pasteur de Montevideo (IP Montevideo), de Uruguay. Esto nos posiciona en un lugar muy interesante; de hecho, la revista Nature hace un par de años puntualizó brevemente tanto en la Red del Mercosur como el desarrollo de este instituto como un buen ejemplo de colaboración internacional.

Argentina siempre tuvo una gran tradición en ciencia básica. ¿Qué se hace en el IBioBA en relación a la ciencia básica articulada con la ciencia aplicada?

Creo que la ciencia es una sola y, en Argentina, es ciencia de muy buena calidad. No hay que proponerse en hacer ciencia aplicada sino hay que hacer buenas preguntas y hacer buena ciencia. Y, por supuesto, tratar de articular con la sociedad y sus requerimientos. En ese sentido en el IBioBA tenemos mucho contacto con empresas farmacéuticas. Trabajamos en descubrir nuevos mecanismos que se ven alterados en enfermedades y de esas investigaciones surgirá lo que se llama blancos terapéuticos, que a su vez van a servir para que puedan surgir nuevas aplicaciones.

Uno de los conceptos que más se fomenta últimamente es el trabajo interdisciplinario. ¿Cómo se trabaja en este sentido en el Instituto?

El trabajo interdisciplinario es esencial porque, ante la complejidad de los problemas, la única forma de resolverlos completamente es cuando se los aborda desde distintas disciplinas. En este sentido, el IBioBA es interdisciplinario tanto de puertas para adentro como de puertas para afuera. Tenemos químicos, físicos, matemáticos y biólogos, interaccionando muy fuerte dentro del instituto, haciendo modelado, análisis de estructura e investigación biomédica a distintos niveles de experimentación. A su vez, interaccionamos muchísimo con los otros institutos del Polo. Por ejemplo, el Cibion (Centro de Investigaciones en Bionanociencias) nos aporta herramientas que nos aumentan la sensibilidad para poder detectar moléculas y que pueden ser herramientas de diagnóstico muy importantes en el futuro. Tenemos incluso subsidios en conjunto para investigar diversos temas.

Si hiciéramos una comparación entre ahora y 30 años atrás, ¿cuánto ha cambiado el perfil comunicacional y social del científico?

Las dos han mejorado muchísimo. Hace 30 años, el científico era un bicho raro cuyo trabajo era totalmente desconocido para la sociedad, no había prácticamente divulgación en Argentina. Es impresionante lo mucho que ha cambiado el escenario en los últimos 15 años, tanto con programas como Tecnópolis como con periodistas científicos  y divulgadores de gran nivel que hay en el país y que han ayudado a una mayor divulgación en la ciencia. Cuando fui a hacer un posdoctorado en Alemania, hace ya algunos años, noté el contraste porque allá la ciencia es parte de la cultura popular. Cuando iba a comprar a algún negocio o charlaba con algún vecino, al comentarles que estaba estudiando en el Max Planck me decían “qué bueno que estés en el Max Planck, qué bárbaro”. Todos conocían al instituto y lo valoraban. Eso me impactó mucho y me impacta también ahora ver que en Argentina estamos yendo hacia ese escenario. En cuanto a la inserción social, va totalmente de la mano. Hoy el científico es valorado, a la vez que estudia y piensa en cómo puede contribuir al desarrollo del país.