Cuando la salud animal y humana se cruzan

Cada 6 de julio se conmemora el Día Mundial de la Zoonosis para visibilizar las enfermedades que se transmiten entre animales y personas. Desde casos poco conocidos como la rickettsiosis hasta otros más frecuentes como la toxoplasmosis, están más cerca de lo que parece y reflejan un desafío sanitario, ambiental y social. Los expertos advierten que más del 50 por ciento de las enfermedades infecciosas humanas son zoonóticas.

Magalí de Diego - (Agencia CTyS-UNLaM) - El perro del vecino está raro toda la semana. Primero deja de comer, después vomita y muere. Nadie pensó que podía ser grave. La veterinaria enciende todas las alarmas: podría tener leptospirosis, una zoonosis que también puede afectar a las personas. En otra casa, una mujer embarazada es diagnosticada con toxoplasmosis y tiene que cambiar todos sus hábitos. En algún barrio del norte argentino un nene juega en la arena junto a un gato callejero y, semanas después, tiene fiebre, dolor muscular y un parásito alojado en el intestino. “Pasa todo el tiempo, en todo el país. Y muchas veces ni nos enteramos de que fue una zoonosis”, advierte la investigadora Daniela Lamattina.

Lamattina es doctora en Ciencias Veterinarias e investigadora del CONICET en el Instituto Nacional de Medicina Tropical (ANLIS Malbrán-Ministerio de Salud de la Nación). Desde hace años trabaja en zoonosis: esas enfermedades que pueden pasar de los animales a las personas. Algunas son conocidas, como la rabia o la toxoplasmosis. Otras, como las rickettsiosis o las leishmaniasis, suenan extrañas pero circulan con más frecuencia de lo que se cree, sobre todo en zonas urbanas y periurbanas. “Más del 50 por ciento de las enfermedades infecciosas humanas son zoonóticas”, subraya la científica.

“Más del 50 por ciento de las enfermedades infecciosas humanas son zoonóticas”, subraya Lamattina, investigadora del CONICET.

La rabia, por ejemplo, aunque muchos la crean erradicada, sigue presente. “Hace pocos años se confirmó un caso en la ciudad de Laprida por la mordedura de un gato. Esa mujer falleció. Y siguen sucediendo casos de mordedura de animales que se infectan al cazar murciélagos con rabia”, recuerda. También hay tuberculosis transmitida por animales y parásitos que se esparcen en plazas, baldíos y patios compartidos. “La toxocariasis, otro ejemplo, se transmite por los huevos de parásitos intestinales de perros y gatos. Y no se habla de eso en los barrios”, comenta Lamattina.

La salud también depende del contexto

Las condiciones ambientales y sociales son clave. Donde hay acumulación de residuos, falta de agua potable o dificultad para acceder a controles veterinarios, crece el riesgo. “La tenencia responsable de animales es difícil cuando no hay recursos. Y eso aumenta la posibilidad de contagio”, advierte la científica. Las zoonosis, además de ser un problema de salud pública, reflejan desigualdades estructurales.

Por eso, la prevención requiere estrategias múltiples: campañas de vacunación, castración, controles veterinarios gratuitos y educación comunitaria. “Hace falta inversión del Estado y una sinergia real entre municipios, provincias y Nación”, insiste la investigadora. También es fundamental difundir. “No podemos prevenir lo que no conocemos. Y no alcanza con que la información esté en papers: hay que sacarla del laboratorio y llevarla al barrio”, refuerza.

“No se trata de tenerle miedo a la naturaleza, pero sí de entender que la salud es una sola y es compartida”, apunta la científica.


En los hogares, las recomendaciones son básicas pero no siempre se cumplen: lavarse las manos, higienizar los alimentos, controlar a las mascotas, evitar que duerman en la cama, usar repelente en zonas con insectos vectores. “Las visitas al veterinario, aunque muchas veces no se puede a nivel familiar por cuestiones económicas, debería ser una prioridad de salud pública”, propone Lamattina.

Espacios compartidos, salud compartida

El vínculo con el ambiente natural también se volvió más estrecho. “La expansión urbana, el avance de la frontera agrícola y la pérdida de hábitats naturales aumentaron el contacto entre personas, animales domésticos y fauna silvestre. Todo eso propicia nuevas formas de transmisión”, explica. En zonas como el Parque Nacional Iguazú, los visitantes alimentan a coatíes y monos sin saber que podrían estar en riesgo. “No se trata de tenerle miedo a la naturaleza, pero sí de entender que la salud es una sola y es compartida”, apunta la científica.

De hecho, el enfoque “Una Salud”, que integra la salud humana, animal y ambiental, cobra cada vez más relevancia. “Si no pensamos de manera integral, no vamos a encontrar soluciones. Las zoonosis son el ejemplo más claro de que todo está conectado”, dice.

Lamattina deja un mensaje claro: “Los recursos están. Las investigaciones existen. Lo que falta es decisión política y articulación para transformar el conocimiento en políticas públicas concretas. Si no, seguiremos reaccionando tarde, cuando ya hay personas enfermas o incluso tragedias evitables”. Porque, como asegura la experta, las zoonosis no son un problema del futuro. Están en el perro del vecino, en el gato que duerme en la cama, en el ratón que cruzó el patio. Están acá.