"La educación universitaria que se hizo en estos meses fue más de emergencia que a distancia"

Lourdes Morán, investigadora del CONICET y especialista en Tecnologías Educativas, examina cómo las universidades respondieron ante el desafío de la pandemia. Analiza los modelos de enseñanza virtual o mixta, resalta la importancia del vínculo que se genere con los estudiantes y subraya la cuestión del derecho a la educación superior, tanto para estudiantes como para la sociedad.

Nicolás Camargo Lescano (Agencia CTyS-UNLaM)- Con la llegada de la pandemia, las universidades argentinas se vieron obligadas, en un tiempo muy breve, a repensar y rediseñar sus dinámicas de enseñanza. De un modelo predominantemente presencial, las clases, contenidos y exámenes debieron pasar a escenarios virtuales, lo que supuso toda una serie de obstáculos y desafíos tanto para docentes como para los estudiantes.

Para Lourdes Morán, investigadora asistente del CONICET y especialista en Tecnologías Educativas, el trabajo educativo a nivel superior de estos meses tuvo características únicas, propias de un contexto particular. “El modelo de enseñanza que se hizo no fue exactamente una educación a distancia, sino una educación de emergencia y de transición. Fue una educación sin presencialidad y adaptando cada aspecto a lo virtual, lo cual no es nada fácil”, aseguró la especialista, en diálogo con la Agencia CTyS-UNLaM.

Morán, doctora por la Universidad de Buenos Aires y con experiencias de educación virtual tanto a nivel universitario como preuniversitario, detalló en este sentido que “el enorme desafío se dio porque la gran mayoría de los docentes tenían preparadas sus materias desde lo presencial. La educación a distancia, en cambio, implica pensar los materiales, las actividades y los recursos desde un primer momento con una perspectiva virtual. No se trata simplemente de subir los contenidos a un campus virtual o dar la clase por zoom y nada más. Es necesario pensar y trabajar en esa transformación”.

Un vínculo en la distancia

Según Morán, licenciada en Ciencias de la Educación, cualquier proceso de enseñanza y aprendizaje debe tener en cuenta que se genera una relación vincular entre dos personas, a partir del objetivo concreto de transmitir contenidos y saberes. “Lo vincular es clave porque, si no hay algún tipo de relación, es difícil poder llegar a un aprendizaje efectivo con otras personas. Por eso, siempre se focaliza que la educación implica una forma de relación”.

En contexto de pandemia, sin embargo, Morán apuntó que primero se hizo más hincapié en las dificultades acerca de cómo enseñar en la distancia, cómo manejar las herramientas y los recursos digitales. Y, recién en una segunda instancia, empezaron a visibilizarse todas las problemáticas en torno a cómo conectarse con los estudiantes.

“Los pedagogos solemos mirar más las relaciones. Si bien hay distintas metodologías, consideramos que el primer foco tiene que estar en la relación, en cómo llegar a la otra persona, cómo generar confianza y establecer un vínculo, incluso en la virtualidad”, desarrolló Morán, quien consideró que “este aspecto falló en una primera articulación en las semanas iniciales de aislamiento, debido, por supuesto, a que todos debimos salir al ruedo de una manera totalmente intempestiva”.

A partir de las distintas asesorías realizadas en diversas facultades y universidades –como, por ejemplo, la Facultad de Odontología de la UBA- Morán observó que una de las mayores dificultades fue tener que adaptarse a una concepción de la clase “sin el estudiante ahí, en el aula, en contacto con nosotros. Cómo salvar esa distancia, cómo llegar a los estudiantes. Y cómo, además, pensar en modelos de trabajo donde el docente pudiera dar respuestas a todo el alumnado”.

Morán, a su vez, remarcó en esta línea que las distintas estrategias y metodologías se establecieron buscando los formatos pedagógicos más adecuados para que los estudiantes no desistieran ni abandonaran. “No hay que olvidar que, así como los docentes estaban acostumbrados a la presencialidad, los estudiantes también lo estaban. Entonces esos alumnos, tal vez, no se sentían tan cómodos ni atraídos al estar escuchando una clase teórica durante dos horas, en una computadora, de un tema del que no habían escuchado en su vida”, expresó.

Entre el antes y el después

Previa a toda esta situación de pandemia, la educación superior argentina contaba con algunas experiencias de educación virtual. “Hubo muchas iniciativas, sobre todo, en los niveles de posgrado, con cursos semipresenciales o, directamente, virtuales. En grado, lo que más había, en algunas experiencias, era introducir algunas materias o unidades temáticas de forma virtual. Es decir, no puramente online, pero sí ir proponiendo contenidos por esa vía”, ejemplificó Morán.

Tal vez lo particular de esas experiencias es que dependían mucho del grado de reconocimiento de la virtualidad en lo institucional. “En algunas carreras de grado, se hacían introducciones temáticas de forma a distancia, pero, luego, el aspecto más formal de la cursada, como acreditación de saberes, se hacía de forma presencial. Con la pandemia, las universidades debieron adecuarse y adaptar sus normativas para que todo lo virtual sea reconocido”, señaló.

Según detalló la investigadora, la modalidad de contenidos tanto virtuales como presenciales, denominado mixto o blended, puede incluir distintos modelos. “Pueden ser contenidos complementarios, que no se repite lo virtual en lo presencial, sino que se diseñan y se implementan para entornos específicos; o pueden ser contenidos que se explican en lo presencial y luego se repite en lo virtual para darle mayor profundidad o para reforzar conceptos”, amplió.

¿Qué quedará, de todas estas experiencias y saberes, en los escenarios de pospandemia y “nueva normalidad? Morán consideró que, dado el contexto, será necesario pensar en modalidades mixtas para poder sortear las presencialidades intermitentes. “Vemos en Europa que hay clases presenciales y, luego, se vuelve al aislamiento. Creo que vamos a tener que diseñar programas de asignaturas que contemplen contenidos tanto presenciales como virtuales, al menos hasta que nos aseguremos de una presencialidad completa. E, incluso ahí, la virtualidad seguramente tenga su peso, por las experiencias de estos meses”, observó.

Para Morán, estos nuevos escenarios implican, también, resaltar los derechos en torno a la educación superior, tanto para los estudiantes como para docentes y la sociedad. “Así como los estudiantes tienen derecho a seguir estudiando, los profesores también tienen el derecho de trabajar en condiciones aceptables, sin estar colapsados o sobrecargados por una situación para la que no fueron preparados. Y, a su vez, la sociedad tiene derecho a recibir profesionales con el mismo nivel de calidad siempre, ya sea antes o después de la pandemia. Y estos aspectos no deben perderse de vista”, concluyó.