Construir y cuidar la naturaleza sólo es cuestión de voluntad

Un estudio de la Universidad de San Juan concluyó que la protección del hábitat humano ya no es una utopía y los costos son bajos comparados con los beneficios a largo plazo.

Agencia CTyS (Leandro Lacoa) - La Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño (FAUD), con la colaboración del Instituto Regional de Planeamiento y Hábitat (IRPHa) está trabajando desde el 2000 el desarrollo en el país de la arquitectura sustentable.

“Es una cuestión que no sólo se está planteando en la Argentina, sino en el mundo donde la construcción irracional contribuye en gran medida a poner en peligro la sustentabilidad del ambiente”, explica la investigadora en Energías Renovables Arquitecta Irene Blasco Lucas, una de las cinco personalidades destacadas en el tema, a nivel mundial, y quien, en 2008, fue honrada con el “WREN Pioneering Award”, en Reino Unido, en reconocimiento a la investigación y promoción de las Energías Renovables.

Pero, ¿qué es la arquitectura sustentable? Es una manera de construir cualquier tipo de edificación minimizando el impacto ambiental durante su ciclo de vida completo, desde la extracción de materias primas de la naturaleza para la construcción, su vida útil y su demolición. 

“Esto implica tener una visión en el muy largo plazo desde la etapa inicial de concepción del proyecto, donde el ahorro energético y la incorporación del uso de energías alternativas juegan un rol importante”, asegura la investigadora. 

De esta forma se contribuye significativamente al descenso de las emisiones de dióxido de carbono (que producen el conocido “efecto invernadero”) provocado por diferentes edificaciones, que utilizan energía derivada del petróleo, un recurso agotable y altamente contaminante. 

Como se plantea en esta investigación, en muchas universidades del país (asociadas a ASADES y financiadas por el CONICET, SECYT y organismos internacionales), se está planteando la necesidad de instaurar definitivamente, en la Argentina, el concepto de “sustentabilidad en la edificación”, entendido en un sentido amplio, no solamente en la durabilidad de los recursos, sino también en el ahorro energético y en la calidad de vida futura.

Sin embargo, los inconvenientes para aplicar los resultados de los proyectos universitarios son múltiples. Como aclara Blasco: “una de las barreras más graves es la ineficiencia administrativa de los organismos públicos causada tanto por burocracias intrincadas y políticas restrictivas y/o influenciadas por intereses sectoriales o privados”. 

Al ser consultada sobre los materiales de construcción que entran en la categoría de “sustentables”, la investigadora advierte que “son aquellos que implican el menor uso de materia y consumen mínima energía para su industrialización. Uno de ellos es la tierra, cuyo uso, en zonas de alto riesgo sísmico, debe ser mejorado con tecnologías apropiadas”. 

Lo planteado desde la FAUD en San Juan está comprobado empíricamente por la concreción de proyectos en diferentes puntos del país, como por ejemplo las tres residencias solares en Mendoza, la vivienda social solar en La Plata, la emplazada en Salta (a cargo del INTA) y las quince “casas solares” en Cachi, Salta (iniciativa de la Universidad Nacional de esa provincia).

Lo más importante: el verdadero nivel de ahorro y el costo 

En los estudios realizados se comprobaron altos niveles de ahorro en el consumo de energía, tal como lo indica el trabajo de Blasco, en el que se comprueba que “la aplicación de algunos principios de la arquitectura sustentable en el sector residencial podría generar un fuerte impacto en el balance energético-ambiental nacional con un ahorro del orden del 16 por ciento”. 

Asimismo, es importante la reducción de los consumos energéticos y las emisiones del dióxido de carbono que disminuirían un 76 por ciento en el Sector Residencial y, en palabras de la investigadora, “si se utiliza el diseño y la tecnología apropiada, en adición a las energías alternativas, se genera un rango de ahorro significativo en términos energéticos, económicos y ambientales”. 

Un claro ejemplo es la tecnología aplicada en la primera casa solar en la provincia de Mendoza, en la que se comprobó que el consumo disminuye debido al despliegue de paneles solares de acuerdo al mejor aprovechamiento del sol, pero también a la disposición de muros y ventanas que conservan el calor por muchas horas en invierno y lo aíslan en verano. 

En cuanto al costo asociado a la arquitectura sustentable, tanto en zonas urbanas como rurales, se puede afirmar que el aumento en la inversión inicial no es mayor al 10% del total, comparado con un “edificio convencional”, con la ventaja que, según Blasco, “se amortizan en 5 o 10 años, dependiendo de las tecnologías incorporadas”, a partir de los cuales el importante ahorro se transforma en beneficio. 

“Hay casos en los que prácticamente sólo con medidas adecuadas de diseño y uso correcto de materiales logran ahorros significativos a costo cero. El encarecimiento inicial se produce cuando se desea maximizar el ahorro, lo cual implica usar tecnologías y materiales especializados que tienen un costo mayor que los tradicionales”, sostiene la investigadora. 

Adicionalmente, la sustentabilidad en la construcción podría resolver otros problemas, como es el caso de la racionalización del uso del agua. Por eso, la investigadora señala que “se podrían llevar a cabo medidas para cuidar un recurso tan fundamental como el agua, pero esto requeriría un compromiso de inversión que garantizara buenos resultados”. 

En la Comuna de Casablanca (Valparaíso), los arquitectos chilenos José Ulloa y Delphine Ding han transformado, sólo con barro, madera y piedra, una vieja casa de playa en una construcción moderna que mantiene el confort y a su vez genera poco impacto en el ambiente, junto con ahorro de energía por la aplicación de paneles solares y sistemas de reutilización del agua. 

En la mayoría de las viviendas solares que se construyeron en Argentina, los costos iniciales se basaban en la instalación de los paneles solares, porque el resto de los materiales implicaban mínimos gastos ya que eran los mismos que los utilizados en Chile, pero con la suma de aislantes térmicos como la “lana de vidrio” en muros y techos, que cumplen la función de neutralizar las pérdidas o ganancias de calor en invierno y en verano.

El marco legal con mucho camino por transitar 

Más allá de todos los proyectos de investigación existentes y de las normativas aprobadas por el Instituto Argentino de Normalización y Certificación (IRAM), la legislación aún no avala las propuestas de reemplazo de tecnologías en la arquitectura y las autoridades nacionales y provinciales no logran articular políticas que hagan crecer esta incipiente práctica, que, en muchos países, ya es una realidad hace muchos años. 

Otro punto importante es la falta de iniciativa de los empresarios de la construcción y de las inmobiliarias, que aún desconfían de las ventajas comparativas de la arquitectura sustentable y no se someten a ningún tipo de control estatal respecto a la contaminación generada que, según Blasco, alcanzó su punto máximo en el año 2004, de acuerdo a estudios realizados por la FAUD. 

“Entonces, tendría que haber, como en otros países, programas de promoción, para que todos los actores involucrados visualicen sus inminentes beneficios, porque ellos no tomarán la iniciativa por sospecha de algún tipo de riesgo”, propone la especialista.

Las dos legislaciones más relevantes en materia de sustentabilidad son, por un lado, el régimen nacional de energía eólica y solar; y por otro, la ley general de ambiente, que habilitan la utilización de energías alternativas en edificios públicos y viviendas. Sin embargo, existen obstáculos políticos y burocráticos para la aplicación generalizada de las reglamentaciones. 

Una barrera para promover la actividad es la escasa difusión de las investigaciones locales y, también, la falta de decisión política para avanzar en este sentido.