Hipoacusia, una patología creciente que requiere atención

Actualmente, cerca de 1.500 millones de personas sufren problemas serios de audición y, según las proyecciones de la OMS, este número podría elevarse hasta los 2.500 millones en 30 años. La investigadora del CONICET Viviana Dalamón asegura que hay opciones para prevenir este escenario.

Magalí de Diego (Agencia CTyS-UNLaM) - La Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó su primer informe mundial sobre la audición y los resultados han preocupado a la comunidad médica y científica. Según el relevamiento, para el año 2050, el 25 por ciento de la población padecerá algún tipo serio de problema auditivo, incluida la sordera total. El reporte también subraya la urgencia con la que se debe actuar para prevenir y resolver las pérdidas auditivas.

En línea con esta idea, la doctora Viviana Dalamón, investigadora en el Laboratorio de Fisiología y Genética de la Audición del Instituto de Investigaciones en Ingeniería Genética y Biología Molecular (INGEBI-CONICET), señaló que “si bien el problema es multifactorial, en muchísimos casos, la prevención y la detección temprana hacen la diferencia”.

“Se sabe que aproximadamente el 50 por ciento de las hipoacusias son de origen genético y el otro 50 por ciento de origen ambiental, es decir que son adquiridas”, distinguió la especialista en genética humana, quien también aclaró que algunos de los pacientes con sorderas adquiridas cuentan con una predisposición genética que se gatilla por la exposición al ambiente.

Se ha visto un aumento en aquellos casos en los que la hipoacusia va profundizándose después de que se adquirió el habla -denominados como postlinguales progresivos-, y, en tanto a esto, la investigadora del CONICET advirtió que “subió la cantidad de casos, pero, sobre todo, disminuyó la edad de detección, o sea que, si antes ese cuadro era natural en personas de 70 años, ahora la misma pérdida auditiva se diagnostica en personas de 50 años”.

Para evitar este escenario, la doctora Dalamón recomendó “alejarse de las fuentes de sonido fuertes, proteger los oídos con tapones, algodón o incluso las manos, no usar auriculares con volumen alto y no estar en lugares muy ruidosos por tiempos prolongados, ya que se puede producir un trauma acústico que, en algunos casos, resulta irreversible”.

La hipoacusia y la genética

Dentro del 50 por ciento de pacientes que sufren hipoacusia por factores genéticos, el 75 por ciento responde a formas congénitas y profundas. “Lo notable sobre estos casos es que, en estos pacientes, unas pocas mutaciones en dos genes en particular se encuentran con alta frecuencia. Esta alteración se puede detectar con un estudio rápido, accesible y que no es caro o complejo”, destacó Dalamón quién realiza los estudios genéticos junto con la Bioquímica Paula Buonfiglio en el Instituto de Investigaciones en Ingeniería Genética y Biología Molecular “doctor Héctor Torres” (INGEBI-CONICET).

“Con la información que brinda este estudio genético - explicó la investigadora del CONICET - podemos saber en dónde está el problema y darle curso al tratamiento más adecuado para ese paciente. En muchos casos, por ejemplo, se puede predecir que el implante de cóclea, un dispositivo que ayuda a las personas con pérdidas auditivas, tendrá un buen pronóstico o, por el contrario, recomendar otros tratamientos. Actuar con prontitud es fundamental para obtener buenos resultados”.

En los niños y niñas nacidos sin audición, la especialista subrayó que es recomendable intervenir antes del año. “Muchos chicos son diagnosticados como si tuvieran un retraso madurativo y tardan mucho en llegar a un diagnóstico certero de hipoacusia. La plasticidad que hay en la corteza cerebral, la de la corteza auditiva, se pierde luego de unos años y, si uno no interviene en forma precoz, por más que se realice un implante de cóclea o se le ponga audífonos, esa zona ya está perdida”, alertó Dalamón en diálogo con la Agencia CTyS-UNLaM.

“Los niños que nunca tuvieron audición por padecer formas congénitas de hipoacusia, tienen todo su desarrollo alterado, con repercusiones psicosociales profundas. El acceso al sistema de salud en forma precoz hace una diferencia monumental respecto al tratamiento posterior. Si bien, por ejemplo, todos nos hacemos un fondo de ojos, muy pocos se hacen audiometrías o estudios genéticos de este tipo”, advirtió la investigadora.

Acorde a la Ley Nº 25415 de Detección Temprana y Atención de la Hipoacusia y sus normas reglamentarias, “todo niño recién nacido en la Argentina tiene derecho a que se estudie tempranamente su capacidad auditiva y se le brinde tratamiento en forma oportuna si fuera necesario”. Sin embargo, la doctora Dalamón indicó que “este estudio no siempre se realiza en todos los centros médicos, por lo que hay que estar atentos a pedirlo”.

“Muchas veces -amplió la investigadora del INGEBI- los padres no sospechan porque no tienen ningún problema auditivo en su familia. Esto es porque se trata de una patología que tiene diversas formas de presentación, la de mayor frecuencia es de herencia recesiva, es decir, nosotros tenemos dos copias de todos los cromosomas, uno materno y otro paterno, cuando la patología es de herencia recesiva es necesario recibir las dos copias mutadas, pero como sus progenitores tienen una sola mutación cada uno, quizás no sufren síntomas.”

Dalamón señaló: “Si bien estos estudios no son muy caros y las obras sociales deberían cubrirlos, desde el laboratorio del INGEBI-CONICET, dirigido por la doctora Ana Belén Elgoyhen, se realizan también estudios abiertos a la comunidad, porque parte de nuestra misión es devolverle a la sociedad algo de lo que nos ha dado y buscamos ayudar a la mayor cantidad de personas posible. No sólo trabajamos con los casos más típicos o recurrentes, sino que también realizamos estudios más complejos de formas menos frecuentes de hipoacusia”.