Estudiar el clima, una carrera con pronóstico reservado

Matilde Rusticucci, directora del Departamento de Ciencias de la Atmósfera y los Océanos en la UBA, analiza por qué hay tan pocos meteorólogos, pese a ser una excelente salida laboral, y explica los efectos del cambio climático en la Argentina.

Nicolás Camargo Lescano (Agencia CTyS- UNLaM)- Obviedad o paradoja, la primera frase del encuentro fue “¿Qué calor que hace, no?”. No parecía una mala forma de romper el hielo si se tiene en cuenta que la entrevistada no sólo es Doctora en Ciencias de la Atmósfera sino también directora del Departamento de Ciencias de la Atmósfera y los Océanos en la UBA. El único lugar en la Argentina, además de la Universidad Nacional de La Plata, que ofrece la carrera de Meteorología.

Matilde Rusticucci dirá, en un rato, que estudiar esta disciplina no se trata simplemente de “mirar las nubes”, sino que implica muchos años de estudio de los que, luego, la sociedad se verá beneficiada. “Para saber por qué, hoy, hace tanto calor y, en tres días, va a hacer menos de 20 grados necesitás un meteorólogo, por ejemplo. Es muy interesante, porque, además, la gente puede entender por qué, en esta zona, el clima varía mucho”, puntualiza la investigadora del CONICET.

Por otro lado, Rusticucci cuenta que si tiene que ver el pronóstico antes de salir de su casa elige el que ofrece el Departamento que ella dirige. A lo sumo, puede mirar el del Servicio Meteorológico Nacional o algún canal de televisión, donde muchos de los que aparecen estudiaron en las aulas de Ciudad Universitaria. Pero, ¿sólo viven para prevenirnos de llevar paraguas o no? Buen punto para arrancar la entrevista.

¿Qué visión cree que tiene la sociedad sobre los meteorólogos? La investigadora Carolina Vera dice que la gente los ve más como simples pronosticadores.

Sí, totalmente, es la visión típica del meteorólogo: es el que aparece en los noticieros y dice si va a hacer frío o calor. Tal vez, la gente piense que es algo hecho por computadoras y la verdad es que no es tan sencillo. Poder pronosticar el tiempo requiere de mucha preparación y esfuerzo. Por ejemplo, para poder alertar si la tormenta que viene tiene granizo –lo cual implica guardar o no el auto-, el meteorólogo tiene que estudiar algo que se conoce como microfísica de la nube. Implica años de estudio y especialización, además de contar con la tecnología necesaria. Y es, apenas, una de las ramas de la meteorología.

¿Y en cuáles otras áreas pueden hacer su aporte?

En la agricultura, por ejemplo. Que este sector sepa cuánta lluvia puede llegar a caer en determinado lugar o cuanto nivel de humedad habrá en determinado período. Hay toda un área relativa a la contaminación atmosférica, que estudia dónde se produce la contaminación, cómo se disipa y a quiénes afecta. También está la rama que estudia la relación entre clima y salud y se encarga de analizar cómo una ola de calor puede aumentar los niveles de mortalidad en la población. Y, luego, están los que se dedican a la investigación sobre los efectos del cambio climático. Cada una implica muchos años de especialización.

¿Cómo se explica la poca cantidad de alumnos que hay en esta carrera?

En general, son pocos los que estudian esta carrera en el mundo, no es puramente un fenómeno local. Primero, la gente no sabe que es una carrera que está en el área de Exactas, por lo que implica muchos conocimientos sobre matemática y física para, luego, poder entender qué le pasa a la atmósfera. No es simplemente una carrera en la que uno mira nubes. Además, hay cierto desconocimiento, relacionado a lo que hablábamos antes: la gente piensa “¿Para qué voy a estudiar algo si lo único que voy a hacer después es anunciar por la tele si llueve o no?”.

Cuando en realidad la oferta laboral es muy buena…

Totalmente, todos los que se reciben tienen trabajo. Por ejemplo, todos los aeropuertos del país deberían tener un licenciado en Ciencias Meteorológicas, para poder operar el aeropuerto. El mayor empleador sigue siendo el Servicio Meteorológico Nacional (SMN), pero el meteorólogo está presente en otras instituciones como el INTA; el INA, el programa nacional del manejo del fuego, etc.  La pauta de lo importante que resulta que el país cuente con meteorólogos es que el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, el SMN y la Universidad de Buenos Aires crearon un plan de becas para fomentar el estudio de los últimos tres años de la carrera. Y se pagan alrededor de nueve mil pesos por mes.

Teniendo en cuenta la percepción de la carrera, ¿considera que hace falta más divulgación en las escuelas, para aquellos chicos que todavía no eligieron qué estudiar?

Claro. Lo que pasa es que en la escuela no se estudian estos temas, salvo en casos muy puntuales e insertos en Geografía. Se incluyen varios años de Química, Física y Biología y no se estudian las denominadas Ciencias de la Tierra, que incluye el océano, la atmósfera y la tierra en sí. Tranquilamente, se podrían relacionar con ramas como la física y aplicarla a la atmósfera, por ejemplo. Podría cambiarse el enfoque desde el Ministerio de Educación y desde los profesorados para formar a los profesores en áreas un poco más amplias. Nosotros solemos ir a las escuelas a dar charlas e incluso hemos ido en otros espacios, como la Feria del Libro de Buenos Aires o el festival de música LollaPalooza.

Antes, mencionaba que una de las ramas a estudiar es el Cambio Climático. A pesar de ser una carrera con pocos egresados, ¿cuál es el aporte de Argentina en este campo?

Siempre hubo presencia de la Argentina en el IPCC (Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) desde lo meteorológico. Se debe, por un lado, a un interés de parte de los científicos por esta área y, por el otro, a que los científicos argentinos estamos muy bien considerados a nivel mundial. A pesar de tener pocos recursos en ciertas áreas, el científico argentino siempre pudo seguir estudiando en otros países, lo cual evidencia la buena formación.

¿Y en qué aspectos se puede ver las consecuencias del Cambio Climático en Argentina?

Claramente hay aumentos de temperatura, no sólo a nivel medio sino también en las temperaturas mínimas. Los meses de octubre, noviembre, marzo y abril ya tienen temperaturas que, antes, estaban restringidas al verano. Y se registró una mayor frecuencia de lluvias concentradas en poco tiempo en algunas zonas y una disminución, en otras. Por las proyecciones que se hacen este escenario va a seguir, y si la temperatura sigue subiendo se va a potenciar más todavía.