Repensando la función del periodismo científico

El doctor en Sociología e investigador del Instituto Gino Germani y del CONICET destaca la importancia de apoyar la divulgación científica y analiza los cambios en escenario del periodismo científico de los últimos años.

Por Diego Pereyra (especial para Agencia CTyS)- Las interesantes intervenciones de Antonio Magione y Nicolás Camargo Lescano (Página 12, 07/01/2014) pusieron sobre la mesa dos temas centrales del debate sobre el proceso de construcción del conocimiento científico. Uno, las fronteras y diferencias entre las ciencias naturales y las ciencias sociales. Dos, el diferente tratamiento que el periodismo hace de ambos espacios. Sin dejar de reconocer que estos son problemas de carácter “universal”, en el sentido que pueden encontrarse en otras regiones y experiencias nacionales, los artículos remiten al contexto local.

En este escenario se observan dos fenómenos. Primero, las transformaciones del sistema nacional de ciencia y tecnología. La impresionante expansión del financiamiento cambió la lógica de producción científica en Argentina, beneficiando (pero también alterando) la escala institucional del trabajo científico. Ello aumentó las tensiones entre los investigadores pero no cambió en gran medida los problemas estructurales de la investigación científica en el país.

Segundo, la actualidad del periodismo científico local. Este espacio tiene antecedentes y ciertos héroes, pero logró cierta maduración sólo recientemente. Hasta hace muy poco, en los medios periodísticos no había equipos de trabajo especializados en ciencia y tecnología. En cada diario había quizás un referente, pero la mayoría de las notas científicas eran réplicas de noticias distribuidas por cables y agencias  internacionales que se publicaban casi sin edición y análisis previo. Ello sigue sucediendo, es cierto, pero cada vez menos.

Hoy el legado de Leonardo Moledo y Nora Bär (por citar sólo dos ejemplos) está dando sus frutos al imponer la divulgación de la ciencia como parte de la tarea periodística. Una nueva generación de periodistas científicos está ocupando nuevos lugares de trabajo en medios tradicionales, en agencias especializadas como CTyS o en espacios alternativos como el blog Peligro Ciencia, donde los autores mencionados desarrollan su actividad. Además, los propios organismos de ciencia (como el CONICET) y las universidades han armado equipos de prensa profesionales. También el éxito editorial de algunas obras de divulgación científica y la presencia de nuevos ciclos televisivos sobre ciencia han expandido y legitimado la actividad. Igualmente, el volumen de noticias locales sobre la ciencia ha crecido, lo que implicó una reconstrucción del sistema de oferta y demanda de la información científica.

Los textos referidos subrayan la necesidad de relativizar las diferencias entre las (mal) llamadas ciencias duras y blandas. Un error importante es considerar que tanto las “ciencias de la naturaleza” como las “del espíritu” constituyen grupos homogéneos e incomunicables entre sí. En cada uno de ellos, los acuerdos son menos comunes de lo que usualmente se espera. Ello no asombra en las siempre problemáticas ciencias sociales. En ellas, hay grupos que bregan por imitar el modelo de las ciencias más “serias” y otros que reclaman el mayor distanciamiento posible. Sin embargo, las principales disciplinas sociales son producto de una compleja historia de las formas de construir el conocimiento social. Así, la sociología principalmente pero también de algún modo la antropología, la ciencia política y la economía, constituyen objetos disciplinares híbridos; ya que heredaron combinada y simultáneamente los presupuestos del modelo cientificista y de la tradición de las humanidades. El conocimiento social se ha convertido entonces en un espacio intermedio entre la ciencia y la literatura. Por lo cual, sus criterios de validación no son diferentes a los de la ciencia tradicional, sino más complejos ya que deben atender a ambos mandatos, respetando valores como rigurosidad, sistematicidad, objetividad, contextualización, compromiso, explicación y comprensión, entre otros.

Pero las ciencias naturales también son un agrupamiento heterogéneo. Dentro de ese espacio tradicional hay disciplinas más apegadas al modelo clásico del realismo objetivista como la biología y la genética pero existen otras como la física teórica cuyos argumentos son tan nominalistas como los de la lingüística, aunque los propios físicos no lo puedan o quieran reconocer. De este modo, se podría decir que hay teólogos y relativistas tanto en las ciencias naturales como en las sociales; pero en ambos espacios hay también científicos empiristas que, siguiendo diferentes tradiciones disciplinares y modelos metodológicos, van detrás de un conocimiento objetivo y universal.

Ante este panorama, una función posible y necesaria de la divulgación científica es dar cuenta de estos diálogos y tensiones entre las diferentes disciplinas. Se debería dejar de lado el énfasis de publicar noticias sobre resultados científicos para adentrase más reflexivamente en la discusión sobre los procesos y contextos de la producción de datos. Otra importante y requerida tarea sería aleccionar pedagógicamente sobre los hitos básicos de la historia social de la ciencia, comunicando claramente los debates epistemológicos y metodológicos que guían la acción científica. También sería un aporte una mejor ilustración del vocabulario científico, para que los lectores puedan participar con más herramientas en el debate conceptual, pudiendo diferenciar tradiciones, escuelas y legados cada vez que se hable de descubrimiento, explicación, tecnología, innovación o aplicación. Debe asumirse desde el vamos que el discurso científico es polisémico y los conceptos tienen una historicidad determinada; ello facilitaría la comunicación entre los divulgadores y su público.

Por último, el periodismo científico local podría, a su vez, profundizar el sentido crítico de sus intervenciones, incursionando en un análisis más exhaustivo y polémico sobre el impacto social de la ciencia en Argentina y la orientación de la política pública en el área. Por ejemplo, cuestionar el financiamiento y evaluar sus resultados, discutir con la idea que afirma el carácter “más barato” de la investigación en ciencias sociales con respecto a las naturales o criticar seriamente las políticas de incentivos en las universidades.

Más y mejor ciencia van de la mano de una buena y responsable divulgación científica. La mayor presencia de noticias sobre los pormenores de la actividad científica legitima la tarea de químicos, biólogos, historiadores y sociólogos. Ayuda además a que los lectores puedan comprender mejor la relación entre ciencia y desarrollo, y entiendan consiguientemente porque ellos financian mediante los impuestos este tipo de tareas. Al fin y al cabo, ésta es la principal función del periodista científico: mostrar que la ciencia es parte ineludible de un proyecto de país; y que todo conocimiento científico (sea matemático, físico o sociológico) puede ser socialmente útil por lo que, mediado por las instituciones científicas, la política y en algunos casos el mercado, podría ayudar en la resolución de problemas sociales y contribuir al bienestar de toda la sociedad.

Diego Ezequiel Pereyra es Sociólogo, Magíster en Investigación Social (UBA) y Doctor of Philosophy [PhD] (University of Sussex at Brighton). Se interesa especialmente por el rol de la gestión académica en la producción de conocimiento y las relaciones entre el sistema universitario y la estructura social. Es además docente e investigador en la UBA, la UNLa y la UNL, y dicta cursos de postgrado en diversas instituciones. Entre otros antecedentes, fue Coordinador de la Comisión en Historia de la Sociología del CPS, Buenos Aires. También se desempeñó como Secretario Académico del Programa de Doctorado de Ciencias Sociales de la FLACSO- Argentina (2008- 2010). Actualmente, es Investigador Adjunto del CONICET, con sede en el Instituto de Investigaciones Gino Germani, UBA, donde coordina un Grupo de Estudio orientado a reconstruir la historia y la enseñanza de la sociología en Argentina y reflexionar sobre el proceso de formación de postgrado en ciencias sociales.