Reconstruyendo la historia mapuche y tehuelche

Los pueblos originarios cuentan su "verdadera historia": científicos de la Universidad Nacional de Río Negro, por medio de entrevistas con múltiples comunidades, asociaciones y pobladores, intentan reelaborarla para crear una nueva cartografía.

Gaspar Grieco (Agencia CTyS) - La segunda luna llena del año, los pobladores mapuches y tehuelches de Cushamen se reúnen para festejar la ceremonia del camaruco. Allí se evocarán las historias del nawel (tigre) y del pillañ (deidad) a través de los cantos (tayïl) y en las conversaciones espontáneas a la hora del almuerzo. En ocasiones, en los discursos finales, los principales ancianos recuerdan las historias de desplazamiento y de arribo a su lugar de origen.

Los múltiples relatos que recitan los sabios ancianos y los pobladores que reproducen las enseñanzas de sus antepasados narran el ngïtram, la “verdadera historia” de su pueblo. Científicos del Instituto de Investigaciones en Diversidad Cultural y Procesos de Cambio de la Universidad Nacional de Río Negro y el CONICET intentan reconstruir esa historia a partir de los relatos ocultos en la memoria social de los indígenas para elaborar, a largo plazo, una nueva cartografía.

En diálogo con la Agencia CTyS, la responsable del proyecto "Grupo de Estudios sobre Memorias en Procesos de Alterización y Subordinación (GEMAS)", doctora en Antropología Social e investigadora del CONICET, Ana Ramos, explica que “cuando la historia está resguardada en la memoria oral está almacenada en fragmentos. Uno recorre muchos lugares y recibe testimonios de experiencias diferentes pero que se conectan. La tarea es ir escuchando esos fragmentos para ir conectándolas en una historia más amplia.”

Según la antropóloga especialista en análisis de discurso, desde la cosmovisión mapuche y tehuelche, la naturaleza  y la memoria cobran un papel especial en relación al territorio. “Si para la cultura occidental una montaña es algo inerte, para los mapuches tiene su newen (fuerza) e interactúa con las personas en ese medio ambiente. Entonces, se lo puede tomar como un agente de la historia. Eso es lo que la hace diferente a la cartografía y la historia oficial”, ejemplifica.

Así, el volcán (pillañ) sagrado que puede enojarse o el tigre (nawel) que se seca las lágrimas con su brazo ante un canto sagrado (tayïl) formarán parte de las “historias verdaderas” que determinarán la constitución de su territorio y su historicidad.

Los grandes caciques y el infierno de la Conquista

Según la investigadora, la “historia verdadera” mapuche-tehuelche, presente en su memoria social, puede dividirse en tres etapas: la primera, que se conoce como la de los grandes caciques, la segunda, signada por la muerte en la “campaña al desierto” y la miseria en los campos de concentración, y una tercera en la que regresaron a sus territorios.   

En la primera etapa, antes de las campañas militares de la generación del ´80, no existían límites ni lugares fijos. Aún así, los territorios eran reconocidos y diferenciados según las relaciones de alianzas políticas y parentales de grandes caciques como Sayhueque, Ñancucheo y Nahuelquir. 

En los múltiples testimonios que pudo recolectar el grupo de investigación, los indígenas hablan de “la época en que mapuches y tehuelches estaban juntos y mezclados” y “formaban pueblitos”. Las comunidades eran reconocidas con un nombre de pertenencia: “los saihueque”, “los nahuelquir”, entre otros.

La segunda etapa representa el momento más trágico de la historia de estos pueblos. Al mando del General Julio Argentino Roca, la “campaña al desierto” (1878-1885) casi vació la Patagonia de indígenas.

“Aparecen los campos de concentración donde llevan a los indígenas. Hay un momento donde las crónicas cuentan que ya casi no había indígenas en Chubut. Desde la memoria oral uno va rastreando dónde estaban en esa época y descubre que se encontraban en campos de concentración o habían escapado hacia otros lugares”, detalla Ramos.

La investigadora cuenta que a fines de 1890 esos campos de concentración fueron levantados y comenzó una lenta peregrinación hacia los lugares en los que hoy se encuentran. El problema es que en el momento en que los indígenas volvieron ya habían comenzado los alambrados impulsados por el Estado y gran parte del territorio fue vendido a las grandes compañías privadas como Tierras del sur argentino.

“Una categoría jurídica oficial que no da cuenta de todas esas políticas de estado y de todos esos desplazamientos no da cuenta de la verdad de cómo sucedieron los hechos, porque son pocas las familias en Chubut que pueden dar cuenta de una ocupación permanente. Una de las principales características de la historia de este pueblo es el desplazamiento constante e impuesto, por lo que resulta casi imposible  responder a evidencias de fijeza para dar cuenta de un territorio”, concluye la antropóloga.

Hoy, cuando se habla del extenso territorio patagónico, se mantiene vigente la historia oficial, la odisea de la ocupación de un “desierto”. Sin embargo, los pueblos indígenas cuentan su propia historia, donde el nawel y el pillañ están más vivos que nunca.