”Muchos no aceptan que somos una sociedad mestiza”

El historiador explica su investigación sobre el origen indígena de San Martín y critica la resistencia al análisis de ADN que ratificaría esa teoría. En una entrevista con Agencia CTyS, también habló sobre “la arraigada formación cultural europeísta que lleva a negar la revisión de la historia”.

Su investigación gira en torno al revisionismo histórico y sus trabajos iluminan la existencia de personajes olvidados por la historia, pero también polemizan sobre el pasado de las figuras más significativas.

Hugo Chumbita, con la lucidez que lo caracteriza, cuenta los pormenores de su investigación sobre el origen mestizo de San Martín y los problemas para llevar adelante un análisis de ADN y así comprobar su teoría sobre el secreto que escondió por más de dos siglos el pueblito de Yapeyú.

¿Qué cambiaría en la concepción histórica del personaje si, como usted propone, un ADN confirmará su tesis del origen mestizo de San Martín?

Comprobarlo tendría una injerencia terrible en el análisis de la historia y en el conocimiento del pasado por parte de todos los ciudadanos. Es inexplicable que esto se haya ocultado por dos siglos y que aún no se pueda resolver. Entre otras cosas, reafirmar la verdadera identidad de San Martín permitiría conocer cuáles fueron sus motivaciones profundas para regresar al país después de su educación en España y su paso por Francia, que creo que están muy relacionadas con la búsqueda de su propia identidad. Además, por otro lado, contestaría a las ideas que postulaban que era un agente inglés, un aliado de la masonería u otras especulaciones sobre sus verdaderos intereses en América.

También explicaría sus actitudes con los pueblos originarios, que son incluso diferentes a las de otros protagonistas o patriotas de su época…

Nadie tuvo más respeto por las costumbres indígenas y esto se demuestra, por ejemplo, con su apoyo a la idea de la monarquía incaica de Belgrano. San Martín promueve en el Perú una política de reivindicación de las raíces históricas de los pueblos, la abolición de las cargas tributarias para las tribus nativas y la supresión de la utilización de la palabra indio, para terminar con la discriminación de las oligarquías a los pueblos originarios, lo que, de cierto modo, también es una forma de reparar las mismas ofensas que él había recibido de los realistas y los aristócratas.

¿Cómo se encuentra el proyecto para realizar el ADN a los restos de San Martín?

Algunos lo han visto como una especie de “moda de los ADN”, tal como tituló el Diario Clarín, pero se trata en realidad de utilizar un recurso moderno para zanjar esta discusión sobre la verdadera identidad de San Martín. No obstante, hay muchas dificultades técnicas y jurídicas para poder autorizar la recolección de la muestra, que requiere, además, de un clima favorable en la opinión pública, que puede conseguirse a través de la difusión de los fundamentos de la investigación. Parece increíble pero todavía hoy hay mucha gente que no ve la oportunidad de reparar un enorme error de nuestra historia, en parte por una arraigada formación cultural europeísta que lleva a negar la revisión de la historia.

¿Cuál fue el disparador de su investigación?

Hilvanando antiguos testimonios y restos de la tradición oral, preparé una tesis que establecía que San Martín era hijo de Rosa Guarú y Diego de Alvear, que también coincide con lo que expresa un documento de Joaquina Alvear, quien es sus memorias dice ser sobrina de San Martín. Este elemento lo advertí en los testimonios de algunos descendientes de las ramas familiares de Alvear.

Muchos investigadores critican que utilice ese documento, porque la autora padecía una enfermedad psiquiátrica. ¿Cómo puede refutar ese argumento?

Su manuscrito tiene un gran valor que demuestra que, a pesar de su trastorno, Joaquina tuvo perfecta lucidez y ubicación con respecto a la historia. Ella fue víctima de un abuso al ser declarada insana, por intereses que tenía su marido, aunque también hay que pensar que su propia excentricidad es lo que la impulsó a dejar registro de algo que el resto de su familia no se animaba a comunicar públicamente.

¿Los descendientes de Alvear fueron presionados para ocultar esta historia?

Marcelo Torcuato de Alvear, cuando era presidente de la República, entre 1922 y 1928, y a pesar de sentirse orgulloso de su ascendencia, consideró que esto podía afectar la memoria de San Martín, por lo que habría dado instrucciones de ocultar esa historia. Así, se destruyeron muchos documentos valiosos.

¿Por qué hay posturas tan reaccionarias ante la revisión de la historia de San Martín y otras figuras de la historia argentina?

En el fondo, persiste un viejo prejuicio; la misma concepción racista de los conquistadores españoles, que perdura en muchas personas que no aceptan que somos una sociedad mestiza, producto de la mezcla de la sangre europea con la americana. En la bibliografía canónica de Mitre, San Martín fue presentado como un europeo, formado en Europa con todos sus ideales, pero que, por casualidad, había nacido en Yapeyú.

¿Qué motivó esa relectura, para usted distorsionada, de su vida e ideología?

Durante mucho tiempo, San Martín estuvo “castigado” por el partido liberal, que dominó el país después de la Batalla de Caseros; nunca le disculparon su gesto de solidaridad con Rosas, a quién le legó su sable, ni tampoco su el apoyo al proyecto de Belgrano de la monarquía incaica y otras ideas que chocan con el programa liberal. No obstante, el prestigio de San Martín es tan grande que los liberales optaron por apropiarse de su figura y adaptarla a sus estándares políticos e ideológicos. Así se asienta el partido liberal como el continuador legítimo de la independencia que comenzó San Martín, una estrategia que repitieron con la figura de Belgrano.

¿Por qué tenían tanta fuerza en América las ideas liberales?

En los países de Asia o África, colonizados por los imperios de Europa, la cultura, la lengua de los pueblos originarios subsistió. En cambio, en América, el legado de los pueblos originarios logró ser, en gran medida, barrida, junto con sus lenguas y tradiciones, por lo que nuestra sociedad criolla no tenía para leer sino los autores europeos. En la época de Rosas, incluso, el se ve frente a esa paradoja: que su sistema educativo formaba enemigos de su sistema, que no tenía ideología, intelectuales, un corpus teórico que lo sustente.

¿De dónde provienen las ideas americanistas de San Martín?

San Martín es, intelectualmente, un europeo, pero emocionalmente se siente americano. Por su formación europea, San Martín leía a los teóricos de la Revolución Francesa y de la Ilustración, pero también leía “Comentarios reales de los Incas”, de Garcilaso de la Vega, que es una reivindicación del Imperio Inca; este era su libro de cabecera, que él incluso propuso reeditar en Argentina, donde había sido prohibido después de la revolución de Túpac Amaru. Hay también otra serie de escritores que lo influenciaron, como el Indio Eugenio Espejo, en Ecuador, o el Fray Servando Teresa de Mier, en México.

Pero esas ideas latinoamericanistas no pudieron resistir al avance del pensamiento liberal…

No. San Martín fue parte de una generación con un fuerte sentimiento americanista. Él y Bolívar, como a ellos les gustaba decir, eran del “partido americano”: concebían la emancipación como la unidad de todos los países latinoamericanos y, para ellos, el objetivo de la independencia era irrenunciable. Fueron parte de una generación que, sin ninguna duda, fue influida por el liberalismo revolucionario europeo pero que, a la vez, se comprometió con la realidad americana y apostó todo a ese gran objetivo de concretar la unidad de las repúblicas liberadas, que finalmente quedó trunco.

¿Cuándo reaparece ese pensamiento?

Esa síntesis de un pensamiento nacional empieza a aparecer más claramente con la generación de 1860: José Hernández, Rafael Hernández, Guido Spano, Olegario Andrade, Navarro Viola. Es la época en la que Juan Bautista Alberdi escribe en contra de la Guerra del Paraguay; el Alberdi maduro, que dejó atrás su concepción liberal y que, en muchos aspectos, también ayudó a que surja una nueva concepción nacionalista, popular y americana.

¿Cree que hoy, con la emergencia de un nuevo revisionismo histórico, existe la posibilidad de un cambio de paradigma en el análisis del pasado?

Yo creo que sí. Estamos en un momento muy interesante. Como nunca en los países sudamericanos, la crisis del mundo central y del capitalismo global ha abierto la posibilidad de encontrar un pensamiento propio, para escapar finalmente a las redes más sutiles de la dependencia cultural.

Muchos autores, algunos más críticos como Beatriz Sarlo y otros más optimistas como Horacio González o Ricardo Forster, hablaron de la batalla cultural que se libra en la actualidad. ¿Está de acuerdo con esta idea?

Sin duda hay una línea de batalla planteada, con diversos matices, entre dos puntos de vista: uno regido por las instituciones culturales y políticas que responden a un proyecto capitalista global; y otro que postula la necesidad de un pensamiento nacional, popular y latinoamericano. Creo que estamos, todavía, en una especie de transición del pensamiento de la izquierda liberal hacia el pensamiento nacional y popular. El desafío está en acentuar el carácter nacionalista de nuestra visión, que rompe con los paradigmas del pensamiento occidental dogmático, concebidos como las únicas categorías válidas para pensar la realidad.

¿Qué opinión le merece el mote de “neorrevisionismo de mercado” con el que algunos autores califican a las obras de la corriente revisionista?

Creo que es una acusación contra los best-sellers de la novela histórica o los libros de divulgación que, quizá un poco superficialmente, han planteado los temas del revisionismo histórico. No obstante, esta es una corriente muy importante dentro de la cual hay muchísimos autores que trabajan de manera muy seria y profunda, que no pueden ser tachados de oportunistas o inconsistentes. Lo que pasa es que hay un cierto resentimiento en los ámbitos académicos por el éxito que tienen todas las propuestas que contradicen la tradición liberal.

¿La divulgación, más allá de su menor rigurosidad académica, sirve para construir un pensamiento contrahegemónico?

Creo que hay que combinar el trabajo de investigación y la divulgación, no sólo por los libros sino también por otros medios gráficos y audiovisuales, que tienen que ser canales complementarios para que este pensamiento alcance no sólo a los estudiantes sino también al gran público. Mi idea siempre ha sido hacer las dos cosas; investigar a fondo y con seriedad, pero también volcar el resultado de la investigación de la manera más accesible posible para que pueda tener una difusión amplia.

¿Cómo es la relación de la corriente revisionista con el trabajo académico institucional?

Es muy complicada, porque dentro de las universidades todavía predomina una concepción que es heredera de la tradición liberal. No obstante, en este momento, muchos investigadores revisionistas estamos creando el Instituto Dorrego, que creemos que puede ser el núcleo de expansión de este nuevo revisionismo. El problema es que no vamos a tener, quizá, los recursos que tiene el aparato hegemónico, que desde hace muchos años estableció toda una red de discursos, relaciones e influencias que apuntalaron su versión. El mitrismo tiene, desde hace siglo y medio, un diario enormemente influyente que después se ha convertido incluso en un grupo mediático. Además, otros grandes medios están penetrados por inversores norteamericanos o españoles. Todo esto es parte del poder mediático, que cada vez más se pone en evidencia como una de las puntas de lanza de la nueva dependencia.


Hugo Chumbita es escritor e historiador. Fue editor de la famosa Revista 4161 y colaborador de Todo es Historia. Es docente titular de las cátedras de Derecho Político e Historia Política Americana de la Universidad Nacional de La Matanza. Sus libros sobre el bandolerismo en Argentina inspiraron a Eric Hobsbawm a incorporar estos datos en la reedición de uno de sus textos clásicos, “Bandits”.

Entrevista realizada por Leandro Lacoa y Javier D'Alessandro.