“Las ciencias sociales han quedado fragmentadas”

Juan Piovani, investigador de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de La Plata, describe así la realidad que enfrentan estas disciplinas. Desde 2009, un proyecto de integración federal busca salvar la producción académica nacional del olvido y la inequidad.

Carolina Vespasiano (Agencia CTyS – UNLaM) Las ciencias sociales, paradójicamente, no socializan. A esta hipótesis arribó el becario de Conicet cuando observó que los estudios en distintas ramas sociales no llegaban a ser consultados por la comunidad científica, a no ser que provinieran de las grandes instituciones céntricas.

En diálogo con Agencia CTyS - UNLaM, el Dr. Juan Piovani expone el complejo escenario al que se enfrentan las diversas disciplinas de las ciencias sociales. La fragmentación, la carencia de un criterio unificado y la desigualdad de recursos son los principales temas a resolver.

“Mucha de nuestra producción –señala- está “metropolitanizada”; esto significa que las instituciones de la región metropolitana tienen mayor concentración de recursos económicos y humanos y, por lo tanto, juegan un lugar central en la definición de las agendas, en los temas y fundamentalmente en la proposición de las interpretaciones”.

En ese sentido, el investigador sostiene que términos como “la pobreza en la Argentina” esconden una generalización más que una certeza científica, ya que se fundan en los resultados de las investigaciones empíricas que se han hecho en algún lugar de la Capital Federal.

Tras un encuentro con el ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (MINCYT), Lino Barañao, Piovani –junto con el Consejo de Decanos de las Facultades de Ciencias Sociales y Humanas- trazó los lineamientos para un proyecto de carácter nacional que repare esa falta de comunicación y de utilidad práctica a las investigaciones en Ciencias Sociales.

Fue así que el científico presentó el Programa de Investigación sobre la Sociedad Argentina Contemporánea (PISAC), un complejo relevamiento de la producción en ciencias sociales de los últimos quince años que sistematiza, articula y compila esa información para optimizar su circulación y aplicación en todo el país.

Las metas de este programa tienen tres ejes fundamentales: mejorar la circulación y difusión de las publicaciones en ciencias sociales, unificar criterios metodológicos en estudios tanto cualitativos como cuantitativos y federalizar los recursos.

“Lo que nosotros vemos –apunta Piovani- es que, muchas veces, la producción de las ciencias sociales ha quedado fragmentada, ha sido pensada para la reproducción de la misma carrera académica y, en términos generales, mucho de esta producción queda en el olvido.”

Esa misma reflexión se manifiesta en datos concretos. Actualmente, en Argentina se registran 467 revistas científicas. Publicaciones editadas, en su mayoría, en universidades públicas y solo disponibles en papel.

Por sus altos costos, esas revistas terminan siendo ediciones de muy pocos ejemplares que, en algunos casos, fueron olvidadas en el subsuelo de alguna biblioteca. “Los artículos publicados en revistas argentinas de ciencias sociales tienen nulo o, en el mejor de los casos, escaso volumen de citas”, cuenta Piovani a Agencia CTyS - UNLaM.

A partir de ese panorama, se llevó adelante el Programa de Fortalecimiento de Publicaciones Periódicas de Ciencias Sociales y Humanas, que cuenta con una base de datos exhaustiva de las revistas científicas vigentes en materia de ciencias sociales.

“En nuestra investigación –explica-, hemos demostrado que muchas publicaciones, aun siendo valiosas desde lo cualitativo, quedan en el olvido porque no cumplen requisitos formales que le otorgan potencial difusión”.

En respuesta a esta problemática, el equipo creó un manual de calidad y buenas prácticas para las publicaciones de ciencias sociales y humanas, que surgió de un trabajo integral a nivel federal que contempla pero no se ata a las imposiciones internacionales.

A su vez, implementó una serie de talleres sobre gestión y edición de publicaciones periódicas que, en su primer año en curso, cumplió con las expectativas. “Hay saberes técnicos muy específicos en relación con esto y nosotros intentamos comunicarlos. Ahora, el impacto y el éxito de esto también tiene que ver con la continuidad y el seguimiento en la práctica”, sostiene Piovani.

Una gran base de datos para cada necesidad
Otra de las fases de PISAC corresponde a las “Encuestas Sociales sobre la Heterogeneidad Social”. Se trata de tres tipos de encuestas que abarcan gran parte del territorio nacional y recaban información sobre aspectos sociales, económicos y culturales de la sociedad.

Estos cuestionarios científicos parten del supuesto de una sociedad compleja, heterogénea y fragmentada, y tienen el objetivo de poner en evidencia esa cuestión. A su vez, vienen a saldar el problema de los recursos que cada academia enfrenta a la hora del trabajo de campo y la falta de datos oficiales sobre cuestiones sociales.

Si bien desde el PISAC se hará una presentación general de los datos obtenidos en estas encuestas, la idea es que cada universidad se apropie de las bases de datos y haga investigación a partir de las copiosas aristas que contienen. “A veces –explica Piovani-, sucede que pasan por nacionales miradas o problemas que tienen una cierta especificidad metropolitana y, por lo tanto, es importante investigar estas heterogeneidades sociales desde múltiples puntos de vista”.

Del campo al pizarrón y del pizarrón a la sociedad
Para el investigador, no solo las ciencias sociales deberían estar bajo la lupa, ya que este desencuentro de los estudios y las necesidades responde a la estructura del propio sistema académico.

En esa línea, asegura que ambos espacios se complementan: “Hay un enorme trabajo de producción de investigación que se traduce al aula. Cuando hablamos de calidad universitaria, hablamos de una docencia que está actualizada en las diversas problemáticas”.

Para dar cuenta de sus complejidades y traducirlas en políticas públicas, es necesario un exhaustivo mapeo de los recursos académicos, su funcionamiento, sus asimetrías y su adaptación a las tendencias científicas, así como el estudio de los efectos que tienen las políticas actuales sobre ellas.

Es allí donde el PISAC intenta dar otra de sus mayores contribuciones. Cuando la academia se vincula con organismos que capitalizan la toma de decisiones –a nivel municipal, provincial o nacional- para volcar sus investigaciones en el diseño de políticas públicas o respuestas a problemáticas concretas, esta investigación tiene un alcance limitado a las necesidades específicas que emergen.

En esas ocasiones, el PISAC puede sentar las bases de una forma, un modelo o un ejemplo de cómo se vinculan las instituciones académicas entre sí para colaborar en proyectos de investigación social de un mayor alcance y de cómo articulan con organismos estatales para transferir resultados pensando en políticas públicas en múltiples niveles como hábitat, salud, educación, ciudadanía o derechos humanos.

“Falta construir una mayor sinergia y articulación entre las instituciones del sistema universitario, pero eso no significa que no haya en las ciencias sociales un aporte enorme de conocimiento sobre los problemas sociales, económicos y productivos”, concluye el investigador.