Investigan sobre los impactos sociales de la pandemia en La Matanza

Angélica De Sena, investigadora del CONICET y de la UNLaM, analiza junto a su equipo de trabajo los efectos económicos, emocionales y socioculturales en la población del Partido. La situación de fragilidad extrema y la necesidad de repensar nuevas formas de vínculo, entre las claves del estudio.

Nicolás Camargo Lescano (Agencia CTyS-UNLaM)- A la par del impacto epidemiológico y sanitario, la pandemia generó profundas consecuencias en el plano económico, social y, especialmente, emocional. Estas son algunas de las temáticas que un grupo de investigación de la Universidad Nacional de La Matanza explora en la población del distrito matancero.

“Si uno tuviera que apelar a una analogía, sería la de una gran lupa: todas las condiciones previas, que parecía que antes ‘no estaban’ o estaban invisibilizadas, ahora quedaron expuestas en toda su dimensión”, describió a la Agencia CTyS-UNLaM la científica Angélica De Sena, investigadora del CONICET  por la Secretaría de Ciencia y Tecnología de la UNLaM.

Junto a su equipo de investigación, De Sena trabaja, desde hace varios años, en torno a la “cuestión social” de la población de La Matanza, en dimensiones como la pobreza, el territorio y las sensibilidades asociadas. “A partir de los resultados que veníamos observando antes de la pandemia y del escenario actual, intentamos pensar en concepciones más macro, en comprender motivaciones y construcciones sociales. Observamos una situación de alta fragilidad y una idea muy fuerte de incertidumbre”, analizó la investigadora.

Esas condiciones previas de poblaciones de La Matanza, según detalló De Sena, incluían factores como una situación económica limitada, con una precarización laboral alta; ocupaciones de tierra y condiciones de habitabilidad muy limitadas, junto con el acceso deficiente a servicios. “Configura, si se quiere trazar una analogía con el discurso médico, con ‘morbilidades’ preexistentes en el Partido”, subrayó la científica.

El proyecto actual de De Sena y su equipo pertenece al Programa Vincular 2020, impulsado desde la Secretaría de Ciencia y Tecnología de la UNLaM para líneas de investigación que ofrezcan respuestas y análisis en torno a la pandemia y sus efectos.

En este sentido, la investigadora resaltó el trabajo realizado por la UNLaM a lo largo de estos años para lograr una imagen positiva en la comunidad. “Vos tocás un timbre, llamás por teléfono o mandás un mensaje y decís: ‘Estamos haciendo una investigación para la UNLaM’, y, del otro lado, te abren la puerta, te responden. Eso es confianza, una construcción colectiva a lo largo del tiempo y habla del trabajo hecho por la Universidad en los últimos 30 años”, subrayó.

La “cuestión social” en el siglo XXI

En las investigaciones previas, el equipo había estudiado los modos de interacción social, de trabajo y de vinculación en la población. “Hay que tener en cuenta que estos estudios se hicieron en un Partido tan heterogéneo y amplio como La Matanza, que es enorme en su extensión geográfica, en la cantidad de habitantes y en variedad cultural y socioeconómica”, especificó la investigadora del CONICET.

El equipo realizó investigaciones y entrevistas, por ejemplo, con personas que reciben programas sociales. Analizaron las variables de habitabilidad, de políticas sociales y sociolaborales, con dimensiones cuantitativas y cualitativas. A toda esa experiencia y esa base de contenidos, se le sumaron encuestas virtuales -enviadas de forma digital- que se realizaron de marzo a junio y se replicaron en septiembre, para analizar los mismos ejes, pero, esta vez, en contexto de cuarentena y de pandemia.

“Desde luego, el escenario cambió radicalmente. Esta situación de fragilidad que mencionaba antes se puede ver en que, en cierta forma, los que estaban ‘en el límite’, con la cuarentena, se ‘cayeron’ del todo: hay más personas durmiendo en la calle, pidiendo ropa y alimentos en las casas; aumentaron las concurrencias a los comedores; hay numerosos hogares que deben apelar al Ingreso Familiar de Emergencia para sobrevivir o a pedir préstamos para poder comer y pagar servicios”, ilustró la investigadora.

Para De Sena, es clave el aspecto informal de la economía. “Muchas de las mujeres que reciben un plan social, por ejemplo, tenían toda una serie de trabajos o ‘changas’, porque con el programa solo no alcanza. Entonces, trabajaban de empleadas domésticas, pedían ropa para luego venderla en alguna feria de barrio, o la arreglaban…se valían de todo tipo de trabajos para sobrevivir. En cuarentena, todas esas posibilidades se redujeron y se profundizaron los problemas”, agregó.

En relación a la pandemia y, especialmente, al escenario de pospandemia, De Sena consideró que una de las máximas dificultades estará en cómo reconstruir los vínculos sociales.

“No es sólo el desafío de volver a poner en marcha el aparato productivo, sino también trabajar en cómo será la revinculación con instituciones básicas. ¿Cómo será, por ejemplo, las nuevas relaciones que se establezcan con la escuela, con los hospitales, con las universidades? La virtualidad, que ya estaba presente en la prepandemia, nos atravesó completamente estos meses y resignifica las formas de socialización”, analizó De Sena.

La investigadora, además, consideró de carácter esencial la formulación de políticas públicas que atiendan a lo colectivo. “Hay que tener en cuenta que las sociedades funcionan en base a la confianza y a las certidumbres. Por supuesto, nadie sabe cuándo se termina la pandemia, pero se debe definir algún tipo de plan posible de ser, porque las sociedades funcionan a confianza. Si no hay confianza, es muy difícil que el sistema funcione. A la incertidumbre del virus hay que combatirlo también con la certidumbre de la política y las políticas públicas”, aseveró.