Ideas materiales, saberes situados

Con la realidad como base, los estudiantes de arquitectura de la UNLaM aspiran a generar soluciones urbanísticas y paisajísticas concretas para su territorio. El aprendizaje práctico es uno de los pilares de esta carrera de grado.

Carolina Vespasiano (Agencia CTyS-UNLaM) - En la Grecia antigua, cuna de la razón como ideal de lo bueno y de lo bello, surgió un término que permitía religar ese concepto –el saber- con el acto creativo en el mundo material, el hacer. Impregnar la belleza del pensamiento en el plano real, proyectar la mente y construir, todo eso podía sintetizarse con la palabra Tekné.

El arquitecto y coordinador general de la carrera de arquitectura de la Universidad Nacional de La Matanza, Arnoldo Rivkin, recurre a este término para reflexionar sobre la arquitectura en el contexto local, y sostiene que, “si el arquitecto tiene un rol, ese es el de producir espacios, y para eso tiene que saber los mecanismos de la producción y conocer los materiales que le permiten producir.”

Con esa impronta, el aprendizaje práctico se ha vuelto uno de los pilares de esta carrera de grado. Por ello, las materias proyectuales cuentan con actividades que le permiten al alumno tomar conocimiento de los materiales y técnicas disponibles, y utilizar dichos recursos para resolver problemáticas urbanísticas presentes en el territorio.

“Aparte de los problemas generales que en general se invocan, como el desarrollo urbano y paisajístico de la región, la impronta de esta carrera se orienta hacia un desarrollo ligado a la tecnología, a su cercanía con los problemas constructivos reales y no solamente abstractos o ideales”, sostiene el arquitecto.

Proyectar sobre lo real
Las ciudades tienen una historia que no se congela en el pasado, sino que se va construyendo con el mismo devenir de la vida en el territorio, del uso y de la apropiación del espacio que hacen los habitantes de un lugar. 

En esa línea, la identidad construida, el sentido que el paso del tiempo imprime sobre edificios y barrios enteros, es otra de las variables que los futuros arquitectos formados en La Matanza tienen en consideración a la hora de pensar intervenciones en la región.

Durante el segundo año de la carrera, los alumnos realizan ejercicios de rehabilitación de lo existente, es decir, de pensar estructuras adyacentes a conjuntos de vivienda colectiva para mejorar las condiciones del lugar y, con ello, la calidad de vida de los usuarios de eso espacio.

Para trabajar el concepto de la rehabilitación de espacios, los docentes situaron el ejercicio en el barrio 20 de junio de Isidro Casanova, un conjunto de vivienda colectiva construido en el marco del Plan de Erradicación de Villas de Emergencia (PEVE), y cuenta con varias escuelas y una plaza pública.

Año tras año, los alumnos se encargan de pensar y proyectar intervenciones para los distintos sectores de este complejo habitacional. Hasta el momento, el trabajo consistió en diseñar estructuras adyacentes (laterales, azotea y sector de estacionamiento) y presentarlas en maqueta. Antes del diseño, los estudiantes participan de encuentros con los vecinos, hacen un relevamiento del barrio, investigación y mapeos de la zona a intervenir.

“Se trata de formar a los alumnos con una visión integral y profunda sobre un problema. El arquitecto tiene que tener una mirada crítica: hay que entrenar el ojo para mirar lo que está y pensar lo que viene, las tecnologías existentes propias de este campo y las de otros sectores que podrían utilizarse para la construcción de viviendas”, reflexiona la arquitecta Lucía Solari, una de las encargadas de llevar adelante este ejercicio.

Manos a la obra
La carrera de Arquitectura de la UNLaM abrió sus puertas en abril de 2015 y, con tan solo en tres años de desarrollo, obtuvo varios reconocimientos. Entre ellos se encuentra el Programa Innovart, una iniciativa de cooperación binacional con institutos educativos de Francia.

De este programa nació el proyecto de construcción experimental Ecoabrigo, un refugio que combinará la arquitectura, la tecnología medioambiental y la vegetación urbana para el esparcimiento de la comunidad universitaria. Un grupo de estudiantes avanzados de la carrera realizarán el prototipo a escala real como parte de su formación profesional.

Para el diseño y el desarrollo del proyecto, los estudiantes contarán, por un lado, con la participación de Solari y Rivkin, y por otro lado con el apoyo de los arquitectos Rémi Rouyer y Sebastien Rinckel, de la Ecole Nationale Supérieure d'Architecture de Nancy; ydel Arquitecto Javier Fernández Castro, de la Universidad de Buenos Aires, .

Ecoabrigo combinará elementos del campo de la tecnología agrícola, como hidroponia, cultivos sin suelo e invernaderos, y de la construcción industrial, innovando en el uso de materiales nuevos y reciclados. “Se trata de un proyecto que parte del uso de tecnologías simples pero ingeniosas para crear ambientes con una climatización particular en los lugares públicos o privados”, explica Rivkin.

Con este tipo de iniciativas, los estudiantes no solo exploran nuevas posibilidades arquitectónicas para el uso de un espacio urbano en diálogo con la naturaleza, sino que, durante su materialización, aprenden a articular con otros actores sociales, como el sector empresarial, que puede facilitar recursos para concretar este tipo de proyectos. En palabras de Rivkin, “la arquitectura no debe ser el resultado de una abstracción, sino de una materialidad”.

“Lo novedoso –concluye el arquitecto- es que la experimentación constructiva ambiental no queda a nivel del dibujo, sino que se plasma materialmente. Esto abre un espacio que todavía no existe en Argentina, y eso es gracias al convenio que tenemos con Francia y a la reacción positiva de los empresarios de la región”.