Horacio Tarcus: “Después de 2001, la izquierda tradicional no aprendió nada”

Para el Director del Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas (CeDInCI) los movimientos de izquierda “no quieren aprender de la realidad y no les interesa una interacción con la experiencia”. En una entrevista con la Agencia CTyS, el especialista también analiza los resultados de las últimas elecciones y la situación política latinoamericana.

Se cumplen 10 años de la crisis del 2001 ¿qué aprendizaje cree que tuvo la izquierda más tradicional?

La izquierda tradicional no aprendió nada y no aprende nada; ya sabe cuál es el programa, cuál es su diagnóstico del país y cuáles son sus candidatos. La izquierda tradicional no quiere aprender de la realidad. El marxismo ya está escrito, el programa de transición ya fue escrito por Trostky. No le interesa una interacción con la experiencia. Las direcciones de los partidos de izquierda, cuando sus propias bases asimilan algún tipo de experiencia y la llevan al partido, las ven como desviaciones pequeño-burguesas, asambleístas, juvenilistas. Me parece que los sectores que han aprendido son otros. Después del 2001 surgió una nueva camada de jóvenes que se movilizaron políticamente a partir de la experiencia de los piquetes y de las asambleas. Buena parte de esos sectores fueron cooptados por el kirchnerismo, mientras que otros sectores forman parte de una izquierda latente que no tiene expresión política, porque las fuerzas tradicionales no les interesan, y la izquierda más autonomista, más espontánea, más horizontal, no logra articular un espacio político. Hay algunos agrupamientos, hay revistas, hay foros de discusión pero, a nivel de política nacional, no tiene traducción.

¿Cuál es su análisis respecto del resultado de las elecciones y del posicionamiento de la izquierda?

Las elecciones fueron auspiciosas para la izquierda, en el sentido de que los sectores que han expresado las posiciones más conservadoras, de algún modo, han sido castigados. Por otro lado, también ha crecido la izquierda moderada, socialdemócrata, que expresan el FAP (Frente Amplio Progresista) y, sobre todo, el partido socialista. En ellos, el electorado nacional vio una izquierda razonable y con capacidad de gestión, que, quizá, no genera entusiasmo pero sí respeto, lo cual ya es importante.

¿Cree que un sector de la izquierda se vio representado por el oficialismo?

Sin duda. Creo que una franja del electorado de izquierda se vio más representado en el discurso de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, que, si bien no es una figura de la izquierda ni proviene de este sector, ha sabido, por momentos, enunciar un discurso crítico, confrontativo de los poderes económicos, de recuperación de la soberanía del Estado que, de algún modo, tiene que ver con el ideario de la izquierda. Durante esta elección, las ideas de la izquierda han estado en disputa entre las dos principales fuerzas: el FpV (Frente para la Victoria) y el FAP.

¿Cree que ha cambiado la izquierda latinoamericana durante estos últimos diez años con la aparición de gobiernos reformistas?

Creo que sí. Sin entrar en juicios de valor, como historiador, diría que hay tres grandes ciclos. Por un lado, a fines del Siglo XIX y principios del Siglo XX, hubo un ciclo de una izquierda, un socialismo revolucionario, anarquista, comunista, que pensaba en una transformación radical a través de una revolución social insurreccional. Ese periodo, a partir del triunfo de la revolución cubana, se transformó en un segundo momento, que es el de la lucha armada, en el cual se cree que la revolución es posible pero no a través de un modo insurreccional sino a través de la guerra de guerrillas y los distintos métodos de la lucha armada. El cambio que ha ocurrido en los últimos quince años es que se instala un nuevo modo de pensar la transformación.

La idea de las grandes reformas…

Claro. Ya no se piensa en un momento revolucionario y se cree que es posible y necesario emprender transformaciones en el marco de procesos constituyentes. El mandato es apoyarse en el pueblo y no aislarse de él. Este es el modelo que plantean Venezuela, Bolivia y Ecuador, que son casos distintos a los de Brasil y Argentina, pero que, de algún modo, también se articulan con los nuevos gobiernos latinoamericanos, lo que permite hablar de un tercer momento de izquierdas desarrollistas, neopopulistas, que no se proponen acabar con el capitalismo sino controlarlo, regimentarlo, evitar las crisis y ver cómo se reparten los costos. Esto es, de alguna forma, el resultado del derrumbe de los socialismos reales en 1989-91 y el auge del neoliberalismo, que llevaron a un profundo escepticismo respecto de las posibilidades de exceder al capitalismo y generar un nuevo orden social y productivo.

¿Cómo puede influir en el ideario de la izquierda la aparición como potencia de un país como China, de una enorme tradición comunista?

El giro de China hacia el capitalismo le dio al capitalismo mundial un aire extraordinario. China es hoy una de las grandes potencias capitalistas, con la simple diferencia de que tiene un régimen político de partido único, pero hoy de comunismo no queda nada. Entonces hay que pensar a China en otros términos; la China maoísta desapareció hace muchos años. Nadie sabe en China quién es Mao Tse Tung. Es como un viejo prócer, como un San Martín o un Manuel Belgrano, pero que no representa nada en la política activa, viva y actuante.

¿Qué cree usted que va a pasar con los gobiernos socialdemócratas europeos después de la crisis internacional que está teniendo lugar en la actualidad?

Históricamente, los gobiernos socialdemócratas muchas veces pagaron costos políticos y sociales muy graves por tener que aplicar políticas de ajuste. Estas son las reglas del juego de una política socialdemócrata. Si se quiere gestionar bajo el capitalismo y llevar acuerdos a nivel continental, el margen de maniobra que tiene un partido socialista para no apoyar el ajuste es escaso. Entonces, eso genera escepticismo respecto de las posibilidades de transformación y plantea quiebres horizontales, o sea, una crisis política, en la cual muchos sectores de los representados no se sienten como tales respecto de sus representantes.

Surgen los indignados…

Exacto. Cuando hay desencanto de la política surgen en todo este tipo de movimientos de izquierda social, que tienen características generacionales, reticulares, asambleísticas y son profundamente renovadores, pero no tienen expresión política. Los indignados son un síntoma muy interesante y productivo para pensar la crisis política, pero, hasta ahora, no se han articulado de modo tal de ofrecer soluciones políticas más allá de los partidos tradicionales.

Entrevista realizada por María Florencia Alcaraz y Javier D’Alessandro.

*Horacio Tarcus es Doctor en historia por la Universidad Nacional de La Plata y docente e investigador de la Universidad de Buenos Aires. En 1998 creó el Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas (CeDInCI) en la Argentina, que dirige hasta el día de hoy. Además fue subdirector de la Biblioteca Nacional.