Un modelo alternativo en la enseñanza médica

La flamante carrera de medicina permitirá a los alumnos tener prácticas en los sistemas de salud desde el primer año; mantener una mayor interacción con los pacientes; aprender a partir de casos reales que los motiven a reflexionar, debatir y fijar mejor los conocimientos adquiridos en el aula. También se promoverá el estudio del ser humano según cada etapa del ciclo vital y el ejercicio de una medicina comunitaria.

Nadia Luna - Leandro Lacoa (Agencia CTyS) - Algo en el aula evoca esos momentos de la infancia en que uno se disfrazaba con el guardapolvo del hermano mayor y jugaba a ser doctor. Los futuros alumnos de medicina se preparan para la maniobra. En sus caras se refleja entusiasmo, curiosidad y ciertos atisbos de timidez. Sentados en ronda, se van turnando para practicarle primeros auxilios al muñeco que reposa en el centro. Los docentes miran atentos, corrigen y levantan pulgares. Saben que es primordial incentivar a la reflexión y la acción. Saben que la mejor manera de aprender a ser médicos es siéndolo.

Esta escena de la vida real corresponde al curso de ingreso a la flamante carrera de medicina de la Universidad Nacional de La Matanza (UNLaM), que está dando sus primeros pasos este año. De esta manera, el nuevo paradigma de educación médica, una forma distinta de encarar el ejercicio y el aprendizaje de esta profesión, se plasma desde el principio. Más tarde, aquellos que consigan ingresar a la carrera se encontrarán con prácticas en los propios sistemas de salud de la zona desde el primer año y reflexionarán acerca de cómo mejorarlos; aprenderán a escuchar a los pacientes; conocerán el cuerpo humano, no a través de un órgano, sino a través del debate en grupo a partir de casos -problema; y conocerán las problemáticas de salud de cada barrio, facilitando la aplicación de una medicina colectiva.

“Elegimos este modelo educativo porque tiene mucho que ver con la naturaleza del trabajo profesional del médico, que requiere una serie de habilidades que no se adquieren en el aula, sino que requiere experiencias profesionales precoces, líneas de reflexión y de búsqueda de conocimiento muy activas, ya que en el campo de la medicina se observa una rápida obsolescencia del conocimiento. Esto hace que nosotros necesitemos crear condiciones para que el alumno aprenda a aprender”, explica el decano del Departamento de Ciencias de la Salud, Dr. Mario Rovere.

Este nuevo paradigma comenzó a utilizarse en 1969, en la Universidad de McMaster, Canadá. En Argentina, en tanto, se empezó a usar en la década del 80, aunque de manera híbrida, es decir, de forma integrada con la currícula tradicional. Actualmente, las universidades públicas que cuentan con el nuevo plan de estudios son cinco: las Universidades Nacionales de Rosario, del Litoral, de Cuyo, del Sur y de La Matanza. Según la coordinadora de la carrera de medicina de la UNLaM, Dra. Gabriela Lourtau, “hay excelentes resultados en los egresados de esas instituciones, ya que la mayoría de los que se presentaron a la residencia lograron ingresar sin problemas”.

Esta metodología de enseñanza se llama aprendizaje basado en problemas. “No es lo mismo aprender un hueso de manera aislada, que aprender un hueso desde un caso. Por ejemplo, desde una fractura: para qué sirve, qué es, en qué estado está, qué daño ocasiona en el cuerpo. Esto entusiasma, lleva a la investigación, al autoaprendizaje, al trabajo colaborativo en equipo y a poder fijar mejor los conceptos”, describe Lourtau.

La diferencia entre el plan de estudios tradicional y el que pertenece al nuevo modelo de la medicina se comprende rápidamente al comparar las asignaturas de cada uno. Mientras el primero está compuesto por materias como Anatomía, Fisiología y Biofísica, Histología, y Química biológica (como se observa en el caso de la UBA), el segundo plan consta de asignaturas como Concepción y formación del ser humano; Salud colectiva y comunitaria; Desgaste y envejecimiento; Salud integral de la mujer; y Salud del niño, niña y adolescente (ver recuadro comparativo). De esta manera, los conocimientos que en las materias tradicionales se adquieren por separado, en la nueva currícula se integran dentro de las diferentes etapas de crecimiento del ser humano: nacimiento, niñez, adolescencia, adultez y vejez.

“La forma histórica que tuvo la medicina de privilegiar lo particular fueron los órganos. Entonces, hoy tenemos muchos especialistas de órganos o de sistemas, que nosotros no queremos disminuir, sino equilibrar a través de especialistas en etapas del ciclo vital”, puntualiza Rovere. “Lo tradicional es ingresar a la carrera de medicina y entrar a la morgue, pero la vida no empieza en la morgue sino con el nacimiento. Por eso, la idea es dividir la formación en ciclos, comenzando con la formación del ser humano”, agrega Lourtau.

Saberes compartidos

Una de las asignaturas clave de la carrera es la relación médico-paciente, que se estudia bajo el nombre de “Articulación Básico Clínica y Comunitaria”, durante los tres primeros años. Según Rovere, la importancia de esta materia se basa en que no se puede seguir fundamentando dicha relación en el hecho de que el médico es el que sabe y el paciente sólo lo escucha. “Nuestra lógica de relación médico-paciente es que se trata de un encuentro de saberes, en la cual el paciente es experto en lo que le afecta. Esto se ve clarísimo en las enfermedades crónicas, como la diabetes”, señala el decano.

“Esa situación donde el médico tenía el poder y el paciente obedecía hoy se está cambiando y me parece muy sabio, porque permite ponerse en el lugar del otro”, coincide Lourtau. “Yo, como médica, puedo saber acerca de una enfermedad, pero no sé qué pasa en el entorno del paciente, eso sólo lo sabe él. Además, el acceso a la información que tienen los pacientes, hoy en día, es ilimitado”.

Otro eje de la carrera lo conforman las denominadas prácticas precoces pre-profesionales. Dentro de todas las asignaturas, hay una carga práctica que se llevará a cabo en diferentes “campos”, como el patio universitario, una escuela o un club social, entre otros. A su vez, este eje se vincula fuertemente con la medicina comunitaria.

“A veces, hay medicina ´de personas´ y, otras veces, hay medicina ´de comunidades´. Por ejemplo, cuando nosotros tratamos un paciente con fiebre a causa del dengue, estamos haciendo algo por ese paciente, pero cuando eliminamos los cacharros, las formas de acumular agua y los criaderos de mosquitos, estamos haciendo medicina de comunidad, evitando que muchas personas se enfermen. Por eso, tratamos de que los futuros médicos no vean estos dos factores como contrapuestos, sino de manera integral dentro de la práctica profesional”, apunta Rovere.

Además, la experiencia de campo en los servicios de salud se complementa con la “práctica reflexiva”. Es decir que, por un lado, los alumnos observan cómo se hace y practican en base a eso y, por el otro, a partir de lo que ven, tienen un espacio para discutir con el docente sobre cómo podría hacerse mejor. “Los talleres prácticos reflexivos sirven para comentar las experiencias que los alumnos tienen en el terreno y de qué manera se pueden solucionar las problemáticas a través de un análisis exhaustivo. La idea es que, al ser ajenos a esos ámbitos, puedan distinguir ciertas falencias que los que están habituados a ese espacio no son capaces de reconocer”, aclara Lourtau.

“Una enorme ventaja radica en que no es preciso contar con un hospital universitario, como sí se necesita en una carrera con currícula tradicional, sino que este modelo les permite aprender en los servicios de salud tal cual son y, al mismo tiempo, aportar su conocimiento para que sean mejores”, destaca el decano.

Un enfoque pluralista

La llamada “medicina popular” tampoco queda fuera de este plan de estudios. Se trata de aquellas prácticas o remedios caseros que se fueron heredando de otras generaciones y culturas, como por ejemplo, curar el empacho o recurrir a distintas “hierbas medicinales”, según la dolencia que se padezca.

“La carrera tiene una materia que se llama ´Interculturalidad y salud´ que trata estos tópicos. De hecho, las nuevas currículas en las universidades de Bolivia incluyen todo sobre la medicina de los indígenas, ya que allí es de gran utilidad”, asegura Lourtau. “Es importante respetar la cultura de la población, porque sino estamos haciendo lo mismo que hicieron los españoles cuando llegaron a América en 1492. Al juzgar las diferentes cuestiones culturales, estaríamos repitiendo la historia desde otro punto de vista”.

En tanto, la cuestión de la “medicalización”, es decir, recurrir a un medicamento para solucionar un problema que no lo requiere, también tiene su lugar en la carrera. “La idea es poder realizar entrevistas con los pacientes, ya que, muchas veces, el sólo hecho de escucharlos calma sus angustias. Lo que ocurre es que esta híper-medicalización actual conduce a un sistema en el que es más rápido recetar un medicamento que escuchar”, precisa Lourtau.

Otro enfoque novedoso tiene que ver con la psicología comunitaria, social e institucional. “Muchas veces, los futuros médicos se encontrarán ante contextos críticos, pacientes terminales y situaciones en las que deberán contener a los pacientes y sus familiares”, ejemplifica la coordinadora.

La accidentología es otro de los puntos en que se hace hincapié. “La prevención de accidentes es fundamental porque actualmente es una de las causas más importante de muerte. Por eso, decidimos dar cursos de reanimación cardiopulmonar (RCP) y de primeros auxilios para todos los alumnos del curso de ingreso para que, entren o no a la carrera, se lleven un conocimiento valioso”, explica Lourtau.

Por su parte, los aspirantes a la carrera se muestran entusiasmados con esta manera de aprender. “Tener este tipo de prácticas es motivante para empezar con la carrera y también nos sirve para incorporar mejor el contenido”, cuenta una alumna, luego de la jornada en la que aprendió qué es y cómo se hace una RCP. Y a su lado, un alumno resume: “Al ser una carrera que recién empieza, en estos primeros meses, los alumnos vamos aprendiendo la manera de estudiar, al mismo tiempo que los docentes aprenden nuevas maneras de enseñar”.

Así, mientras los estudiantes realizan sus primeras prácticas pre-profesionales, docentes y autoridades del Departamento de Ciencias de la Salud comienzan a evaluar. Y no sólo a los futuros médicos. “Vamos a investigar internamente la carrera para ver cómo funciona todo y qué hay que cambiar, ya que nosotros mismos somos un proyecto que está empezando a andar dentro de la universidad”, concluye Lourtau, entusiasmada y optimista por la carrera que se viene.