Miden acumulaciones de gases de efecto invernadero en la Antártida

Se están derritiendo los hielos que contienen al gas metano en el lecho marino de la Antártida, lo cual ocasiona escapes a la atmósfera y contribuye al efecto invernadero. Investigadores argentinos están midiendo dichas acumulaciones para advertir el riesgo de la situación.

Emanuel Pujol (Agencia CTyS)- Así como hay capas de agua bajo la superficie terrestre, hay depósitos de gas metano congelado bajo los mares del continente blanco. El problema es que, al derretirse los hielos, comenzaron a producirse escapes que pueden elevar el calentamiento global.

“Detectamos este fenómeno porque, durante el verano, se producen burbujeos visibles en las aguas superficiales del estrecho Bouchard, entre la Isla Marambio, James Ross y Cerro Nevado”, comentó el coordinador de Ciencias de la Tierra del IAA, Rodolfo del Valle, a la Agencia CTyS.

El especialista en geología mencionó que el gas metano ocasiona unas 25 veces más efecto invernadero que el dióxido de carbono, por lo cual su liberación a la atmósfera genera un círculo vicioso, con nuevos derretimientos y nuevos escapes.

Se estima que el volumen global del metano contenido en reservorios congelados puede alcanzar 7.600 billones de Km3. Esta enorme cantidad de gas de efecto invernadero es más que suficiente para alterar el clima mundial si llega a la atmósfera.

Por ello, el Instituto Antártico Argentino busca determinar de qué magnitud podrían ser los escapes de gas de efecto invernadero, por ahora retenido en el sustrato marino y los suelos congelados de la Antártida, si la temperatura aumenta en distintos niveles.

En consecuencia, durante el último verano, un equipo de investigadores dirigido por Rodolfo del Valle realizó una campaña para resolver el misterio que se oculta bajo los mares antárticos.

“Hemos hecho relevamientos geofísicos para modelar la forma y el tamaño de los depósitos de metano, aunque los resultados que obtuvimos no son completos, porque durante la campaña habían muchos témpanos en el área que no nos permitieron hacer un recorrido completo”, relató el doctor del Valle.

Este trabajo se puede hacer únicamente en verano, cuando se derriten los hielos de la superficie del mar y es posible navegar la zona con botes, portando un sonar de barrido lateral móvil y un perfilador de fondo, los cuales permiten estudiar el lecho marino.

Idealmente, los investigadores avanzan en línea recta, en tanto que el sonar tiene un alcance de unas decenas de metros a cada lado, pero el problema es que, en el verano pasado, se enfrentaron con bloques de hielo particularmente grandes, en algunos casos de hectáreas, por lo cual quedaron muchos sectores sin poder analizar.

La expectativa es completar la información en una próxima campaña, que se efectuará en el verano del 2013. El especialista del IAA detalló que “por haber tenido que rodear estos témpanos, no pudimos obtener los datos necesarios para realizar un mapeo del todo confiable de las acumulaciones de gas metano”.

Con ese sonar se logrará conocer el fondo del mar en dos dimensiones; en efecto, los especialistas usan también un perfilador de fondo marino, con el que tendrán una imagen vertical continua del sustrato marino. Así, combinando ambas observaciones se podrán reconocer la forma y volumen de las acumulaciones de gas metano.

Una esperanza en medio de los deshielos
El calentamiento climático impacta fuertemente en las regiones polares, donde el derretimiento de los hielos es evidente. El incremento de la temperatura atmosférica en la Península Antártica -donde ahora se producen estos escapes- durante los últimos 50 años fue de 2,5°C, superando ampliamente la tasa global de calentamiento.

Este calentamiento afecta, además, a las especies que precisan del hielo para tomar sus alimentos y desarrollarse. En algunos casos, de un año a otro, se observó una retracción de los glaciares de hasta 35 metros.

Sin embargo, más allá de estos datos preocupantes, Rodolfo del Valle mencionó que el IAA también se encarga de realizar el monitoreo de los glaciares en esta zona de la Antártida y que, en los últimos tres años, la disminución de sus masas se está dando a un ritmo menor. Es una pequeña esperanza, pero, de todas formas, es muy pronto para sacar conclusiones y habrá que ver si en las temporadas próximas continúa esta tendencia.