Guerra biológica contra los mosquitos trasmisores

El virus del chikungunya ingresó al continente americano entre octubre y diciembre del año pasado y tuvo una pronta expansión. El dengue, en tanto, afecta a unos 1000 argentinos por año, principalmente en las provincias del Nordeste. Científicos de varias instituciones del país intentan eliminar a los mosquitos transmisores de ambas enfermedades con métodos sustentables y diversos.

(Agencia CTyS) – Los mosquitos de la especies Aedes Aegypti, principal transmisor de los virus chikungunya y dengue, y el Aedes Albopictus, primo hermano del anterior y vector de chikungunya, no consiguen volar cómodos en Argentina, dado que, desde hace más de 15 años, los científicos del país los combaten desde distintos frentes para lograr su exterminio. Al no existir aún vacunas, los esfuerzos para combatir las enfermedades se centran en la eliminación sustentable de los insectos.

Uno de los frentes de batalla descarga su artillería desde el Centro de Estudios Parasitológicos y de Vectores (CEPAVE-CONICET) de la Universidad Nacional de La Plata, donde los investigadores desarrollaron un insecticida biológico a partir de un hongo patógeno de insectos descubierto en charcos de agua de la localidad platense de Melchor Romero.

En declaraciones a la prensa, el doctor Juan García destacó que “el larvicida biológico fue testeado en forma positiva en pruebas de campo y en distintas condiciones ambientales”. Este insecticida, que no daña el medioambiente, se encuentra en etapa de formulación, por lo que resta determinar de qué forma será trasladado a un preparado, de manera que pueda permanecer activo y con fuerza por un tiempo prolongado. 
 
Desde el mismo laboratorio platense, tiempo atrás, los investigadores avanzaron en un mecanismo de control biológico con mojarritas, peces que podrían controlar y hasta erradicar las larvas de Aedes aegypti en los grandes espejos de agua. “Estos mecanismos de control biológico todavía son de uso limitado y quedan restringidos a casos puntuales y específicos, por eso se debe seguir investigando”, aclaró García en una nota publicada en la Agencia CTyS en 2011.

Por su parte, este año, los científicos del Centro de Investigación de Plagas e Insecticidas (CIPEIN-CONICET) y el INTI  crearon una trampa mortal contra el Aedes Aegypti. Desarrollaron una ovitrampa cargada con un larvicida que se va liberando lentamente desde el plástico y está pensada para ubicarse en los tanques de agua de las casas, donde el vector se reproduce y pone sus huevos.

“En este caso, se incorporó un aditivo que interfiere en el crecimiento de la larva del mosquito, para que no se transforme en adulto, y los resultados en los laboratorios mostraron que las ovitrampas siguen activas hasta después de dos años”, remarcó la doctora Patricia Eisenberg a la Agencia CTyS.

Otro de los camaradas en la gesta contra el Aedes Egypti los constituye el batallón a cargo de la doctora Cristina Armúa de Reyes, de la Universidad Nacional de Nordeste (UNNE). En el laboratorio que ella dirige, utilizan a los insectos conocidos como chinches de agua como guerreros contra el vector del chikungunya y el dengue. Este método, difundido por este medio en 2011, tuvo muy buena repercusión.

El chikungunya

El doctor Tomás Orduna, infectólogo del Hospital Muñiz, explicó a la Agencia CTyS que, “hoy, se le está dando tanta importancia al virus chikungunya porque cuando un virus irrumpe en un lugar donde no hay antecedentes, potencialmente y durante una primera etapa, somete a mucho estrés a los sistemas de salud”.

Este virus de origen africano y asiático, que ya infectó a tres pacientes argentinos en el exterior, ingresó a América entre octubre y diciembre del año pasado y tuvo una veloz expansión en Centroamérica. Hoy, sólo República Dominicana cuenta con, aproximadamente, 400 mil infectados en un período de 10 meses.

Tanto en el dengue como en el chikungunya, la fiebre, el dolor intenso de la masa muscular, la irrupción brusca del quebrantamiento del estado general y el dolor articular son los primeros síntomas. Pero, a diferencia del dengue, en el virus africano está mucho más acentuado el compromiso articular y hasta puede producir artritis. Además, el 25 por ciento de los pacientes con chikungunya son susceptibles a sufrir secuelas de tipo articular.

“Tarde o temprano el virus termina autolimitándose. El problema es que el tiempo que dura puede ser no sólo invalidante desde el punto de vista físico sino también el generador de depresiones por la persistencia del dolor. Por el momento, hay casos importados, pero lamentablemente tenemos que pensar que, en un futuro, habrá casos autóctonos en el país”, se lamenta el especialista.

Según el doctor Orduna, la batalla que los científicos mantienen día a día contra el vector de ambos virus no será suficiente hasta que toda la población los ayude. “Lo que tenemos que hacer es crear conciencia en la población y en los Estados para que colaboren de manera muy fuerte”, concluye.