El 92 por ciento de las áreas protegidas de América no está a salvo

Lo aseguró el Instituto de Análisis de Recursos Naturales (IARN), tras estudiar 1511 áreas protegidas en todo Sudamérica. Ahora, analizan alternativas para ayudar a la conservación, tal como asistir a los mamíferos de gran porte y así evitar extinciones locales.

El doctor Adrián Monjeau, investigador del CONICET y director del IARN, aseveró a la Agencia CTyS que “solo un 8 que de las áreas protegidas de conservación estricta no se encuentran presionadas por amenazas externas, por estar alejadas de los cinturones productivos que siguen avanzando”.

En proporción a la extensión total de tierras que hay en Sudamérica, a penas el 1 por ciento de la naturaleza no corre riesgos de ser alterada. “Estas zonas no son suficientes, porque encima están aisladas, es decir, que sus poblaciones animales no están interconectadas”, observó el especialista.

El IARN proyecta estudiar los procesos de extinción que se generan en las áreas protegidas y la reducción del número de los animales de gran porte; entre ellos, de herbívoros como el ciervo y de carnívoros como el jaguar y el oso de anteojos.

Monjeau señaló que “las áreas naturales no son los suficientemente grandes como para sostener poblaciones viables de estos animales. Por lo menos, se precisa un millón de hectáreas de superficie continua e inalterada para sostener una población de 500 jaguares”.

Ocurre que, sin la suficiente extensión, aun en las áreas protegidas empieza a haber problemas de alimentación para sostener a un conjunto viable de animales, lo cual termina afectando al éxito reproductivo.

El director del IARN agregó que “la falta de grandes carnívoros provoca efectos en cascada que deterioran el funcionamiento del ecosistema entero; por ello, es indispensable entender qué pasa en las áreas protegidas, que es donde los animales aún están, para poder asistirlos en lo que les está faltando”.

Debido a que en las condiciones actuales estos animales tienden a extinguirse, al menos localmente, desde el IARN analizan la posibilidad de asistirlos, aunque Monjeau observó que sería un proceso costoso y “lamentablemente, la naturaleza se convertiría en un zoológico, porque iríamos nosotros por la selva con nuestra tecnología para ayudar a los mamíferos y también a las plantas que se extinguen por la falta de ayuda de los animales que transportan las semillas o por exceso de herbívoros”.

No existe el teórico equilibrio ecológico. "Hoy, el proceso es de extinción, no de equilibrio aún en las áreas protegidas, y si no asistimos tecnológicamente a los grandes mamíferos, los perderemos”, dijo con contundencia el ecólogo. La estrategia de recuperar tierras es muy difícil, sobre todo cuando aparecen nuevos proyectos privados que buscan avanzar más sobre la naturaleza, por lo cual en el IARN creen más viable realizar centros de cría, asistirlos con suplementos alimenticios y en la reproducción, como así también defender a rajatabla las áreas protegidas en su función de conservación, así como a los espacios verdes que aún quedan.

Un caso emblemático: el Ayuí Grande
Empresas privadas anhelan realizar un gran proyecto agrícola en el área de la cuenca del Arroyo Ayuí, en el Departamento Mercedes de la provincia de Corrientes, con la promesa de generar empleo e inversión, aunque este emprendimiento implicaría interrumpir el flujo natural de un importante curso de agua, eliminando sus bosques de ribera y extensos pastizales.

Se dedicarían unas 28.000 nuevas hectáreas al cultivo de arroz y otros cereales. El doctor Monjeau es uno de los científicos que se oponen a este proyecto, en consideración que “el Ayuí es uno de los pocos espacios que queda virgen o relativamente virgen en la provincia de Corrientes, donde hay pocos espacios forestales protegidos”.

El director del IARN analizó que los estudios de impacto ambiental, por más que sean hechos por investigadores muy reconocidos, como es en el caso del Ayuí, “pueden decir que no se va a extinguir ninguna especie, pero la extinción de especies no se hace de manera repentina y puntual, sino en un lento proceso en el que los espacios naturales son degradados y desplazados, poco a poco, por espacios productivos”. E indicó: “Una cosa es reemplazar un espacio productivo por otro, otra es crear un nuevo espacio productivo en desmedro de uno natural; esa es la tendencia que hay que combatir”.

“El deterioro a escala global es realizado por la suma de pequeñas decisiones, punto a punto, que no miran el conjunto y así se destruye el patrimonio natural de manera irreversible”, continuó. Y dio un ejemplo extremo para entender la problemática: “Cortar un árbol no afecta se manera notoria al cambio climático, y si se hiciera un estudio de impacto ambiental no se percibiría su incumbencia en la disminución de la capacidad de absorción de gases de efecto invernadero en comparación con los 5000 pesos que puede valer su madera. Sin embargo, por la suma de malas decisiones basadas en casos concretos, se pueden llegar a cortar millones”.

Los que se quedan
En diálogo con la Agencia CTyS, el doctor Adrián Monjeau recordó a Juan Carlos Chebez, un gran naturalista y conservacionista argentino que falleció el pasado 15 de mayo. “La conservación ha perdido gran parte de su alma”, lamentó.

Monjeau agregó que el autor de Los que se van “fue un grande, una exquisita persona y por suerte nos dejó un legado importante y casi una enciclopedia de la fauna misionera  y de las reservas naturales en Argentina”.

En consideración de ello, Monjeau agregó que “se podría soñar que se creara un área protegida que lleve su nombre en el Ayuí y en sus alrededores . Ese sería uno de los mejores homenajes que le podríamos hacer a un maestro, a un gladiador de la última batalla romántica del mundo... que es conservar la naturaleza”.
Pese a destacar este aspecto romántico de la defensa de la naturaleza, el director del IARN aclaró que “los argumentos para la biología de la conservación son científicos y técnicos”.