Intelectuales debatieron sobre populismo

En la presentación de “La alternativa neopopulista”, de Roberto Follari, Horacio González, Eduardo Rinesi, Mario Toer y el autor disertaron sobre el concepto de populismo y debatieron sobre las ideas de Ernesto Laclau.

En la sede de UNASUR en Buenos Aires, y en el marco de la presentación de “La alternativa neopopulista. El reto latinoamericano al republicanismo liberal”, el último libro del investigador y docente de la Universidad Nacional de Cuyo Roberto Follari, referentes del campo intelectual argentino debatieron sobre el concepto de populismo y su relación con los procesos políticos latinoamericanos actuales.

Mario Toer, sociólogo y titular de Política Latinoamericana de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, fue el encargado de coordinar la mesa y encuadró las ponencias en el marco de las discusiones teóricas y políticas contemporáneas. “Como dijo alguna vez Marco Aurelio García, en los ’60 solíamos tener ideas y no votos, ahora tenemos muchos votos y pocas ideas”, enunció.

“No estoy muy de acuerdo con esa idea, pero siempre son necesarios los debates y las búsquedas que nos ayuden a adentrarnos en los tiempos que vivimos, y este libro es uno de los grandes aportes”, acentuó Toer.

Momentos después, el director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, quién abrió las disertaciones, remarcó que la obra de Follari es una discusión con ‘La Razón Populista’, el último libro de Ernesto Laclau, que “relaciona al populismo con la catacresis, como la intención de llegar ese significante vacío”.

“Catacresis es un traspaso lógico, como, por ejemplo, llamar ala a una parte de un avión que no tenía nombre por su similitud con el ala de un pájaro”, explicó. “Todo en Laclau es ese mecanismo y considera al populismo como la búsqueda de nombres que ya estaban dados en la realidad para designar otros fenómenos complejos”.

“Por el contrario, la teoría de Roberto es una teoría social y política, historicista, que considera al populismo como creador de nuevas formas de ciudadanía”, consideró.

El director de la Biblioteca también repasó los puntos en común entre Laclau y el pensador italiano Antonio Gramsci, y destacó que “medirse con Laclau es el principio de cualquier teoría que hable de populismo”.

“Valoro muchísimo las teorías de Laclau, y en cierta forma, somos los amigos críticos de Ernesto”, subrayó González y expresó: “Creo que discutir con Laclau es tan interesante como que Laclau venga para acá y de conferencias, donde abandona esa distancia maquiavélica entre sus grandes teorías y sus ejemplos”.

Por su parte, el rector de la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS), Eduardo Rinesi, hizo hincapié en la cuestión de las definiciones y se apoyó en la pregunta que se hace Follari sobre si son necesarias, para desde allí cuestionar el “uso degradante del término populismo, que desde la época de Gino Germani se usa para definir a una forma mala, inadecuada de la política”.

“Al liberalismo, que considera al individuo como el sujeto de la historia, no le cae muy bien el populismo, que tiene al pueblo en el eje de su teoría política”, apuntó, y reflexionó: “Para un marxista la palabra populismo tampoco es muy tranquilizadora, porque cree que el sujeto de la historia es la clase, y el pueblo denota algún tipo de pulsión autoritaria”.

En este sentido, el rector de la UNGS rescató que la definición de populismo de Laclau “da vuelta como un guante su significado. Así, el populismo no sólo que no es una forma negativa de la política, sino que no hay política que no tenga un mínimo grado de populismo”.

“El populismo es la forma misma de la política”, enfatizó. “Si nosotros fuésemos políticamente eso que ya somos en el campo social, entonces no habría política, y esta no sería más que una tautología, un traspaso de una identidad preexistente.

Para Rinesi, “hay política porque en ese juego hay una identidad que se trastoca, que hace a los sujetos ser algo distinto de lo que son, que los convierte en pueblo aunque socialmente no sean pueblo”.

“Cuando vamos a la plaza y cantamos: ‘si este no es el pueblo, ¿el pueblo dónde está?’, ese acto encierra el secreto del populismo. El pueblo no es un sujeto preexistente, que estaba mirando televisión y después va a la plaza y canta que es eso que ya era antes, sino que, en ese acto de decirse pueblo se constituye como tal”, reflexionó.

Por otra parte, Rinesi diferenció entre el populismo de los ’40, que “tenía políticas más homogéneas, sobre la base de una sociedad integrada”, y los neopopulismos latinoamericanos, “que se cimientan sobre bases sociales más heterogéneas e identidades fragmentadas”.

En el cierre de las exposiciones, Roberto Follari compendió algunas de las apreciaciones realizadas por los panelistas y encuadró su presentación en el marco de una “pelea para recuperar los conceptos de democracia y república”.

“Existe una gran tradición occidental que considera la república como el instrumento de defensa de la cosa pública”, anotó y sostuvo que “esta versión liberal de que lo republicano y democrático es hablar bajito y ser tolerante es una tradición que identifica a la defensa de los derechos individuales frente al estado, y, por tanto, es algo contrario al concepto de república”.

En tanto, el autor conceptualizó que “se dice que los populismos son hegemónicos y que construyen un poder monolítico, pero la realidad es que las representaciones son correlativas al nivel de representatividad del sector al que pertenecen, y, por otro lado, que haya una cierta concentración de poder es una condición necesaria para la gobernabilidad”.

Al respecto, ejemplificó: “Hay un periodista muy mediocre de mi provincia (NdeR: Mendoza), que se dice analista político y sostiene que un parlamento democrático sería aquel donde todas las fuerzas tengan la misma cantidad de legisladores. No se donde ha visto que la democracia es que todos tengan la misma representación, sino que es que todos tengan de acorde a la proporcionalidad que representan”.

“Se puede gobernar en la medida en que hay una cierta concentración de poder, porque el poder no es sólo poder político, sino que es mucho más que eso”, recalcó y concluyó: “Si esto no ocurre, ciertos poderes fácticos de la sociedad, que nadie los votó, que no se renuevan, y que no rinden ningún tipo de cuentas, no podrían ser gobernados por la política”.