El legado de Keynes, a 70 años de su muerte

El Doctor en Economía, Juan Ignacio Doberti, examina el aporte del reconocido académico inglés y la aplicación de sus ideas en políticas estatales concretas. Analiza también “el movimiento pendular” de la economía argentina entre las políticas neoclásicas o liberales y las keynesianas.

Juan Ignacio Doberti (especial para Agencia CTyS-UNLaM)- El legado keynesiano dice que la economía está inmersa en las ciencias sociales. Él mismo era una persona interesada por las artes, por la historia y por las ciencias sociales en general. Bajo su perspectiva, las sociedades no son predecibles como las matemáticas, ya que son actores sociales los que están involucrados. Por lo tanto, hay que tener en cuenta el rol de los actores sociales en cada escenario.

En general, los análisis previos a Keynes suponían que los mercados se equilibraban: si uno dejaba a los mercados actuar por sí solos, sin interferencias, no iba a haber desempleos y se iba a generar un equilibrio beneficioso para todos. Lo que hace Keynes es enfatizar las fallas de los mercados y afirmar que hay que darle al Estado un rol activo ante situaciones de recesión. En su perspectiva, el hecho de retraer al Estado en este tipo de escenarios puede profundizar aún más las crisis. El rol del Estado se ve de una forma distinta después de Keynes. Incluso quienes no siguen sus teorías están influenciados por ellas, ya que no le asignan un rol pasivo al Estado.

Explícita o implícitamente, las políticas keynesianas se dan en muchos países. En el ámbito local, el plan PRO.CRE.AR fue pensado con una concepción ideológica y teórica basada en el keynesianismo. Dentro de lo que es el comercio internacional, las políticas neo keynesianas suponen a un Estado negociando los grados de apertura y una redistribución del ingreso, clave para el crecimiento. De esta forma, el Estado asume el rol de promotor de la salud, de la ciencia y la tecnología, de la educación y de los engranajes industriales.

Ante la crisis macroeconómica en Estados Unidos del 2008 por las hipotecas y el sistema bancario, por ejemplo, George Bush decidió no rescatar a la empresa que ocasionó el primer síntoma de la crisis, la Lehman Brothers, afirmando que es el mercado el que se debe autorregular. El problema es que, tras Lehman Brothers, empezó a quebrar todo el sistema. Ante un escenario que presentaba un sistema financiero colapsado y una industria de construcción paralizada, su sucesor,Barack Obama planteó que el Estado debía actuar como promotor. Claramente, la política de Obama para salir de la crisis estadounidense puede considerarse una política keynesiana.

Los países más estables o más exitosos como Japón y Corea o los países nórdicos en Europa tienen una presencia muy fuerte del Estado, con un rol como promotor. Pero también tienen problemas, no es un modelo perfecto. El flujo y reflujo, por ahora sigue. En general, lo que se observa es una situación pendular entre políticas keynesianas o neo keynesianas y neoclásicas. Cuando se agota un poco el crecimiento de las políticas keynesianas, se observa una vuelta a las políticas antiguas. Empezó en Inglaterra y Estados Unidos con Ronald Reagan y Margaret Thatcher, llegó a Latinoamérica en los años ’90 y repercutió en todo el mundo con una vuelta a las políticas neoclásicas. Este modelo neoclásico también se agota: genera bajo crecimiento y una enorme desigualdad que provoca una vuelta a las políticas más activas del Estado. No parece haberse desarrollado una opción superadora sino un movimiento pendular entre ambas situaciones.

Si se observa la historia argentina este proceso parece evidente: desde el advenimiento de la democracia, primero hubo un radicalismo que intentó un rol del Estado más importante. Después, con el gobierno de Carlos Menem y las políticas de Domingo Cavallo, una visión más neoliberal. La llegada del kirchnerismo trajo una vuelta a las figuras keynesianas, incluso con algunos actores que habían estado con Raúl Alfonsín, como Roberto Lavagna, y más tarde con Axel Kicillof, de pensamiento neo keynesiano. Ahora, estamos viendo claramente un retorno al endeudamiento externo, el retiro del Estado de la economía y políticas de incentivo a la oferta, cuando el keynesianismo intentaba fortalecer la demanda.

Una versión liberal o neoclásica supone que el Estado solamente debe resguardar los derechos de propiedad y que después el mercado debe funcionar por sí mismo. Keynes alertaba que la inversión podría retraerse por periodos larguísimos y que los precios eran inflexibles a la baja. Entonces, podría haber nuevos equilibrios, pero esta vez con desempleo. Las reformas de tercera generación plantean derechos adicionales de las personas, como derechos a la información y a la educación superior masiva, y eso también se puede concebir como un legado vinculado a los desarrollos iniciales de Keynes.

Juan Ignacio Doberti es Doctor en Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires y Master en Public Administration de la Columbia University. Además, es licenciado en Administración por la UBA , donde también ejerce la docencia y docente de la Universidad Nacional de La Matanza.