El mal que se lleva casi 400 niños por año

El cáncer no sólo es una enfermedad de adultos, sino que también afecta a los niños, ya que es la primera causa de mortalidad por enfermedad en los menores de 15 años, lo que implica un tratamiento con estrategias diferentes a las utilizadas con los mayores.

Agencia CTyS (Leandro Lacoa) El último registro sobre cáncer infantil se realizó en el año 2008, cuando fue la primera causa de muerte por enfermedad en el grupo de 5 a 15 años. Actualmente las autoridades estiman que el número total de nuevos casos en nuestro país oscila entre 1.200 y 1.300 por año.

La doctora Florencia Moreno, especialista en Oncología infantil del Instituto Nacional de Cáncer (INC), es la autora de un trabajo que describe la frecuencia y características del cáncer en los niños en Argentina.

El  “Registro oncopediatrico argentino-resultados 2000-2008” fue publicado en diciembre de 2010 y evidencia una disminución de un 23% en los casos de mortalidad infantil por cáncer en los últimos tres años analizados, es decir, en el período 2006-2008.

“El material está dirigido a la comunidad asistencial, para aquellas personas que están en contacto con los niños, ya sean enfermeros o pediatras y la misión es transmitir conocimientos sobre cuándo hay que sospechar que hay cáncer en el niño”, indicó la especialista, quien es directora del Registro Oncopediátrico Hospitalario Argentino (ROHA), que surgió en el 2000.

Según datos del ROHA, la tasa de mortalidad en el período 2006-2008 fue de 38 por millón en niños menores de 15 años, lo que significa que entre 360 y 380 fallecieron de cáncer por año, mientras que entre 2000 y 2005 murieron entre 450 y 480.

Este registro ha detectado en casi 11 años de existencia, más de 11400 casos de diferentes dolencias relacionadas con tumores cancerígenos.

Enfermedades malignas en la infancia

Según el trabajo de la Dra. Moreno, la enfermedad más frecuente de la infancia es la leucemia aguda, porque ataca a 46 de cada millón de niños.

La leucemia es un cáncer en el que la medula ósea produce glóbulos blancos anormales. Estas células reemplazan a las sanas y dificultan que la sangre cumpla su función. En la leucemia linfocítica aguda (LLA), hay demasiados tipos específicos de glóbulos blancos llamados linfocitos o linfoblastos.

Los síntomas de la LLA incluyen debilidad o cansancio, fiebre, aparición de moretones, sangrado debajo de la piel, dificultad para respirar, pérdida de peso, dolor en los huesos o en el estómago, protuberancias en diferentes partes del cuerpo, entre otras manifestaciones sintomáticas.

Otra afección frecuente son los tumores cerebrales que afectan a 23 de cada millón de chicos. Un tumor en crecimiento, que se aloja en el Sistema Nervioso Central, puede ejercer presión sobre el cerebro, lo que deriva en un aumento de la presión intracraneal.

Los tumores cerebrales pueden originarse en el mismo cerebro o ser metastásicos, es decir, que llegaron al órgano desde otras partes del cuerpo. En el caso de los adultos abunda la metástasis, mientras que en los niños los tumores se originan en el mismo cerebro, en la mayoría de los casos.

Entre las señales corporales más frecuentes al alojarse un tumor en la zona craneal se encuentran la pérdida parcial o total del habla, la fiebre, las fuertes jaquecas, la falta de memoria, las convulsiones, las nauseas, entre otros síntomas.

Finalmente, también predominan los linfomas que se presentan en 16 de cada millón de niños menores de 15 años.

Algo importante que resaltó la Dra. Moreno es que ciertas formas de cáncer son específicas del niño, como por ejemplo tumores embrionarios como retinoblastoma, nefroblastoma, neuroblastoma, hepatoblastoma, entre otros. Por el contrario, la mayoría de los cánceres del adulto no existen en pediatría.

Diagnóstico precoz y tratamiento especializado

En el estudio se destacan dos cuestiones importantes respecto al cáncer en infantes. Por un lado, la necesidad de un diagnóstico precoz y por el otro, la de un tratamiento especializado.

Según el INC, el diagnóstico temprano, u oportuno, constituye un elemento estratégico esencial en oncopediatría, ya que un paciente diagnosticado tardíamente disminuye sus posibilidades de curación, pero además aumenta los riesgos derivados de un tratamiento más intenso.

Al ser consultada sobre este tema, la Dra. Moreno aclaró que “es difícil evaluar el retraso de un diagnóstico”, sin embargo hay diferentes herramientas para conocer el nivel de avance de la enfermedad.

En el caso de la leucemia puede diagnosticarse correctamente con pruebas de sangre y de médula ósea, mientras que los tumores cerebrales requieren de exámenes más exhaustivos, como la tomografía computarizada o resonancia magnética del cerebro, la angiografía cerebral, el electroencefalograma o una punción lumbar.

El eje del tratamiento especializado puede incluir la quimioterapia, la radioterapia, los trasplantes de células madre y la terapia inmune específica. Por eso, los resultados han mejorado significativamente en las últimas tres décadas.

“Aunque no hay datos exactos sabemos que es posible obtener la curación de más del 60 % de los pacientes, con variaciones de acuerdo al tipo de cáncer y a la extensión inicial del mismo”, aseguró Moreno.

Algo importante es el enfoque multidisciplinario en el abordaje terapéutico que implica redes de trabajo que incluyen a varios especialistas, como por ejemplo oncólogos, radioterapeutas, cirujanos, neurocirujanos, psicólogos, psicooncólogos, asistentes sociales, enfermeros e infectólogos.

En este sentido, la oncóloga infantil del INC remarcó la importancia de los servicios de salud pública en el tratamiento de los niños con cáncer.

“El 80% de cáncer infantil en el país se trata en los hospitales públicos, entre ellos el Garrahan, que tiene la mayor cantidad de pacientes oncológicos en el país, pero también se destacan el Hospital Gutiérrez, el San Ludovica de La Plata, el Hospital Posadas y el Pedro Elizalde en Buenos Aires”, aclaró la Dra. Moreno.

Sin embargo, en Argentina  el 65% de los casos de cáncer infantil se enfrentan a problemas como el diagnóstico tardío, la dificultad en la derivación en tiempo y forma, las complicaciones en el  tratamiento y en algunos casos, la falta en el cuidado integral del paciente.