"La televisión pública siempre fue una deuda y un ideal en América Latina"

En su visita a la UNLaM para presentar Zapping TV (2013), obra en la que fue compilador, el reconocido académico colombiano y discípulo de Jesús Martín Barbero dialogó con Agencia CTyS sobre las funciones y perfiles de la televisión regional. Analizó la función de este medio televisivo en la sociedad y elogió las telenovelas, "el producto cultural más importante de Latinoamérica".

Nicolás Camargo Lescano (Agencia CTyS)- “Encuentro la televisión muy educativa. Cada vez que alguien la enciende, me retiro a otra habitación y leo un libro” solía decir el gran humorista Groucho Marx cuando le consultaban qué opinaba de la “caja boba”. El rol que debe ocupar este complejo medio audiovisual (¿educar? ¿Entretener? ¿O ambas?) ha generado y genera todavía fuertes debates en distintos sectores de la sociedad y del ambiente académico.

Omar Rincón, sin embargo, propone otra visión. En Zapping TV. El paisaje de la tele latina (2013), el reconocido académico colombiano y especialista en medios analiza, junto a sociólogos, comunicadores y profesionales del área, la situación actual de la televisión de la región. “Lo que nosotros hacemos es decir que la televisión está viva, y no es ni buena ni mala. No hay que juzgarla”, alerta el colombiano, quien visitó la Universidad Nacional de La Matanza para presentar la obra. Antes de la presentación, dialogó con Agencia CTyS sobre las problemáticas y desafíos de la televisión latinoamericana.

¿De qué se trata Zapping TV y cuál es la idea que se refleja en la obra?

Hoy en día está de moda hablar de los nuevos medios, de Internet y las redes sociales. Todo el mundo está diciendo que eso es lo más importante que pasa en la sociedad y que la televisión está muerta, que no sirve para nada y que ya se acabó. Si bien creo que eso un poco cierto, resulta que en la vida de la gente la televisión sigue siendo muy importante. La idea Zapping TV es hacer un mapa latinoamericano de la televisión: qué es lo que hacen bien, qué es lo que hacen mal, qué es lo que no funciona. Y se trabajan también conceptos claves de la televisión, como la investigación sobre televisión, la televisión pública, y formatos de narración televisiva.

En el prólogo parece haber una renovación de la vieja teoría de Umberto Eco, acerca de los medios integrados y los medios apocalípticos...

Sí. Según esa teoría de Eco, hay gente que ve en la cultura de masas dominación, homogeneización y basura, y otros ven diferenciación, apertura al mundo, nuevas estéticas. Ese debate hoy se revive también con Internet. Hay gente como Vargas Llosa, o el mismo Eco, que dicen que Internet es para salvajes o bárbaros, y hay otros que dicen que Internet es la liberación, la democracia, la fluidez, la coproducción.
En el texto, lo que nosotros hacemos es decir que la televisión está viva, y no es ni buena ni mala. No hay que juzgarla. Si decimos que algo es bueno o malo parecemos curas repartiendo morales por el mundo. Es un medio que tiene 80 años, y tenemos que aceptar que seguirá viviendo, con Internet y otras pantallas.

¿Cuál sería entonces el rol de la televisión en la sociedad?

Una idea que me gusta mucho es la de ecosistemas, de Carlos Alberto Scolari. El ecosistema de medios de Argentina cambió con la Ley de Medios, pero ya había cambiado desde antes. El ecosistema argentino tenía en el centro a la gráfica, y alrededor de la gráfica se movía la radio y la televisión. Luego parecía que el centro lo había pasado a ocupar la televisión, y ahora parece que están las redes sociales y los medios digitales. Yo no creo que sea así, yo creo que el eje de todo sigue siendo la televisión, porque el negocio sigue estando en la televisión. Donde está la política es en la televisión; donde está la construcción de un gusto colectivo de una sociedad es en la televisión. El eje del ecosistema no es Internet. Una encuesta que leí recientemente decía que el 55 por ciento de Latinoamérica nunca entró a Internet. Si tuviéramos que definir cuál es el centro yo creería que es el celular, es el único medio y dispositivo que ha llegado a todo el mundo como la televisión.

¿Cuál ha sido el rol que ha asumido la televisión pública en estas últimas décadas de democracia en la región?

La televisión pública siempre fue una deuda y un ideal en América Latina. Siempre quisimos imitar a la BBC, a la televisión italiana, a la televisión española, y traemos expertos de allá para hablar de televisión pública. Pero ese canal público nunca pudo ser. Cuando entró el neoliberalismo, todo el mundo pensaba que esos canales había que cerrarlos, porque estaban llenos de sindicatos y burocracia, y solo servían para la propaganda política del gobierno de turno. Era una televisión pública sin público, un gastadero de plata, nadie lo veía. Pero algo pasó en el mundo, que de pronto hubo un despertar: en todos los países se empezaron a cuestionar que todo sea privado en los medios. Y hubo como un resucitar de la televisión pública. Hubo otra vez una creencia que los medios públicos eran necesarios porque lo era lo más común que nos quedaba cuando no nos quedaba nada. Cuando ya vendimos todo, lo poco que nos quedaba, simbólicamente, era lo público. Entonces se empezaron a recuperar los medios públicos como encuentro de lo colectivo.

¿Y en cuanto a estrategias, cuáles han sido las que se destacan en la región, en materia de televisión pública?

Ha habido diferentes estrategias. Para mí, conceptual y políticamente, las mejores estrategias fueron la venezolana y la argentina. La televisión argentina decidió promover contenidos e industria audiovisual y crear señales distintas. Retoma el fútbol, Encuentro, Paka Paka, Tecnópolis…La lógica es atender a públicos minoritarios que requieren atención del Estado. Y eso es política pública. La televisión pública no tiene que ser masiva, pero tiene que ser para rescatar y respetar a las minorías sociales. Donde tengo dudas es con que lo tomó la gente del INCAA, y la gente del cine odia la televisión. Hacen televisión en estilo cine. No reconocen que la televisión está hecha del lenguaje popular, de unos recursos populares, de referentes y estéticas particulares. No se toma en serio el gusto popular, y hace que la televisión que se hace no llegue a la gente. La televisión pública tiene que pelearle el público a Marcelo Tinelli. El ejemplo claro es el de de 678 y Jorge Lanata. El show de Lanata es un programa de entretenimiento, hace stand up, y después hace una televisión ficción. El público aplaude  y se ríe. Del otro lado está 678: son toda gente seria, solemne, con cara de preocupación. No es que esté del lado de Lanata o de 678, pero es más televisivo el primero que el segundo.

¿El desafío entonces es hacer una televisión de calidad y de entretenimiento? ¿O el eje pasa por otro lado?

La inteligencia estaría en una verdad jesuita: arrancar con la verdad del otro para terminar con la verdad de uno. Uno en televisión nunca debe partir del gusto de uno sino del gusto de la gente. La diferencia entre la televisión pública y la televisión privada es la siguiente: la televisión privada celebra lo popular pero para mantener a todos iguales. La televisión pública le dice al público que tiene que ir variando, que tiene que ampliar el gusto. Nosotros lo que queremos es ampliar la dieta de lo popular.

¿Ha encontrado algún factor común de las ficciones en Latinoamérica?

La telenovela es espectacular. Si algo sabemos hacer en Latinoamérica es hacer telenovelas. Brasil siempre muestra en sus novelas que es el país más bonito del mundo, todo es un discurso nacional. Argentina es melodramática pero a la vez intimista, todo hacia adentro. Colombia incluye el tema del narcotráfico, somos exuberantes y exhibidores en ese tipo de cosas. Chile trata de hacer una comedia urbana y México sigue en el melodrama de la virgen de Guadalupe, del “viva México”, y arriba la familia y el machismo. Hemos sido capaces de crear un producto cultural que es el más importante de Latinoamérica como la novela. Es una cosa que no sabe hacer nadie más en el mundo. Solamente sabemos hacerlo nosotros. Son cosas que sabemos hacer.

Omar Rincón es un ensayista, periodista y docente universitario colombiano. Es investigador y profesor de Comunicación y Periodismo de la Universidad de los Andes y Magíster en Educación. En Argentina es docente de posgrado en la Universidad Nacional de La Plata y en la Universidad Nacional de Quilmes. También es director del Centro de Competencia en Comunicación de la Fundación Friedrich Ebert, que promueve investigaciones y publicaciones sobre distintas problemáticas en Latinoamérica. Ha publicado Televisión: Pantalla e identidad (2000); Televisión, video y subjetividad (2002); Televisión Pública: del consumidor al ciudadano (2005); Narrativas Mediáticas o cómo cuenta la sociedad del entretenimiento (2006); Los telepresidentes: cerca del pueblo y lejos de la democracia (2008) y ¿Por qué nos odian tanto? (2009), entre otros títulos.