"La Revolución de Mayo careció de un único líder que pudiera unir a todos los sectores"

En su reciente obra Historia crítica de las corrientes ideológicas argentinas el reconocido historiador pone bajo la lupa el proceso de independencia de nuestro país y las diversas vertientes políticas en el siglo XIX.

Nicolás Camargo Lescano (Agencia CTyS) La mayoría de los argentinos han crecido con una visión escolar y simplista de la Revolución de Mayo, con  vendedores ambulantes por doquier, el pueblo que esperaba bajo la lluvia y un grupo de patriotas que querían destituir al Virrey.

Pero, sin duda, la historia de la independencia de los países sudamericanos es más compleja, y el caso de Argentina no ha sido la excepción. En su Historia crítica de las corrientes ideológicas argentinas (Editorial Fundación Ross y Universidad Nacional de La Matanza, 2013), de reciente publicación, el reconocido historiador Hugo Chumbita analiza las confrontaciones en torno al gobierno patrio y las distintas facciones políticas que afloraron en el siglo XIX.

Usted describe la disputa que hubo entre el liberalismo revolucionario y el liberalismo moderado, en la Revolución de Mayo. ¿Quiénes encarnaban esos sectores y cuáles eran las ideas que impulsaban?

El núcleo de los revolucionarios de la Independencia, que podemos llamar propiamente revolucionarios por la profundidad de los cambios que planteaban y los medios que proponían para realizarlos, son los jacobinos porteños, grupo que encabezaba Juan José Castelli, donde sobresalen después Mariano Moreno y Manuel Belgrano, y los jefes guerreros de la lucha por la Independencia, José de San Martín y José Artigas. Los sectores moderados, o tradicionalistas, son los que se oponen a las consecuencias más drásticas del proceso revolucionario, personajes como Cornelio Saavedra, Pueyrredón, Bernardino Rivadavia y Manuel García. Estas serían las contradicciones en la etapa inicial, donde, como en toda revolución, hay un sector que busca profundizarla y otros que vacilan o cuestionan esos efectos, además de los enemigos, que en este caso son los realistas y los partidarios de mantener el sistema colonial.

Estas diferencias entre los dos grupos ¿recién surgieron posteriormente a la Revolución? ¿Cómo se puede explicar, por ejemplo, la designación de Saavedra como Presidente de la Primera Junta?

La Primera Junta intentaba abarcar el conjunto más amplio posible, y Saavedra era un hombre de la clase principal que podía lograr consenso, así como en la Revolución norteamericana George Washington fue un hombre de la clase alta nativa que lideró la revolución. Pero la Revolución de Mayo careció de un único líder político y militar que pudiera unir a todos los sectores interesados en la causa. Es una debilidad en el primer momento de la república, pues ese liderazgo no aparece claro. Y luego se agrava la contradicción entre el centralismo porteño que representan Gervasio Posadas, Alvear, Pueyrredón y Rondeau, y el movimiento federal que se extiende en el interior encabezado por Artigas.

¿Cómo se explica el triunfo, posterior a la Revolución de mayo, del liberalismo moderado, y cuánta influencia tuvo en la región?

Hay una lucha de partidos que se resuelve precariamente en 1820. El reformismo unitario prevalece en Buenos Aires durante un período que culmina con la resistida presidencia de Rivadavia y, tras el gobierno de Dorrego, recurre al golpe violento de Lavalle. Después se imponen los federales, que vienen a ser los continuadores de los revolucionarios de la independencia, enfrentando las presiones de las potencias europeas que buscaban establecer una tutela de carácter neocolonial sobre el país.

¿Qué rol jugaban los factores externos y estos intereses que usted nombra por parte de los países europeos, en la conformación del Estado Nacional?

Inglaterra y Francia presentaban un modelo de Estado representativo que influyó en la concepción de los patriotas, y los revolucionarios buscaron la ayuda de los británicos en la guerra de la emancipación. Pero el comercio inglés, con el auspicio de los unitarios, desplegó su estrategia de penetración y control de mercados, que perjudicaba los intereses de las provincias interiores. La política de Rosas frenó ese plan colonialista sin romper los lazos del intercambio, necesarios para las exportaciones de Buenos Aires. Era un problema difícil, que sólo se podía resolver con el desarrollo y la protección de las fuerzas productivas propias.

En este contexto de contradicciones y luchas por la imposición de un modelo, ¿qué rol tienen las logias secretas?

Las logias juegan el rol que hoy desempeñan los partidos políticos orgánicos, y que en aquella época se revestían con las formas masónicas. Las logias actúan desde antes de 1810 y deciden muchos asuntos del gobierno. Un ejemplo es la logia Lautaro y sus filiales, que San Martín fue formando como apoyo al Ejército de los Andes. También hubo una logia unitaria. Estos grupos se movían en las sombras, a diferencia de otras entidades como la Sociedad Patriótica que tenían una acción pública.

Usted recién nombraba a San Martín. ¿Cuál era su visión de la conformación política del país?

San Martín tiene una concepción monárquica pero a la vez un espíritu republicano, en el sentido de realizar el proyecto de igualdad y libertad, elevando a la mayoría popular a la dignidad de ciudadanos, dentro de un sistema representativo. Él ve la monarquía constitucional como un modo de transición hacia la república democrática. Tanto él como Belgrano, y también Simón Bolívar, ven las dificultades de constituir una república verdadera en las condiciones de aquella época, donde falta experiencia de gobierno representativo, no sólo en el pueblo sino en la elite, que pretende mandar y no asume claramente el proyecto de la independencia.

¿Esa elite se consideraba una heredera natural de la elite española?

Sí, hay una clase alta descendiente de los conquistadores que no quiere cambiar la sociedad. Y ese es el gran problema: cómo formar una clase dirigente de la revolución. Entonces empiezan a surgir como líderes los caudillos federales, desde los sectores rurales, jefes de las masas populares de origen campesino; que son, por otra parte, los productores. No hay que olvidar que en aquella época la mayoría de la población vivía en el campo y la producción era sobre todo la producción del trabajo rural.

¿Cuál era el origen social de los pensadores de la Revolución, como Moreno o Castelli?

Los revolucionarios emergen de sectores que no pertenecen precisamente a la clase aristocrática tradicional, que se rebelan contra las jerarquías y el sistema de castas de la colonia, y encabezan el gran levantamiento popular que es la movilización para la guerra emancipadora. Esas masas y esos jefes que se foguean en la guerra, van a constituir después el movimiento federal.

¿Se puede establecer una relación entre las luchas de unitarios y federales de mediados de siglo XIX y esas ideas antagónicas en la Revolución de Mayo?

Sí, la contradicción entre revolucionarios y moderados se continúa con la lucha de unitarios y federales. Desaparecidas las principales figuras de la Revolución, que mueren o son desplazados, emergen los caudillos provinciales, que habían sido los oficiales de los ejércitos de la independencia y conducen la participación de los pueblos. A pesar de que la historiografía liberal ha querido calificar ese movimiento como una explosión de barbarie, lo cierto es que ahí está la continuación de las ideas de la revolución. Esto lo reconoce San Martín, que es el principal protagonista que sobrevive hasta mediados de siglo XIX, y tuvo el apoyo de los federales, e incluso va a solidarizarse con los gestos de Rosas en defensa de la soberanía, señalando que es la continuidad de la lucha por la independencia.

Hablando de Rosas, ¿cuáles son los aciertos y errores que tiene el gobernador de Buenos Aires en su gestión?

Rosas está condicionado porque gobierna la provincia de Buenos Aires, donde hay un fuerte polo de intereses por la apertura comercial y económica del país, y tiene que hacer un equilibrio entre centralismo y federalismo. Él surgió apoyando al grupo rivadaviano, pero reacciona contra los unitarios al ver el desastre al que llevan al país, y su gobierno trata de conciliar los intereses del puerto con los de las provincias. Les concede la Ley de Aduana, el proteccionismo industrial, y garantiza la organización constitucional de cada provincia, pero va a tener problemas no sólo con los unitarios sino también con los federales que resisten el centralismo de su gobierno. El equilibrio es difícil y tampoco hay condiciones propicias en el plano internacional, donde cada vez es más fuerte la presión de las potencias capitalistas, que comienzan a organizar el sistema mundial de división del trabajo satelizando a los países sudamericanos.

Usted analiza también la opinión pública negativa por los aspectos dictatoriales del gobierno rosista

Las dictaduras siempre son resistidas y tienen excesos contraproducentes. De alguna manera se hizo inevitable aplastar a los unitarios, que con el golpe de Lavalle habían roto las reglas del juego político. Pero aquel gobierno con la suma de poder público, al ejecutar la represión contra los disidentes, termina generando un clima adverso en los mismos que lo apoyaron.

¿Cómo se explica, luego de las sucesivas guerras civiles a mediados de siglo, la conformación de un estado federal pero que sin embargo seguía teniendo la centralidad en Buenos Aires?

La configuración geográfica del país hace que Buenos Aires sea el único puerto internacional, que concentra los beneficios del comercio exterior; los otros puertos carecen de la infraestructura necesaria, y la provincia de Buenos Aires cuenta con una ventaja enorme como llave de ingreso de las importaciones y egreso de las exportaciones. Ese desbalance es un problema que el poder político no resuelve, sino que lo acentúa, y que se consolida con el crecimiento económico de Buenos Aires a lo largo del siglo XIX. El sistema federal que estableció la Constitución de 1853 tendía a un crecimiento más armónico, pero fue desvirtuado por la hegemonía del partido liberal porteño.

¿Cuánta distancia política, hay para usted, entre la Constitución de 1853 y los sucesivos gobiernos oligárquicos de Mitre, Sarmiento y Avellaneda, y el de Roca, a fines del siglo XIX?

La Constitución tiene un sistema de garantía de las autonomías provinciales, que sin embargo fueron avasalladas por los ejércitos de Mitre. También tiene cláusulas programáticas favorables a la entrada irrestricta de capitales, inmigrantes y comercio de Europa. Esa parte del texto se pone en práctica, en consonancia con el proyecto de los países que lideran la economía mundial. La Constitución es federal y liberal, pero el federalismo va a ser reducido a su mínima expresión, los derechos individuales del liberalismo político van a ser sólo para una minoría, y lo que se desarrolla es el programa del librecambio.

Usted afirma que Sarmiento dividía a los partidos en americanos o europeos, retomando la dicotomía de “civilización o barbarie”. ¿No es el eje que ha atravesado toda la historia de nuestra independencia?

Sarmiento definía la contradicción principal de la historia argentina como el partido europeo versus el partido americano. Es una definición certera, en tanto interpretemos que hay un proyecto de integración subordinada a Europa, copiando sus instituciones y abriendo las puertas a sus capitales, y por otro lado un proyecto que resiste esa subordinación planteando otra forma de integración, que no implique renunciar a una república independiente y, sobre todo, que distribuya los recursos del país de forma más equitativa entre las regiones y las clases. Unos miran hacia Europa como fuente de todo progreso, y otros intentan interpretar las necesidades y perspectivas del desarrollo del interior.

¿Cuál es su balance del siglo XIX y su influencia en el siglo XX y el presente?

Mi estudio en general está guiado por la tesis de que existe una bifurcación de las corrientes ideológicas a lo largo del siglo XIX, que parte de los ideales básicos de la independencia, porque la revolución es a la vez nacionalista y liberal: nacionalista porque se propone fundar una nueva nación, y liberal en cuanto recoge el espíritu del liberalismo revolucionario, de libertad e igualdad. Pero esa revolución y ese ideario se bifurcan en dos tendencias que se contraponen en las luchas políticas posteriores, entre un proyecto nacional y popular americanista y otro proyecto liberal europeísta. El liberalismo del partido europeo recorta y traiciona los principios liberales de igualdad de los ciudadanos y el derecho a la representación, porque a través del fraude y la represión de las causas populares va a mantener un sistema oligárquico autoritario. Aunque plantea como modelo la modernización de las instituciones, siguiendo el ejemplo de Europa, es liberal en lo económico, pero no en lo político. El gran dilema del siglo XIX se resuelve con la derrota del movimiento federal, aunque luego esa causa va a ser retomada por los movimientos democráticos y nacionales del siglo XX, el radicalismo y el peronismo. Pero esa ya es otra historia.

Hugo Chumbita es escritor e historiador. Se graduó de abogado en Buenos Aires y se doctoró en Derecho en Barcelona. Colaboró en revistas como Todo es Historia y Unidos. Fue profesor de Derecho Público en la Universidad de Buenos Aires y de Derecho Político e Historia Política Americana en la Universidad Nacional de La Matanza. Es miembro del Instituto de Revisionismo Histórico Manuel Dorrego, y autor, entre otros libros, de El enigma peronista (1989), Jinetes rebeldes. Historia del bandolerismo social en la Argentina, (2000), El secreto de Yapeyú: el origen mestizo de San Martín (2001), Hijos del país: San Martín, Yrigoyen, Perón (2004) e Historia política de las Américas (2011).