“Estudiamos las luchas por las memorias en plural, desde una perspectiva histórica”

La destacada socióloga, recientemente galardonada con el premio Houssay a la trayectoria, reflexiona sobre el estudio de las memorias del pasado en la construcción de regímenes y sociedades democráticas. Explica además – en una entrevista con la Agencia CTyS - la importancia de la perspectiva de género en los trabajos académicos y su desempeño como formadora de investigadores.

Agustina Fuertes (Agencia CTyS)- A lo largo de su carrera académica, Elizabeth Jelin descubrió que su investigación sobre “memorias” no fue únicamente una experiencia intelectual, sino también una “experiencia de vida” que la transportó por senderos inexplorados. En esta entrevista, advierte que “no puede haber nunca una sola memoria” como si se tratara de un “único relato público” y que su investigación  académica está focalizada en los “diálogos y disputas, públicas y privadas, alrededor de los sentidos del pasado” y en cómo van cambiando históricamente el sentido de ese pasado, los actores que participan y los escenarios.

¿Cómo se inició su interés en la temática de memorias de la represión?

Una buena parte de mi carrera de investigación estuvo centrada en el análisis de los movimientos sociales. Estudiaba al movimiento de derechos humanos durante la transición (además de acompañarlo en sus demandas) y fueron los y las activistas del movimiento quienes empezaron a hablar de memoria. No es que yo me acerqué a este tema, sino que “choqué” con él porque fue el movimiento en sí quien comenzó a hablar de memoria. En realidad, la noción de memoria junta el pasado con el presente en el que se enuncia y con una visión del futuro deseado. Para responder a la pregunta, entonces, diría que yo me acerqué al campo de estudios de memoria a partir de la relación del movimiento social con el tema. Hace casi 30 años que lo vengo trabajando; fue una experiencia de investigación y una experiencia de vida, y sigue siéndolo. Fueron los actores sociales quienes empezaron a hablar de memoria. Y yo me dije: para entender lo que están haciendo, lo que están diciendo, tengo que ponerme a estudiar el tema, y es lo que hice.

¿Qué diferencias encuentra entre los primeros interrogantes en sus trabajos de memoria y los actuales?

Cuando fue la transición, una estaba metida en la ola. Había una idea muy clara y una consigna: “recordar para no repetir”. Además, existía un convencimiento de que el tratamiento del pasado y la memoria significaban un pilar importante en la construcción de regímenes y sociedades democráticas. En este momento, al igual que muchos otros, me hago la pregunta ¿cuál es la relación entre memoria y democracia? Durante mucho tiempo lo dimos por supuesto. ¿Podemos seguir dándolo por supuesto? ¿Hay una relación directa? ¿Qué aspectos de la memoria tienen que ver con qué aspectos de la democracia? Esa es la pregunta que me hago ahora. Y hay otra, que es una pregunta permanente, que tiene que ver con transmisión entre generaciones y entre grupos. ¿Qué se transmite? Y de manera más central, ¿qué se recibe y cómo se lo elabora? Es, por supuesto, una pregunta que está abierta.

¿Cómo conceptualiza el tema de las memorias?

Me gusta dar tres notas de la conceptualización o del abordaje que usamos: trabajamos sobre memorias en plural, y sobre las luchas por las memorias más que sobre LA memoria. La segunda alude a la necesidad de tener una perspectiva histórica: la manera como se formula la interpretación del pasado hoy no es la misma que hace diez años o hace veinte o dentro de diez. Se torna necesario estudiar las luchas y controversias en un contexto histórico específico. El tercer punto importante es que para trabajar el tema de memoria, una tiene que mirar simultáneamente el nivel de las prácticas institucionales, el nivel simbólico y cultural, y la subjetividad de la gente, porque al final la memoria es un proceso subjetivo, condicionado y enmarcado por instituciones y climas culturales. Estos puntos sobre la manera de encarar el tema los puedo formular con más claridad ahora. Si bien estuvieron presentes desde el comienzo de mi acercamiento a este campo, la claridad en la formulación fue el resultado del largo proceso de trabajo, de las investigaciones y de nuestros libros y artículos.

Usted aclara que no trabaja sobre “memoria” en singular sino sobre “las memorias”. ¿Podría ampliar esta noción?

Yo no trabajo sobre memorias, sino sobre luchas por la memoria. El enfoque que usamos es un enfoque donde no existe “la memoria”, existen “memorias” que son procesos de interpretación del pasado, de los sentidos que le dan los sujetos al pasado. No puede haber nunca una sola memoria; esto sólo se puede dar en regímenes totalitarios que no admiten el disenso y allí no es que hay un único relato sino que hay un único relato público; los otros están reprimidos, clandestinos, denegados, subterráneos. Lo que encontramos es que hay diálogos y disputas, públicas y privadas, alrededor de los sentidos del pasado, y lo que estudiamos son esas disputas, esos conflictos y esas luchas. En esas luchas, los actores tratan de convencer a los otros, tratando de imponer su propia versión del pasado como la “verdadera”. De hecho, se trata de luchas por la hegemonía. Y lo que tratamos de ver es cómo va cambiando históricamente el sentido de ese pasado, qué actores participan y cómo cambian los escenarios.

¿Cómo piensa que repercuten estos trabajos académicos en las políticas públicas?

Como investigadora, intento comprender los procesos sociales, y me guía en ese proceso no solamente un interés académico sino también un compromiso cívico. Me importa contribuir los elementos analíticos que permitan mayor reflexión sobre los procesos sociales. Pero no hay un ámbito único del impacto de la investigación social sobre la realidad social, ya que puede ser en las políticas públicas, pero también en el empoderamiento de movimientos sociales o en la educación. Creo que la sociedad necesita más debate y reflexión. En muchos campos, hay más bien “bajada de línea” que estímulos para la reflexión. Y es allí donde creo que la investigación puede y debe contribuir.

En todos sus trabajos se hace evidente la perspectiva de género. ¿Por qué adoptó ese enfoque tan tempranamente, cuando no era común en el mundo académico?

Mis primeros trabajos con una perspectiva de género tienen unos 40 años. Se trata de incorporar la experiencia de vida que se va acumulando y que va llevando a ciertas inquietudes. El famoso sociólogo, C. Wright Mills, que escribió el libro “la imaginación sociológica”, dice allí que esta imaginación se produce en aquel punto de convergencia entre las inquietudes personales y los grandes problemas públicos. Yo veo mi vida muy reflejada en esa expresión, donde las cuestiones que me inquietan realmente y mis investigaciones surgen en el lugar donde esas inquietudes personales convergen, se juntan, chocan e interactúan con los grandes problemas públicos. Las desigualdades de género son un gran problema público y una inquietud anclada en experiencias personales. Y lo mismo pasa como las memorias, las clases sociales, las desigualdades sociales, y un montón de otros temas.

¿Cómo analiza los ahora llamados “crímenes de género” durante la última dictadura?

Yo escribí un trabajo sobre la violación sexual durante la dictadura en los centros clandestinos y cómo eso fue interpretado por el derecho internacional y por las sociedades posteriores. Me parece que es un tema que importa y es muy actual. En términos más generales, creo que no se puede dejar de lado la perspectiva de género en los análisis sociales cuando la sociedad esta entrecruzada constantemente por relaciones de género. La perspectiva de género está incluida en todos los trabajos que uno hace; no es que haya un departamento separado. En todos los trabajos que hice, sobre la memoria de la dictadura, sobre los movimientos sociales o sobre la familia, hay una perspectiva de género donde corresponde que la haya.

¿Cómo fue su intervención como coordinadora del programa de formación en investigación sobre memorias?

Hacia mediados de la década del 90, cuando las transiciones de los distintos países de América Latina estaban en camino, nos empezamos a preguntar cómo encarar el estudio de lo que estaba pasando en nuestras realidades. Ahí nos dimos cuenta que había investigaciones sobre las instituciones, sobre cómo estaban empezando a funcionar los parlamentos, sobre qué hacían los partidos políticos, cómo se estaban conformando las políticas públicas y el Estado. Se trataba de un cambio institucional importante, y allí decidimos que también había que mirar qué pasaba desde el lado de la sociedad y la ciudadanía. Con un grupo de colegas de distintos países decidimos que era el momento de hacer una intervención en el campo intelectual, incorporando una nueva mirada. Para ese fin, armamos un programa para formar investigadores jóvenes en temas de memoria. El programa funcionó varios años, con numerosas personas becadas en seis países de la región. Lo que queda ahora en los distintos países y entre los países es una generación de investigadores e investigadoras formados en el tema. Varios de ellos ocupan posiciones importantes en el mundo académico y social. Y por supuesto, quedan las investigaciones, la serie de más de una docena de libros sobre “Memorias de la represión” y una oferta de cursos y seminarios en las universidades.

 ¿Cómo fue la experiencia de trabajar las memorias en distintos países?

Esto va más allá de las políticas de memoria. Estoy convencida que no se puede comprender la realidad que una está estudiando sin compararla y relacionarla con otras realidades. Cada caso es único, pero también está muy relacionado con otros. Es imprescindible salir del provincialismo, del nacionalismo y del encierro que uno mismo hace; salir de todos los “ismos” es muy importante.

¿Cómo se forma hoy un investigador?

Soy investigadora del Conicet y mi tarea central es investigar. A esta altura de la vida, gran parte de mi tiempo está dedicado a la formación de gente joven, tanto dentro del programa de doctorado en Ciencias Sociales de la UNGS-IDES como con otros becarios del Conicet. Yo no trabajo con los estudiantes de grado, sino con la gente que hace sus tesis doctorales y post doctorales. Creo que el diálogo intergeneracional es estimulante y creativo, y por eso hemos desarrollado algunas metodologías no convencionales para la formación de investigadores. Un investigador no se forma únicamente tomando cursos de metodología, esto no alcanza. A lo que yo me he dedicado es a todo eso otro que no es lo que dan los libros.

Elizabeth Jelin es doctora en Sociología e investigadora principal del CONICET en el Instituto de Desarrollo Económico y Social (IDES), en Buenos Aires. A lo largo de su trayectoria, ha realizado estudios sobre movimientos sociales, ciudadanía, género, memorias y derechos humanos en América Latina. En los últimos 15 años  ha escrito y compilado libros centrales y ha coordinado espacios de investigación, formación y discusión académica sobre temas de memoria, como el Núcleo de Estudios sobre Memorias que funciona hace diez años en el IDES.