El idioma español, con acento argentino

Una investigación de la Universidad Nacional General Sarmiento estudia el desarrollo de esta lengua europea en el país y la riqueza del intercambio con las distintas oleadas inmigratorias. Además, aborda el uso de la lengua como dominación, el origen del "che" y alerta sobre el mito de un único "español argentino".

Nicolás Camargo Lescano (Agencia CTyS) Llegó a estas tierras a bordo de las carabelas de Juan Díaz de Solís y sus hombres, primeros europeos que pisarían lo que actualmente se considera territorio argentino. Fieles a las costumbres europeas de entonces, no demoraron en imponer dos lenguajes: el de las armas y la violencia, por un lado, y el español, por el otro. Ambos no tardarían en propagarse por toda la región.

Ese fue el punto de inicio del español en Argentina, cuya historia y desarrollo ha estado marcada por las contradicciones, la discriminación y los vaivenes políticos y sociales que tuvo el país. Pero, ¿se puede hablar académicamente de un español argentino? ¿Tienen razón algunos adultos cuando afirman que los jóvenes hablan cada vez peor?

Estos mitos y otras cuestiones fueron el disparador que llevó a Laura Kornfeld, investigadora y docente de la Universidad Nacional de General Sarmiento, a estudiar el desarrollo de la lengua española en nuestro territorio. “La propuesta es poner de manifiesto el problema educativo que presupone el hecho de fingir la cuestión de homogeneidad en la lengua”, afirma la académica.

Su trabajo, además, está en sintonía con la apertura del Museo de la Lengua, espacio interactivo ubicado en la biblioteca de dicha Universidad y en el cual se hace hincapié en aspectos históricos, sociales y culturales al poner el acento en la diversidad lingüística del país. Allí, mediante juegos interactivos, grandes y chicos conocen mitos y verdades de su lengua cotidiana.

La homogeneidad, bajo la lupa

Si se pudiera viajar al pasado y si se eligiera la Argentina de fines del siglo XIX, el viajante se encontraría con un país regido por sucesivos gobiernos oligárquicos y olas inmigratorias provenientes de Europa y de otras partes del globo. Y, según la investigadora, hasta ese momento de la historia hay que remontarse para entender los inicios del mito de un único “español argentino”.

Kornfeld asegura que aunque la Generación del 37 quería desprenderse del español de España y era totalmente abierta a la diversidad lingüística, el crecimiento constante de la población extranjera no fue vista con buenos ojos por los gobernantes, que temían que los inmigrantes reformularan el idioma.

“La institucionalización del país suplantó las ideas de diversidad y variación, y en este sentido la escuela tuvo un rol primordial, al hacer hincapié en la homogeneización y el trazado de un nosotros/ellos”, apunta la investigadora, quien aduce además que se comenzó a buscar refugio en la Real Academia Española para defender el uso del buen español.

Para la investigación, Kornfeld tomó la división de las cinco zonas lingüísticas propuestas por Berta Vidal de Battini en El español de la Argentina (1964): la región del Litoral, la región guaranítica, la región del noroeste, la región cuyana y la región central, cada una con sus características particulares. “En general, se ha hecho un notable esfuerzo por unificar todas las regiones, sin tener en cuenta la diversidad y riquezas de cada lugar”, indica la académica.

Con la espada y la palabra

Varios períodos de la historia han dejado en claro que los europeos consideraban a su lengua y su cultura superiores por sobre otras. Basta ver el caso de Robinson Crusoe, el célebre personaje de Daniel Defoe, quien enseñaba a Viernes (sin siquiera respetar su nombre original) el “verdadero” nombre de los objetos y animales.

Y en el caso de la conquista de América, las cosas no fueron muy distintas. Explica Kornfeld que, si bien hubo una supervivencia de varias lenguas originarias, lo cierto es que siempre se intentó mantener dichas lenguas varios escalones más abajo del idioma español, lo que produjo una lenta pero inexorable desaparición de muchas de ellas.

“En el caso de la Argentina, el guaraní es lengua co oficial en Corrientes, y el toba, el wichi y el mocoví en Chaco. Pero esto, que es muy importante como integración, fue resultado de larga luchas”, asevera la académica. Pero, ¿cómo es el escenario en la actualidad en lo referente al uso del español?

En opinión de la investigadora, la ausencia de instituciones independientes de la Real Academia Española, así como la falta de instrumentos concretos para  normalizar el modo en el cual se habla en Argentina, ayudaron a que persista cierto sistema de colonialismo. Es decir, para hablar “correctamente” el español se sigue teniendo en cuenta las normas y directivas de la RAE.

Para Kornfeld, la dificultad radica en la falta de iniciativa desde el Estado en este terreno. “Hay muchos argentinismos, o palabras que tienen connotaciones o usos completamente distintos en relación a España. Entonces, al carecer de obras de referencia confiables, es difícil decir ‘esta palabra está mal usada’, porque no hay forma de comprobarlo”.

Entre la juventud perdida y la costumbre de prohibir

“Los defectos de pronunciación, unidos a una pobreza franciscana de léxico, hacen de cada presunto bachiller un ente mecánico e inexpresivo”. La cita, que bien pudiera pertenecer a cualquier adulto de la actualidad, corresponde en realidad a Avelino Herrero Mayor, académico que realizaba esta crítica en La Nación, en 1927.

Este fragmento permite comprobar que la tensión entre adultos y jóvenes a la hora de hablar no es nueva. “En general, son los inmigrantes y los jóvenes los innovadores en cualquier lengua. Y eso pasa en cualquier parte del mundo”, indica Kornfeld.

El problema, para la investigadora, es la cuestión de no poder verse reflejado en el otro. “Es llamativo, porque los adultos que hoy se quejan del lenguaje de los jóvenes en algún momento recibieron la crítica de sus padres”, especifica, y agrega que la resistencia a los nuevos usos que se le da a la escritura en las nuevas tecnologías es común. “Siempre hay una reacción frente a tecnologías nuevas que involucren la palabra, como ocurrió antes con la imprenta o con la propia escritura”, aclara.

Pero el ¿mal? uso que los jóvenes le dan a la lengua causa menos debate y polémica que las malas palabras, o que incluso las palabras prohibidas. Con respecto a este último tema,  la investigadora señala que muchas veces se piensa que el objeto termina siendo el nombre, por lo que se piensa que para prohibir determinada cosa basta con prohibir su nombre.

En el país, tal vez el ejemplo más clásico de ello haya sido el de la proscripción del peronismo. “Paradójicamente, la estrategia de no nombrar algo lo hace más fuerte, por lo que se consigue el efecto contrario, al poner tanta atención sobre ello”, detalla Kornfeld.

Con respecto a las malas palabras, la académica señala que en la Argentina se insulta bastante, incluso más que en otros países latinoamericanos, pero que se dio un proceso de resignificación de los insultos. “En las palabras no cuenta solo el significado sino la intención con las que están usadas, el tono, el contexto. El caso de ‘hijo de puta’ o ‘boludo’ son ejemplos clarísimos, de cómo un insulto puede convertirse en un elogio” estima la investigadora.

Orígenes y usos del “che” y del voseo

Cuenta la historia que fue Antonio “Ñico” López, exiliado cubano, quien bautizó “Che” a Ernesto Guevara, por el constante uso que  hacía de la interjección. Según afirma Kornfeld, hay distintas versiones con respecto al origen de esta palabra, entre las que se encuentra el origen valenciano (para pedir la atención de alguien) y el mapuche (en el que significa “gente”).

Sin embargo, aclara la académica, “por atractiva que pueda parecer, esta última hipótesis parece poco plausible, ya que el mapuche ha tenido sobre el español de la Argentina una influencia mucho menor que el guaraní o el quechua”.

En relación al uso del “vos”, la investigadora afirma que hay distintas versiones de este tratamiento, y que incluso en el momento de la conquista de América, el voseo era una forma respetuosa de dirigirse al otro. “En general, se decantó, y ahora se usa como forma normal de dirigirse al otro. Está muy presente en Argentina, Bolivia, Paraguay y Uruguay y en varios países de Centroamérica”.

La clave, en definitiva, es entender que tanto el “vos” como el “tú” son válidas, sin que sea necesario establecer una diferencia de legitimidad entre una forma u otra. Lo mismo cuenta para diversas formas y expresiones lingüísticas. “El objetivo de nuestra investigación es demostrar que hay reglas estrictas que rigen las expresiones propias del habla popular, juvenil o coloquial, exactamente igual que en el habla más estándar, y que los comportamientos que se ven como azarosos o aleatorios en realidad resultan de una percepción equivocada”, concluye la académica.