La realidad y el presente, con lenguaje cinematográfico

Un grupo de investigadores de la Universidad Nacional de La Matanza analiza, a partir de la obra de tres reconocidos directores, la forma en que el séptimo arte piensa y representa los cambios socioculturales de los últimos años.

Nicolás Camargo Lescano (Agencia CTyS)- Pide “¡Luz!” Pablo Trapero y pone al descubierto, con una mirada crítica, las instituciones de la modernidad. Ordena “¡Cámara!” Lucrecia Martel, que, con talento y maestría, construye en La mujer sin cabeza un relato teñido de culpas y de memoria social. Gritan “¡Acción!” la dupla Cohn-Duprat y entran en juego, en El hombre de al lado, complejos mecanismos que remiten a la vieja dicotomía “Civilización o barbarie”.

Los ejemplos permiten pensar que el cine será diversión y entretenimiento, pero también crítica y un modo de abordar la compleja realidad. Así lo transmiten (así lo sienten) estos tres directores y así lo entendieron Esteban Mizrahi y su equipo de investigación, que se propusieron estudiar el modo en que las producciones cinematográficas de estos realizadores piensan los cambios socioculturales de la Argentina.

“El cine, sobre todo el de autor, expresa diversas tesis acerca de lo real. Y los directores lo hacen a través de los recursos propios de este medio artístico, que involucra al espectador, lo incorpora y produce en él la ilusión referencial de estar presenciando algo que sucede ante sus ojos”, ilustra Mizrahi, doctor en Filosofía y docente de la UNLaM.

Para la investigación, que cuenta también con el aporte de la doctora en Análisis de Discurso, Adriana Callegaro, se analizaron películas del período 2002-2012 y se seleccionaron a los directores “en base a las temáticas que abordan y por estéticas muy singulares”, como afirma el académico.

Los investigadores, además, tuvieron oportunidad de entrevistar a los tres directores y la experiencia dejó un dato interesante que no fue pasado por alto. “Ocurrió algo bastante sorprendente- narra Mizrahi- y es que en general los directores no llegaban a conceptualizar los núcleos socio-culturales problemáticos que sus propias películas pensaban con lucidez. Más bien se solían quedar en aspectos anecdóticos de la trama”.

La explicación que encontraron los académicos a este fenómeno es que los cineastas piensan, justamente, realizando. “Hay un dispositivo de pensamiento que es el conceptual, propio de la teoría, y otro es el de la realización artística. Es decir, su discurso es justamente su obra. Pedirles que puedan hacer una traducción en términos conceptuales, teóricos, de su propia obra es una exigencia desmedida e injusta”, afirma el académico.

Instituciones, memoria y zonceras

La fábrica en Mundo grúa (1999), la Policía en El Bonaerense (2002), la familia en Familia rodante (2004), la Cárcel en Leonera (2008), el Hospital en Carancho (2010). Una a una, las instituciones de la modernidad son analizadas por el ojo cinematográfico de Pablo Trapero, que pone especial énfasis en el retraimiento del Estado y el nuevo lugar de las instituciones.

“Lo interesante del cine de Trapero- plantea Mizrahi- es que muestra qué ocurre con instituciones modernas cuyos imperativos funcionales siguen operando en un mundo donde el Estado ya no provee lo que es necesario para sostenerlas. Las instituciones, entonces, siguen produciendo subjetividad, pero ya no es comparable con aquella que producían en la época donde el Estado articulaba todas las instituciones”.

Y Trapero, para los investigadores, expone este fenómeno en sus obras. “El que hace el curso de carcelero está precarizado, tiene un contrato basura, la plata no le alcanza. Es lo que ocurre en El bonaerense, que de hecho fue muy bien aceptada y recibida por la propia policía. Da cuenta de una problemática de una manera muy descarnada”, asegura el doctor en Filosofía.

El cine de Martel, por su parte, se caracteriza por un pasado que como no está elaborado tiende a volver. Elementos claramente marcados en La Mujer sin cabeza (2008), donde la protagonista atropella algo (¿un animal, una persona?) en la ruta y no se detiene.

“En esa obra hay una manera de abordar la memoria social y el trauma histórico. Muestra la complejidad del tejido social y la complicidad de toda una clase que tiende a ocultar al victimario y borrar todo vestigio de la víctima”, enfatiza el investigador. Así, el presente se constituye como un escenario denso porque el pasado no puede ser digerido.

¿Qué opinarían Domingo Faustino Sarmiento y Arturo Jauretche si se sentaran a ver, codo a codo, El hombre de al lado (2010)? Difícil saberlo. Pero lo cierto es que la película de Mariano Cohn y Gastón Duprat parece sumergirse en terrenos ampliamente explorados por ambos intelectuales argentinos. Y todo a partir de una historia que tiene como eje las peleas entre un prestigioso diseñador y un vendedor de autos usados.

“Esa película-explica el filósofo- muestra una reactualización muy interesante de la discusión del Facundo de Sarmiento respecto de la contraposición ‘Civilización o barbarie’ y de las zonceras de Jauretche, acerca de la visión extranjerizante. En ese sentido, reelabora y reactualiza agudamente una tensión que sigue presente y que tiene que ver también con el peronismo y el antiperonismo”.

Más aún, en esta y otras obras de la dupla de directores, como El artista (2009) o Querida, voy a comprar cigarrillos y vuelvo (2011), persiste para el investigador la idea del “batacazo”. “Está presente la idea de que la pegás con algo y te salvás, pasás a otra dimensión. Un pensamiento muy de ‘hacerse la América’. Y de hecho, hoy sigue operando en el imaginario social argentino”.

El cine, arte del presente

Tal vez la magia del cine radique en que lo que se ve en la pantalla se le antoje a uno la realidad misma, aunque se trate de un artificio absoluto. Para Mizrahi, en este sentido, la importancia del séptimo arte es fundamental.

“Lo que hace el cine es capturar una primer imagen de un tema, pensar una problemática en términos sensibles para producir una representación. Y en base a esa representación se puede pensar qué está aconteciendo. Trabajar sobre la realidad directamente es mucho más difícil”, subraya.

Tal vez por eso haya sido esencial, para la investigación, la definición de Serge Daney del cine como “arte del presente”. “A través de estas historias mínimas, el cine muestra barrios sin cloacas, una policía desfinanciada y también a la city de la telefonía celular. ¿Eso es la Argentina? No, sólo son aspectos de la temporalidad. Y el cine, como dispositivo, es capaz de mostrar todas esas dimensiones del presente”, concluye.