Detrás de las paredes...y sus pinturas rupestres

Un equipo interdisciplinario estudia los componentes del arte rupestre de unas cuevas en Sierra de Ancasti, en Catamarca. Buscan vincular la historia de esos refugios con los hallazgos de la zona, rica en yacimientos arqueológicos. Yeso, cactus, óxido...¿y algo más?

Nicolás Camargo Lescano (Agencia CTyS- UNLaM)- Reunidos en las cuevas, alrededor de pequeñas fogatas, los jóvenes escuchan con atención a su maestro. El hombre señala los dibujos de aves, serpientes y figuras humanas que llenan las paredes para explicar el orden mítico que organiza su mundo y la relación entre seres. Mezcla de curiosidad y de temor, quienes participan de aquel ritual volverán a sus aldeas convertidos en adultos.

La escena es ficticia, pero podría haber existido hace cientos de años en Oyola, una localidad catamarqueña del departamento El Alto, en la Sierra de Ancasti, en la que hay una gran cantidad de cuevas con pinturas rupestres y otros restos arqueológicos, hoy  objeto de estudio de un proyecto interdisciplinario.

Como si fuera un rompecabezas histórico, investigadores de la Escuela de Arqueología de la Universidad Nacional de Catamarca (UNCA), del Centro de Investigación y Transferencia de Catamarca (CITCA, CONICET/UNCA), del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) y el Instituto de Investigaciones sobre el Patrimonio Cultural de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), analizan las pinturas y el suelo para reconstruir la historia de aquellos sitios. “Nuestro proyecto tiene como objetivo comprender la historia del pintado de las diversas cuevas que hay en la zona y tener una cronología precisa de las pinturas”, cuenta el arqueólogo Lucas Gheco a la Agencia CTyS-UNLaM.

Investigador de la Escuela de Arqueología de la UNCA y del CITCA, Gheco explica que durante muchos años se pensó que el arte rupestre de estas cuevas era homogéneo y pertenecía a una cultura conocida como La Aguada. Sin embargo, los avances de la investigación demostraron que en realidad hay pinturas de distintos momentos históricos y, quizás, vinculadas a diferentes prácticas sociales desarrolladas por las personas en estas cuevas. Y los motivos pictóricos también varían: van desde los antropomorfos (similares a figuras humanas), hasta figuras parecidas a animales, como camélidos, aves o serpientes. También se hallaron figuras geométricas, como rectángulos, triángulos, puntos y líneas.

El principal desafío es unir la historia de las cuevas con la historia de los depósitos estratificados del suelo, es decir, cómo las pinturas de cada momento interactuaron con las actividades que se llevaban a cabo allí cuyos vestigios se recuperan en las investigaciones arqueológicas. Así, por ejemplo, las excavaciones en el terreno permitieron determinar la existencia de antiguos fogones, que dejaban hollín en las paredes. “Hay capas negras por arriba y por debajo de la capa de pintura rupestre, y las pudimos conectar con los momentos de combustión o de fuegos que se hicieron en los refugios”, ejemplifica el académico. La datación de estos fogones, a su vez, podría delimitar temporalmente la realización de cada pintura.

El análisis químico de los componentes de las pinturas integra la otra faceta de la investigación. “Tomamos unas muy pequeñas muestras, de un milímetro cuadrado. Es totalmente imperceptible y no dañan a la pintura- aclara Gheco-. Luego esa muestra es introducida en resina acrílica,  y se analiza capa por capa para determinar sus elementos”. Esta técnica, conocida como microestratigrafía, permite ver a la muestra de perfil, analizando las capas como si fuera un alfajor. El rompecabezas, de a poquito, se empezaba a armar.

Óxido, yeso y cactus

Los análisis de las muestras se llevaron a cabo en los laboratorios del INTI –más precisamente en el de Procesos Superficiales y el de Especies Cristalinas de Química- y en el Instituto de Investigaciones sobre el Patrimonio Cultural, dependiente de la UNSAM. Trabajando en conjunto, con intercambio de muestras y de resultados parciales, los investigadores pudieron determinar algunos de los componentes de las pinturas rupestres, que incluían pigmentos rojos, blancos y negros.

Desde el INTI, investigadores como Sol Ugarteche y Rodrigo Álvarez se sumaron al proyecto. “Con análisis por rayos X –explica Álvarez- pudimos detectar óxido de hierro en muestras de pigmentos rojos. Tiene sentido, ya que en la zona cercana a las cuevas hay sectores donde la tierra es muy rojiza”. En los pigmentos blancos, en cambio, detectamos por técnicas de Rayos X sulfato de calcio (yeso) y otros compuestos calcáreos, como carbonato de calcio o el óxido de calcio.

Si bien la identificación de estos componentes, según explica Álvarez, fue relativamente sencilla, lo que costó un poco más fue la identificación de aglutinantes, fundamental para que cualquiera de las sustancias mencionadas anteriormente se depositara y, así, se adhiriera mejor. Una de las opciones con las que trabajan los investigadores son los cactus de la zona, aunque también se están estudiando otras opciones.

“En el 2014, cuando viajamos para Catamarca a tomar las muestras, trajimos también muestras de pigmentos y muestras de cactus. También plantamos cactus en el laboratorio para poder tener muestras a mano”, cuenta Álvarez. El objetivo es intentar reproducir la pintura a partir de los datos recabados e intentar encontrar un patrón. “Hicimos pruebas con varias concentraciones de cactus y pigmentos, hasta que llegamos a una mezcla que, luego de un proceso de añejamiento, nos daban resultados muy parecidos a los de la pintura rupestre”, relata.

Uno de los desafíos que le queda todavía a los investigadores es hallar restos de carga orgánica. “Se sabe, a partir de investigaciones etnográficas y antropológicas en distintas zonas, que las pinturas rupestres pueden incorporar sustancias como grasas, aceites, sangre y hasta orina”, relata Gheco.

El doctor Fernando Marte, integrante del proyecto desde el Instituto de Investigaciones sobre el Patrimonio Cultural de la UNSAM, considera que la Argentina ha crecido mucho en este aspecto. “La Argentina está bien posicionada, en la última década el campo de la conservación y la restauración ha avanzado. De hecho, hay carreras de grado, lo que implica que esté dentro del marco de la universidad. El potencial aún es mayor”, subraya.

Gheco, en tanto, prefiere poner el acento no sólo en los procesos históricos, sino en los individuos que nos antecedieron por estas tierras. “Nuestro objetivo es comprender las historias particulares y concretas de las personas del pasado. Muchas veces se reproducen grandes conceptos que parecen olvidar las actividades particulares de las personas que pintaron y usaron estas cuevas. Y ese es, en realidad, el objetivo que perseguimos en nuestro equipo de trabajo en cada investigación”, concluye.

INVESTIGADORES

UNCA/CITCA Catamarca: Dr. Marcos Quesada, Dr. Enrique Moreno, Dr. Marcos Gastaldi, Mgter. Gabriela Granizo, Lic. Lucas Gheco, Lic. Soledad Meléndez, Lic. Antonela Nagel, Lic. Veronica Zucarelli, Lic. Débora Egea, Lic. Maximiliano Ahumada, Sr. Carlos Barot, Srta. Sofia Boscatto, Sr. Oscar Dechiara —fotógrafo— y Sr. Omar Burgos – artista plástico.

TAREA-IIPC: Dr. Fernando Marte, Lic. Noemi Mastrangelo, Dr. Marcos Tascón y Lic. Daniel Saulino.

INTI Buenos Aires: Tec. Rodrigo Álvarez, Srta. Sol Ugarteche, Lic. Andrea Poliszuk, Tec. Andrés Ceriotti