Radio terapia: un puente social para pacientes psiquiátricos

El Centro de Día de Ramos Mejía lleva adelante una de las terapias que más revolucionaron la forma de concebir la salud mental: el taller de radio. Cómo superar la cosmovisión médica y cómo tejer el lazo perdido entre el encierro y la vida social.

 Carolina Vespasiano – (Agencia CTyS - UNLaM) - Es miércoles y le toca conducir a Gastón. Luis comienza su columna sobre la Champions League y el último partido de San Lorenzo y Lanús en el Monumental. Después viene Fabián para hablar sobre la AFA y luego se asoma José con su columna de política exterior. Lorena cambia el clima con una poesía y un punteo suave de cuerdas se asoma bajo las estrofas.

Una leyenda urbana, otra poesía, una columna de espectáculos y una versión acústica de Hacia el Abismo, de Almafuerte, culminan con una nueva edición de “Hablemos todos”, el programa de radio que desde 2012 se graba todas las semanas en el Centro de Día de Ramos Mejía, como taller terapéutico para personas con padecimientos mentales.

Las ciencias médicas han dominado durante siglos los problemas relativos a la salud. Todas las patologías enmarcadas en el plano de lo mental tuvieron, hasta hace relativamente poco, tratamiento puramente psiquiátrico y farmacológico, que se combinaba con la situación de encierro y aislamiento prolongado.

Desde esas prácticas, y como si se tratara de una segunda piel, el diagnóstico médico, esa etiqueta plagada de representaciones sociales pero vacía de información, se posa sobre el paciente y recubre su identidad bajo la condición de enfermo. La personalidad, los deseos, las inquietudes, todo se reduce socialmente a la mera enfermedad.

Frente a esta problemática, cabe cuestionarse: ¿qué factores influyen sobre el padecimiento mental? El tratamiento médico, ¿subsana o refuerza la enfermedad? ¿Qué rol juega el contexto social?

El 2 de diciembre de 2010 se aprobó la Ley de Salud Mental, en la que varios estamentos del antiguo paradigma médico se vieron transformados: protección de los derechos humanos, transdisciplinariedad, prohibición de hospitales psiquiátricos y promoción de terapias alternativas.

Bajo esta concepción surgió el taller de radio, que conjuga los saberes de distintas disciplinas, en una herramienta que le permite al paciente recuperar el lazo social que en muchos casos se irrumpe por la propia patología y el estigma que desencadena el mismo diagnóstico. El psicólogo Ramiro Frankel y la licenciada en Trabajo Social, Silvia Colera, dialogaron con Agencia CTyS sobre este proyecto.

Un cambio de paradigma

La Ley de Salud Mental plantea una cosmovisión completamente diferente a la del siglo XX y los principales cambios tienen que ver con la noción misma de salud mental. En primer lugar, ya no se trata de un estado sino de un proceso y, en segundo lugar, no sólo refiere a la ausencia de trastornos psíquicos, sino de una situación social, económica y cultural digna.

En ese sentido, el mejoramiento de la salud mental ya no es exclusivamente médico y los muros de las instituciones monovalentes quedan prohibidos porque implican restricciones a los derechos del paciente. Aunque estas medidas están establecidas en lo formal, en la práctica no tuvieron la misma suerte, y los hospitales psiquiátricos no fueron completamente suplantados por otro tipo de instituciones.

Desde el Centro de Día, Colera explica: “Las personas que atendemos están atravesadas por una cuestión de vulnerabilidad socio económica, donde los chicos no han terminado una educación formal, una preparación o un trabajo estable, y eso complejiza aún más su situación”. Un condicionante que invita a pensar sobre las causas del padecimiento mental, ineludiblemente influido por el contexto social.

Según Frankel, la interdisciplinariedad iguala saberes. “Hay toda una construcción -explica- que viene de hace siglos en relación con la locura (como el lugar de internación, la distancia y el tiempo de encierro) que la aísla de la sociedad, regulándola a través de los medicamentos”.

Es por eso que la superación de esta noción de la locura viene de la mano de la información para el paciente, sus familiares y toda la comunidad. En esa línea, el especialista plantea que el estigma es el diagnóstico “en vacío”, pero que este concepto se vuelve la razón de ser del paciente. “Conocer el diagnóstico implica saber qué es, qué significa y qué pasa en general –y en particular- con esa persona, para entender y anticipar las posibles crisis que pueden ocurrir”, sostiene.

Armar el aire

El micrófono era una birome y la consola, un largo playlist en DVD. “Hablemos todos” fue, en principio, un acto creativo en el que el mismísimo estudio era fabricado en la mente de terapeutas y pacientes que querían hacer radio.

“Trabajábamos esta cuestión de encontrarnos, el poder construir una noticia, escuchar al otro, esperar los tiempos y poder generar la idea de que la radio tienen que ver con hablarle a un público imaginario”, cuenta la licenciada en Trabajo Social, Silvia Colera.

Ponerle palabras al pensamiento, esperar, escuchar, interpretar y volver a hablar. Estas son las pautas básicas que se trabajan en cada uno de los programas y que, por fuera de la radio, actúan como uno de los puentes para reestablecer este lazo con la comunidad. Una intersección entre la terapia y la sociedad de la que surgen nuevos interrogantes.

Pero el objetivo va más allá y busca devolver la identidad oculta tras la enfermedad. Silvia lo explica así: “Se trata de potenciar sus capacidades y aquello que les guste. Ellos tienen un sentimiento de mucha desvalorización porque así se los hace sentir la sociedad. Entonces, hay que ver por dónde va el proceso: que, al que le gusta la música, deje de ser una patología para ser el que toca o le gustan los Redondos”.

“Yo vivo algunas cosas con sorpresa –reflexiona Frankel-, porque esto también es un aprendizaje: nosotros no hacíamos radio y esto es un espacio interdisciplinario multisectorial que nos enriquece a todos. Hay chicos que no hablaban o que no podían siquiera leer lo que tenían en la hoja que pasaron a conducir el programa”.

La antigua birome fue reemplazada por dos micrófonos y el DVD por una computadora. El programa se empezó a vestir no solo con voces y relatos, sino con elementos artísticos, separadores, pisadores, tandas, música. Todo lo necesario para un programa de radio con todas las letras. Y, aunque todavía falta, el equipo de Hablemos Todos tiene un horizonte fijo: hacer transmisiones en vivo.

Cuando Natalia trajo su resumen de Los ojos del perro siberiano, de Antonio Santa Ana, no pudo evitar emocionarse y sentenciar: “Todos tenemos una discapacidad en algún momento de la vida, y eso también ocurre cuando discriminamos a los demás”. Y entonces un aplauso diáfano inundó la sala.

El programa termina y enseguida se forma la ronda con un ida y vuelta de opiniones. Esta vez, todos los participantes y terapeutas se van satisfechos. Para próxima, Noelia trae una columna sobre violencia de género y parece que sigue en equipo con Natalia porque la cosa funciona bien. Fabián piensa los acordes de otra canción de rock y Lorena buscar una vez más la poesía indicada. Posiblemente otra mañana de risa y comunicación.