A la luz de las nuevas tecnologías

La Universidad Nacional de Avellaneda fue sede de la 3º edición de la Escuela Nacional de Fotónica y Óptica Néstor Gaggioli, un espacio para especialistas de esta área de la ingeniería que no solo gana terreno en las telecomunicaciones, sino en las mismísimas profundidades de la tierra.

(Agencia CTyS-UNLaM) – Protagonista del cambio que transformó la percepción del mundo a través de la fotografía, la luz continúa filtrándose por los poros de la ciencia y la técnica actuales. La comunicación, la tecnología para diagnóstico en salud, los estudios astronómicos y la industria en general se nutren de los avances y la información rápida que puede aportar la ingeniería en fotónica.

Para dialogar sobre los estudios y las aplicaciones de la ciencia de la luz, se realizó la Escuela Nacional de Fotónica y Óptica Néstor Gaggioli en la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV). Allí, expertos e investigadores hicieron conferencias y muestras experimentales, y recorrieron el laboratorio de sensores fotónicos YTEC-UNDAV, en el que se realizan proyectos para la empresa que comparten el CONICET e YPF.

Uno de los proyectos que allí se ejecutan es la creación de sensores distribuidos de fibra óptica para yacimientos petrolíferos y monitoreo de fractura hidráulica. Estos dispositivos permiten conocer, mediante la medición de las vibraciones y la temperatura, el rendimiento del pozo petrolero y cada uno de sus orificios.

El licenciado en Física Marco Petriella apunta que su proyecto, dirigido por el Dr. Darío Kunik, consiste en la producción de sensores con láseres de alta potencia que envían pulsos cortos por medio de la fibra óptica. Por cada pulso que trasmiten, observan la luz que vuelve. Y esa luz es un indicio de lo que sucede bajo tierra.

La fibra óptica —el medio por el que se propaga la luz— tiene un filamento de diámetro similar al de un pelo que se utiliza para mandar información en pulsos pequeños. Para seguir el trabajo del pozo petrolero y sus poros, se instala este cable de fibra óptica, envuelto en una fina vaina de acero, a una profundidad de un kilómetro. Un uso novedoso de la luz que se produce por primera vez en Argentina.

“Cuando uno manda luz por el cable de fibra óptica, una pequeña parte de esa luz vuelve para atrás. Esa propiedad nos permite medir temperatura y vibraciones acústicas en aquellos puntos donde la luz retrocede y, así, obtener información del yacimiento que, de otra forma, sería inaccesible”, explica el especialista a Agencia CTyS-UNLaM.

El investigador contó que el proyecto, que se encuentra en escala laboratorio, será probado durante el mes de diciembre en un yacimiento ubicado en la ciudad de Comodoro Rivadavia, en la provincia de Chubut.

“Solo nosotros hacemos esto en el país. La ventaja que tenemos es que hacemos nuestros propios equipos y sabemos optimizarlo a la demanda del cliente, que va a saber en qué lugar exacto de la fibra está aconteciendo algún evento, con una resolución del orden del metro”, concluye.